Una amenaza neofascista ronda a Brasil
La democracia de la mayor naci¨®n latinoamericana est¨¢ en serio peligro. Esta vez no se trata de un golpe comandado por militares como en el pasado, sino del resultado de las elecciones del domingo
El pr¨®ximo d¨ªa 28 de octubre, los electores brasile?os decidir¨¢n qui¨¦n comandar¨¢ el pa¨ªs durante los pr¨®ximos cuatro a?os. Desde la primera elecci¨®n presidencial tras el fin de la dictadura en 1989, cuatro jefes de Estado han sido elegidos o reelegidos y dos sufrieron procesos de impeachment.No obstante, es la primera vez en que la fr¨¢gil y convulsa democracia de la mayor naci¨®n latinoamericana est¨¢ en peligro de muerte.
El peligro no est¨¢ en golpes comandados por generales, como en el pasado, sino en el resultado de las urnas. Un capit¨¢n en la reserva, Jair Bolsonaro, de confesas convicciones antidemocr¨¢ticas, aparece como favorito en la segunda ronda contra el candidato de izquierda, Fernando Haddad, apoyado por el expresidente Lula y afiliado al Partido de los Trabajadores (PT).
El exoficial tiene una larga carrera parlamentaria y ha formado parte de la C¨¢mara de los Diputados desde 1990. Sus opiniones se han hecho notar: una combinaci¨®n de nostalgia del r¨¦gimen militar con declaraciones abiertamente racistas, mis¨®ginas y hom¨®fobas, a la que se a?ade una apolog¨ªa de la violencia sin restricciones ante el crimen y la oposici¨®n pol¨ªtica.
La influencia de Bolsonaro, sin embargo, se limitaba a los nost¨¢lgicos de la dictadura y a las corporaciones armadas, donde consegu¨ªa votos para elegirse a s¨ª mismo y a sus hijos formando as¨ª una peque?a y exc¨¦ntrica oligarqu¨ªa.
Todo empez¨® a cambiar con la ofensiva lanzada por los partidos de centroderecha contra el Gobierno de Dilma Rousseff. El candidato derrotado, el senador A¨¦cio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasile?a (PSDB), rechaz¨® el resultado electoral y convoc¨® a la insurgencia aprovech¨¢ndose de que los grupos parlamentarios conservadores ten¨ªan amplia mayor¨ªa en el Parlamento para derribar a la presidenta. Diferentes sectores se conjugaron en esa guerra. Desde empresarios insatisfechos por los fuertes aumentos salariales hasta medios de comunicaci¨®n a los que no gustaba el largo ciclo del PT, multinacionales inquietas con el control estatal sobre los recursos naturales y banqueros preocupados con la solvencia del poder p¨²blico para pagar los intereses de la deuda interna, pasando por segmentos de las clases medias que sent¨ªan que financiaban pol¨ªticas y derechos a favor de los m¨¢s pobres sin recibir nada a cambio.
La crisis mundial de 2008 desgarr¨® el tejido econ¨®mico y propici¨® que se gestara un clima de odio contra el PT
La crisis mundial de 2008 desgarr¨® el tejido econ¨®mico que hab¨ªa permitido, durante una d¨¦cada, la reducci¨®n de la pobreza y la desigualdad sin rupturas con los due?os del dinero. La disminuci¨®n de los mercados mundial e interno empujaba al empresariado hacia una agenda configurada por el corte de los gastos de producci¨®n, de los impuestos, de los gastos sociales y de las inversiones estatales.
Comenz¨® entonces a gestarse un clima de odio contra el PT, especialmente a partir de la manipulaci¨®n de la lucha contra la corrupci¨®n encarnada en la Operaci¨®n Lava Jato. Concebida para investigar dentro del ¨¢mbito de Petrobras, el gigante estatal del petr¨®leo, las relaciones ilegales entre el capital privado y la financiaci¨®n de los partidos se volvieron r¨¢pidamente contra los liderazgos del PT, especialmente contra el expresidente Lula. Graves errores de la presidenta tambi¨¦n contribuyeron al ¨¦xito de la ofensiva. Para incentivar inversiones privadas despu¨¦s de 2011, ofreci¨® subsidios y exenciones fiscales a grupos empresariales sin obtener contrapartidas relevantes, lo que elev¨® el d¨¦ficit p¨²blico y ralentiz¨® el ritmo del crecimiento econ¨®mico.
