Imponer la censura a tiros
La violencia contra los periodistas no cesa. Diez informadores han sido asesinados en M¨¦xico en lo que va de a?o
Para los reg¨ªmenes totalitarios pocas cosas hay m¨¢s inc¨®modas que una prensa libre que controle sus desmanes. A ning¨²n Estado tir¨¢nico o dictatorial le gusta que escudri?en en la verdad, remuevan en el lodazal de la corrupci¨®n o denuncien la violaci¨®n de los derechos humanos. El escritor y periodista estadounidense Walter Lippmann ya advert¨ªa de que la funci¨®n de la noticia es se?alar un hecho, mientras que la funci¨®n de la verdad es traer a la luz los hechos ocultos, ponerlos en relaci¨®n uno con otro, y hacer un cuadro de la realidad sobre el que los ciudadanos puedan actuar.
En muchas zonas del mundo, el periodismo vive hoy bajo un asedio continuo. Desde Corea del Norte, el pa¨ªs en el que m¨¢s amenazada est¨¢ la libertad de prensa, hasta M¨¦xico, donde en lo que va de a?o han sido asesinados 10 informadores, la prensa es un objetivo a abatir. Est¨¢ amenazada por el narcotr¨¢fico, las bandas de paramilitares y las mafias. Y tambi¨¦n por los Estados.
El asesinato del periodista Jamal Khashoggi, tras ser aparentemente torturado en el consulado saud¨ª en Estambul, revela el empe?o de los Gobiernos totalitarios por acallar a la prensa cr¨ªtica. El crimen viene a ser el equivalente saud¨ª de lo que los mexicanos han llamado ¡°censura a tiros¡±. Un concepto que suele ir acompa?ado de negligencia judicial, que a su vez se traduce en una lacerante impunidad.
Decenas de cr¨ªmenes perpetrados en M¨¦xico contra reporteros y directivos de medios de comunicaci¨®n siguen sin ser resueltos, como denuncian las asociaciones internacionales que velan por la libertad de prensa. Organizaciones criminales, funcionarios corruptos y pol¨ªticos sin escr¨²pulos bloquean la acci¨®n de la justicia.
Gabriel Soriano, locutor de Radio-Televisi¨®n de Guerrero, es el ¨²ltimo periodista asesinado en M¨¦xico. Fue acribillado a balazos la semana pasada en Acapulco cuando sal¨ªa del trabajo. Este nuevo caso sit¨²a al pa¨ªs latinoamericano entre los m¨¢s letales para ejercer el oficio. Una y otra vez, los periodistas reclaman que se investiguen los asesinatos, pero en muy pocas ocasiones los autores (o inductores) pagan por sus cr¨ªmenes. Soriano, al igual que Khashoggi y las decenas de reporteros encarcelados, secuestrados, torturados o asesinados, merece justicia.
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