Falso dilema
Europa no es un lugar, es una idea, y esa idea es nuestra ¨²nica fortaleza
La paradoja de Europa es ser una potencia con vocaci¨®n kantiana en un contexto de creciente hegemon¨ªa reaccionaria, caracterizado por el proteccionismo, el unilateralismo y el soberanismo nacionalistas. Tal vez esto explique el tono quejumbroso del liberal Verhofstadt en Estrasburgo ante el horrible asesinato de Khashoggi: ¡°?Necesitamos acciones comunes, no vagas declaraciones!¡±. Y es que la sucesi¨®n de crisis internacionales ha demostrado la incapacidad de la Uni¨®n para mantener una acci¨®n com¨²n fuerte en un mundo cada vez m¨¢s hobbesiano donde la percepci¨®n de justicia se tambalea ante este revival de nuestro estado de naturaleza, siempre brutal y guiado por la fuerza y el enga?o.
Sin embargo, esa vulnerabilidad estrat¨¦gica contrasta con su capacidad coercitiva interna. ?C¨®mo explicar, si no, la mano de hierro en las negociaciones del Brexit, o en el pulso con el esquizofr¨¦nico Gobierno italiano? La UE ha sabido interiorizar que, con el Brexit, cualquier divisi¨®n interna constitu¨ªa una amenaza existencial, y esa firmeza ha terminado por exponer las contradicciones de un supuesto proyecto soberano que no era m¨¢s que un endeble castillo de naipes construido a base de mentiras. Lo mismo vale para el populismo ultra italiano: aunque algo ha aprendido de la experiencia griega y el af¨¢n de grabar a fuego la austeridad, Europa no se puede permitir jugar a los dados con el potencial disruptivo de la tercera econom¨ªa de la zona euro, que elude negociar sus presupuestos por puro electoralismo.
Pero, ?c¨®mo se presenta la acci¨®n comunitaria frente al mundo? Parece que la pregunta por la pol¨ªtica exterior de la Uni¨®n, tambi¨¦n de car¨¢cter existencial, ni siquiera est¨¢ sobre la mesa, como si no formara parte de nuestra identidad o nuestra supervivencia. Sin embargo, la paradoja de que Bruselas haya actuado como una maquinaria inquebrantable frente a Londres y Roma mientras es incapaz de construir una posici¨®n asertiva ante los saud¨ªes no es algo anecd¨®tico: forma parte del declive de Europa en el mundo, de nuestra renuncia a ser un motor de persuasi¨®n democr¨¢tico, asentado en valores universales. Situados en dicha encrucijada, hemos decidido dejar de actuar como un leviat¨¢n liberal, como ese actor que promocionaba leg¨ªtimamente un orden internacional basado en sus valores internos. No nos enga?emos: la capacidad para dar una respuesta conjunta a las violaciones sistem¨¢ticas de derechos humanos est¨¢ vinculada con la naturaleza y la existencia misma de la UE. Por eso se equivocan quienes analizan el caso Khashoggi a trav¨¦s del falso dilema entre principios y realpolitik. Porque Europa no es un lugar, es una idea, y esa idea es nuestra ¨²nica fortaleza.
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