El fin de los excesos del multimillonario Philip Green
Tras las acusaciones de abusos verbales, racistas y bromas sexuales de dudoso gusto, todos repudian al creador de la firma de moda Topshop
Sir Philip Green (66 a?os) se ha quedado sin amigos. Todos los artistas, pol¨ªticos y periodistas que se apuntaban a la carrera a las fastuosas fiestas del multimillonario due?o de la cadena brit¨¢nica de ropa Topshop prefieren ahora mirar hacia otro lado. Nadie quiere ser asociado con el que lleva camino de convertirse en el s¨ªmbolo del MeToo en Reino Unido.
Green cre¨ªa tener todo bajo control. Durante a?os hab¨ªa callado con el pago de altas sumas a todos los empleados de sus tiendas que hab¨ªan sufrido sus abusos verbales en forma de comentarios racistas despectivos o bromas sexuales de dudoso gusto. El diario The Daily Telegraph estaba a punto de desvelar la identidad del acaudalado empresario objeto de una investigaci¨®n judicial por continuos actos de acoso en el ¨¢mbito laboral cuando de nuevo el sistema acudi¨® en su ayuda. Esta vez fue un magistrado el que impidi¨® al peri¨®dico dar el nombre de Greene. Las cl¨¢usulas de confidencialidad firmadas por sus v¨ªctimas le proteg¨ªan.
El golpe le vino de donde menos lo esperaba. De una instituci¨®n en ocasiones tan ajena a la realidad diaria que pocas veces se le presta atenci¨®n: la C¨¢mara de los Lores. El bar¨®n Peter Hain, un pol¨ªtico laborista de larga trayectoria originario de Sud¨¢frica (en su juventud particip¨® activamente en la lucha contra el apartheid), decidi¨® usar el privilegio de inmunidad del que gozan los parlamentarios de la C¨¢mara Alta para revelar, bajo el techado g¨®tico de Westminster, lo que la Justicia hab¨ªa prohibido revelar a la prensa. Hain se?al¨® directamente a Green como el empresario responsable de los abusos verbales sexuales y racistas.
El presidente del grupo textil Arcadia, que se encuentra en una cl¨ªnica de Tucson (Arizona), lleva m¨¢s de una semana intentando rebatir una acusaci¨®n que, sin embargo, a nadie sorprende.
Ajeno a la tormenta que se le ven¨ªa encima, Green se permiti¨® el lujo de comentar al periodista Oliver Shah, autor de su biograf¨ªa no autorizada Damaged Goods (Art¨ªculos defectuosos) que, en su opini¨®n, se hab¨ªa ido demasiado lejos con la campa?a MeToo, originada tras conocerse los abusos sexuales del productor estadounidense Harvey Weinstein. ¡°?D¨®nde va a terminar todo esto?", se preguntaba Green. ¡°Ya no hay despedidas de solteros o de solteras. Ya no vemos m¨¢s chicas desfilando por el ring en los combates de boxeo. ?Van a prohibir todo eso tambi¨¦n?¡±.
No hac¨ªa falta ir tan lejos. Por lo que se ha conocido hasta la fecha, los excesos y la conducta inapropiada los viv¨ªa Green en su propio entorno. Y le ten¨ªan a ¨¦l de protagonista.
Hijo de unos empresarios hechos a s¨ª mismos con negocios de lavander¨ªas y apartamentos londinenses de alquiler, el exc¨¦ntrico multimillonario hab¨ªa comenzado a ganar dinero comprando ropa sobrante a empresas en quiebra para venderla luego en mercadillos locales. Su fortuna actual ronda los 2.500 millones de euros, a pesar de que en los ¨²ltimos a?os su negocio, que lleg¨® a suponer el 12% de la industria textil brit¨¢nica, estaba de capa ca¨ªda. Solo Topshop, su empresa estrella y durante un tiempo la reina de las ventas online en Reino Unido, sigue siendo rentable.
A sus fiestas de cumplea?os ¡ªen las islas Maldivas o en la costa de M¨¦xico¡ª acud¨ªan las celebrities m¨¢s codiciadas de cada momento: la modelo Kate Moss, el cantante Robbie Williams o la editora de la revista Vogue, Anna Wintour, se contaban entre ellas. El primer ministro Tony Blair le lleg¨® a conceder el t¨ªtulo de caballero en 2006 ¡°por su contribuci¨®n a la industria minorista textil de Reino Unido¡±. Fue despu¨¦s de su compra de British Home Stores (BHS), una cadena de ropa y menaje del hogar s¨ªmbolo durante d¨¦cadas del gusto brit¨¢nico, cuando Greene empez¨® a ense?ar sus costuras. La saque¨® por completo, dej¨® p¨¦rdidas por m¨¢s 1.400 millones de euros y quedaron en el aire 11.000 empleos. Una campa?a en el Parlamento brit¨¢nico logr¨® recabar firmas de hasta 100 diputados para hacer algo que nunca antes se hab¨ªa hecho: despojar a Greene de su t¨ªtulo de Sir. Solo cuando se comprometi¨® a devolver casi 500 millones de euros del fondo de pensiones se fren¨® la iniciativa. Pero el empresario ten¨ªa los d¨ªas contados.
Greene vive entre semana en una suite del lujoso Hotel Dorchester, en Londres. En fin de semana vuela en jet privado a M¨®naco, donde tiene su residencia oficial por cuestiones fiscales obvias. A veces decide cambiar de destino y se embarca en su superyate Lionheart, valorado en 120 millones de euros.
De momento, no ha tirado la toalla. Amenaza con interponer una demanda formal en la C¨¢mara de los Lores contra el bar¨®n Hain. Le acusa de haber ocultado sus servicios ocasionales a la firma jur¨ªdica Gordon Dadds LLP, que representaba al diario The Daily Telegraph en su litigio contra Green. Muchos parlamentarios brit¨¢nicos se han escandalizado por el modo en que Hain ha expuesto a Green sin contar con las pruebas del caso. Pero muchos m¨¢s le han respaldado. Y la propia primera ministra, Theresa May, ha sugerido que el Gobierno revisar¨¢ c¨®mo funcionan las cl¨¢usulas de confidencialidad en los acuerdos judiciales. El tiempo de Green como empresario intocable ha llegado a su fin.
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