Una vez reelegida, Dilma intent¨® contener la crisis y adopt¨® un severo ajuste fiscal, eliminando ciertos beneficios sociales. Su base electoral se sinti¨® traicionada y se descompone r¨¢pidamente. Sus enemigos percibieron la fragilidad del Gobierno, aprobaron medidas de sabotaje a las cuentas p¨²blicas acelerando el impeachment.
No obstante, faltaba un elemento imprescindible en ese escenario: una fuerte movilizaci¨®n social que presionara a los parlamentarios todav¨ªa indecisos y que acorralara a las fuerzas de izquierda. Los partidos conservadores tradicionales no reun¨ªan condiciones necesarias para esa tarea: nunca pasaron de ser agrupaciones electorales carentes de militancia o de redes organizadas. El camino fue apoyar, dar visibilidad y financiar a varios grupos de extrema derecha que se ven¨ªan formando desde las manifestaciones de 2013, la primera onda de protestas masivas contra el PT. Esas organizaciones, constituidas generalmente por integrantes de las clases m¨¢s acomodadas y amplificadas por la prensa monopolista, consiguieron colocar a algunos millones de personas en la calle y fueron fundamentales para golpear al Gobierno de Dilma.
El bloque de centroderecha, bajo la jefatura del PSDB y el Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o (MDB) de Michel Temer, imagin¨® que se librar¨ªa de esos sectores radicalizados despu¨¦s de cumplida su misi¨®n. Pero esas agrupaciones hab¨ªan conquistado autonom¨ªa pol¨ªtica e identidad social. No estaban dispuestas a retornar al destierro al que hab¨ªan sido relegadas. R¨¢pidamente encontraron su portavoz en Jair Bolsonaro. De una forma directa y vulgar, su discurso reaccionario, sazonado por un furibundo rencor contra la izquierda, fue unificando a la clase media y deshidratando a los partidos pol¨ªticos de centroderecha. El hecho es que la estrategia de desestabilizaci¨®n, alimentada por el PSDB y sus socios, y que dio origen al impopular Gobierno de Temer y a su programa de reformas liberales, facilit¨® la polarizaci¨®n que destroz¨® al centro, dio impulso a la extrema derecha y gener¨® el ambiente para la recuperaci¨®n del PT.
El discurso reaccionario de Bolsonaro, lleno de rencor contra la izquierda, ha logrado unificar a la clase media
Concluido el recuento de los votos de la primera ronda de las elecciones el 7 de octubre, Bolsonaro hab¨ªa conquistado el 46% de los sufragios, contra el 10% de la suma de Geraldo Alckmin (PSDB) y los otros cuatro candidatos centristas. En la segunda ronda se enfrentar¨¢ a Fernando Haddad, que logr¨® el 30% de los votos, mientras que el candidato de centroizquierda, Ciro Gomes, se qued¨® fuera con poco menos del 13%.
Forjada en los subterr¨¢neos del sistema pol¨ªtico, la corriente neofascista incorpora un fuerte componente religioso, de naturaleza evang¨¦lica, influyente entre los m¨¢s pobres y menos escolarizados; y se estructura a partir de la adhesi¨®n de comandantes del Ej¨¦rcito y polic¨ªas militares. Tambi¨¦n destaca por la capacidad de movilizaci¨®n de la militancia, el recurso a la intimidaci¨®n f¨ªsica y el atractivo de un nacionalismo chovinista, agresivo contra las naciones vecinas y subalterno de EE?UU.
Poco a poco, Bolsonaro tambi¨¦n conquist¨® la simpat¨ªa de parte del empresariado atra¨ªdo por la idea de que la receta econ¨®mica ortodoxa solamente ser¨ªa aplicada, en su totalidad, por un gobierno autoritario. Ese podr¨ªa constituir, finalmente, el modelo capaz de quebrar al PT y sus aliados, en particular a los movimientos populares de la ciudad y del campo, estableciendo una nueva hegemon¨ªa pol¨ªtica, moral y cultural de los m¨¢s ricos. A hierro y fuego, si fuera necesario, subordinando el pa¨ªs a un r¨¦gimen de excepci¨®n sostenido por el renacimiento del partido militar, esta vez por la v¨ªa electoral.
Ese rumbo ser¨¢ consolidado o rechazado el pr¨®ximo domingo. Votar por Haddad, del Partido de los Trabajadores, en esta hora decisiva, constituye la ¨²nica opci¨®n para derrotar al neofascismo e impedir que se apodere del Estado.
Breno Altman es periodista y director de la p¨¢gina web Opera Mundi.
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