Descuartizados
En nuestros d¨ªas de liderazgos vociferantes est¨¢n siendo asesinados m¨¢s periodistas que nunca
No hay nadie que en las ¨²ltimas d¨¦cadas no perciba la diferencia de trato entre dos modelos de dictaduras. Por un lado est¨¢n las dictaduras atrincheradas en pa¨ªses de econom¨ªa precaria y sin gran inter¨¦s geoestrat¨¦gico. A estas se las pueden aplicar bloqueos y resulta vergonzante negociar con ellas, hacer pactos econ¨®micos y propiciar buen trato diplom¨¢tico. Sin embargo, cuando la dictadura es poderosa en lo econ¨®mico, fruct¨ªfera en lo armament¨ªstico y generosa en los mercados financieros, entonces el trato cambia. Nos hemos acostumbrado tanto a ello que est¨¢ incorporado a los reglamentos de etiqueta diplom¨¢tica mundial con absoluta naturalidad. Lo que hace 20 a?os resultaba deleznable, hoy es admisible. Es el precio que hay que pagar por el ascenso de los valores econ¨®micos en la pir¨¢mide virtuosa. Tener dinero es hoy m¨¢s importante que tener cualquier otra cosa, no digamos ya dignidad, que no cotiza ni en hora de misa.
Podr¨ªa resultar desmoralizador analizar este doble rasero. Los inversores en Bolsa son peque?os dioses, y su dinero un manto que todo lo invisibiliza. As¨ª que mejor permitamos que la pragm¨¢tica econ¨®mica nos imponga sus normas de conducta; siempre quedar¨¢ el criterio personal para a?adir un poco de sal a nuestra experiencia ciudadana. Sin embargo, el asesinato del periodista disidente Jamal Khashoggi en el Consulado de Arabia Saud¨ª en Estambul ha obligado a una contorsi¨®n de la diplomacia internacional que amenaza con llenar las cl¨ªnicas de los fisioterapeutas de embajadores con desviaci¨®n de columna y fracturas cervicales. Para la diplomacia norteamericana est¨¢ resultando un sapo complicado de tragar, puesto que la err¨¢tica estrategia impuesta por su presidente se parece m¨¢s a un juego de pinball que a otra cosa. La bolita rebota entre los resortes emocionales y viaja de un lado a otro como si hacer alianzas y deshacerlas fuera cuesti¨®n de un par de mensajitos en las redes sociales.
Pero deteng¨¢monos en algo que quiz¨¢ pase inadvertido tras el inter¨¦s natural por saber exactamente los detalles de un asesinato tan escabroso. Es un hecho que puede ayudar a devolver la autoestima al gremio m¨¢s despreciado de los ¨²ltimos a?os, el de los periodistas. Porque, a falta de conocer todos los detalles, ya podemos concluir que desde uno de los poderes m¨¢s consolidados del mundo se orden¨® descuartizar a un poco conocido periodista. Hasta tal punto le resultaba molesto ese trabajo de cuestionamiento informativo, hasta tal punto puede seguir siendo fundamental el ejercicio de la opini¨®n libre en tiempos de represi¨®n. No es raro que los periodistas sean el primer objetivo de los l¨ªderes oportunistas, esos que han venido para resolverle al pueblo sus problemas m¨¢s inmediatos. El empe?o de una parte del periodismo por intentar hacerse preguntas inc¨®modas en voz alta est¨¢ desprestigiado por un inter¨¦s particular. Ese inter¨¦s consiste en limitar la tarea del periodista a ser correa de transmisi¨®n de las prioridades del poder. Estas prioridades cambian seg¨²n la agenda. Y el resto, seg¨²n ellos, es mentira. Pero el periodismo se niega a renunciar a escarbar hasta dar con el hueso enterrado. Por supuesto que atiende a intereses de parte, pero en esa disensi¨®n estriba la salud del sistema. El que busque pureza se equivoc¨® de pantalla. Conviene que el luto ocasional ante el asesinato de un periodista no refuerce el des¨¢nimo profesional, sino todo lo contrario. En nuestros d¨ªas de liderazgos vociferantes est¨¢n siendo asesinados m¨¢s periodistas que nunca. Por algo ser¨¢, ?no les parece?
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