Hagan como si aplaudieran
Discurso pronunciado por Rub¨¦n Am¨®n este lunes tras recibir el Premio Francisco Cerecedo
¡°Santidad, haga como si rezara¡±.
Esta prometedora an¨¦cdota que he empezado a contarles ¡ªluego la termino¡ª es una de las m¨¢s estrafalarias y aleg¨®ricas que he experimentado en-estos 30 a?os de trayectoria que hoy ¡ªmuchas gracias¡ª se reconocen con esta abrumadora ceremonia.
¡°Santidad haga como si rezara¡±, es lo que proclam¨® en mi presencia un fot¨®grafo de La Repubblica a Juan Pablo II en el altar mayor de la bas¨ªlica de san Francisco de As¨ªs. Oficiaba Karol Wojtyla la restauraci¨®n del templo despu¨¦s del terremoto que lo hab¨ªa derruido. Y pens¨® el compa?ero periodista, gesticulando incluso, que era una buena idea no ya hacer posar al Papa sino invitarlo a fingir la oraci¨®n.
Creo que el escarmiento de esta historia consiste en identificar y cuestionar el papel que hemos adquirido los periodistas a fuerza de dilatar nuestras costuras. No ya en la abstracci¨®n del cuarto poder aqu¨ª reunido, sino en la influencia que ejercemos sobre las noticias mismas. Muchas veces sucede que en lugar de contarlas, las condicionamos o las protagonizamos. Y nos convertimos en expresiones hiperb¨®licas del principio de Heisenberg. No satisfechos con influir en lo observado desde la posici¨®n del observador, los periodistas nos transformamos en la noticia misma.
Est¨¢ justificado en su caso, se?ora, pero aqu¨ª y ahora me estoy refiriendo al abuso de la primera persona, a la exageraci¨®n de la propia vivencia, a la contorsi¨®n de la actualidad y del universo como un pretexto de nuestra notoriedad y vanidad, en el exhibicionismo que reclaman las redes sociales.
S¨¦ de lo que hablo (en esta posici¨®n de periodista omn¨ªvoro y pluriempleado. Y en esta dimensi¨®n de tertuliano que ha logrado, cr¨¦anme, el misterio de la bilocaci¨®n. No s¨®lo con la proeza que implica estar en dos sitios diferentes a la vez ¡ªpuedo probarlo¡ª, sino sosteniendo argumentos contrarios respecto al mismo asunto. Ya dec¨ªa Karl Kraus que un periodista no tiene ideas propias pero las sabe exponer muy bien. Y ya dec¨ªa Indro Montanelli que el periodista es un oc¨¦ano de sabidur¨ªa¡ con un cent¨ªmetro de profundidad.
Menciono al maestro italiano porque pude frecuentarlo en su residencia toscana. Y porque le atribuyo haberme inculcado el secreto de la iron¨ªa. Que se entiende muy bien en la radio, Miguel ?ngel (Aguilar), pese a las versiones discrepantes. Y que representa un camino de desdramatizaci¨®n. Falta sentido del humor al dram¨®n cotidiano. Y es necesario utilizarlo en su connotaci¨®n tragic¨®mica no para frivolizar ni relativizar los hechos, sino para aliviar la psicosis de la actualidad y la pandemia de los d¨ªas hist¨®ricos.
Recuerdo haber utilizado, la iron¨ªa, para evitar que me expulsaran de Italia. Exagero un poco las cosas, periodistas somos, pero resulta que le desagrad¨® a Berlusconi una cr¨®nica en la que alud¨ªa a su promiscuidad. No contento con su har¨¦n, escrib¨ª, tambi¨¦n se hab¨ªa cepillado a la democracia. Y tuve que explicar a sus guardaespaldas que el verbo cepillar carec¨ªa de connotaciones peyorativas, significaba adecentar, pulir, dar lustre.
Fuera de cualquier malentendido y de toda iron¨ªa, he de agradecer a la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos y a mis colegas haberme proporcionado este momento de reconocimiento. Agradezco la presencia de sus majestades. Lo que va a presumir mi hijo Daniel en el colegio. Y la generosidad del BBVA, que tambi¨¦n agradece Hacienda, inseparable compa?era de viaje.
Es un privilegio inscribirme en esta galer¨ªa de periodistas ilustres, en esta galer¨ªa de la fama, veo entre nosotros a Soledad Gallego y a Jos¨¦ Antonio Zarzalejos, depositarios del Cerecedo antes que yo, pero soy muy consciente de las obligaciones y disciplinas que conlleva el galard¨®n. Empezando por honrar la memoria de Francisco Cerecedo en su honestidad, en su ejemplo.
S¨¦ cu¨¢l es el camino porque coincide con el que he procurado emprender. Me refiero al compromiso de la integridad. A la ventaja, lo s¨¦, que supone no haber conocido la precariedad ni apenas las presiones. A la dicha de haber sido cr¨ªtico taurino, gacetillero musical, corresponsal, vaticanista, enviado de guerra, periodista deportivo, analista pol¨ªtico, incluso influencer. Y al esfuerzo de pertenecer al linaje de los periodistas no alineados. Que no quiere decir no comprometidos. Hablo de tratar de conservar la independencia. Intentar sustraerse a las consignas. Ejercer de esp¨ªritu libre. Veo cada ma?ana el ejemplo de Carlos Alsina.
Y lo menciono alfab¨¦tica y jer¨¢rquicamente entre los compa?eros que debo reconocer porque no habr¨ªa levantado este trofeo sin haberme estimulado ellos. La primera oportunidad radiof¨®nica de Mart¨ªn Ferrand, los 20 a?os que transcurr¨ª con Pedro J. Ram¨ªrez en El Mundo, la lealtad de Juan Luis Cano, de Fernando Bermejo, de Susanna Griso, de ??igo Dom¨ªnguez. La ventana que me abri¨® Silvio Gonz¨¢lez en Antena 3. El regreso al embri¨®n de EL PA?S con la mediaci¨®n de Antonio Ca?o. Y el camino que dej¨® vacante mi padre, don Santiago Am¨®n, como si marcara el comp¨¢s del pase¨ªllo y hubiera HO-RA-DA-DO sus huellas sobre la arena para que las identificara.
Me hice periodista antes que adulto en la estela de su ejemplo. Tambi¨¦n lo hice porque su muerte me dio, ya que de periodismo hablamos, la peor noticia de mi vida. Un estruendo personal e informativo al que he opuesto, supongo, el empe?o de amontonar otras noticias que hagan olvidar aquella.
Recuerdo a Antonio Herrero contando en directo en Antena 3, la radio bien hecha, el trance de su desaparici¨®n y de su hallazgo en el pico de la miel, en el pico de la hiel. Y sin pretenderlo, aprend¨ª entonces que el periodismo no responde a la quimera de la objetividad o de la imparcialidad, pero s¨ª puede emocionarnos. Propone a quienes lo ejercemos el misterio de darle sentimientos a las palabras.
Reflexionar. Conmover. Compartir. Y herir (hiriendo), ya lo siento, porque la iron¨ªa es tambi¨¦n un estilete con la punta de veneno.
Santidad, ?haga como si rezara! Y el Papa, disculpen el suspense, rez¨® con la mansedumbre de un monaguillo, en su reclinatorio, as¨ª es que se?or y se?ora, se?oras y se?ores, hagan, con m¨¢s raz¨®n, hagan como si aplaudieran. Muchas gracias.
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