Los ni?os perdidos
Quienes se exiliaron a otros pa¨ªses para ganarse la vida fueron dibujados como amantes de la aventura, no como seres adultos en busca de oportunidades
La sociolog¨ªa ¡ªdisc¨²lpeme, sociolog¨ªa¡ª arroja miguitas de pan, y as¨ª no se extrav¨ªa del camino. A esas pistas las ha llamado etiquetas, hashtags si lo quieren: millennialspor una cuesti¨®n cronol¨®gica, generaci¨®n Y por cosa de ¨¢rboles y ramas ¡ªa los anteriores los nombraron X, la inc¨®gnita frente a la concreci¨®n del yo¡ª, generaci¨®n Bumer¨¢n ¡ªporque regresamos a la casa familiar, y nos independizamos, y luego volvemos a la cama de 90, y el ciclo se reactiva¡ª o generaci¨®n Peter Pan. Con esta ¨²ltima no pienso en el casi adolescente que se negaba a crecer, aterrado por las responsabilidades, sino en los ni?os perdidos: esos personajes que renunciaron a sus nombres, algunos disfrazados y otros sin voz y que escondieron su infancia eterna, sabiendo que algo fallaba, asumi¨¦ndolo porque no exist¨ªa otra opci¨®n.
La met¨¢fora me sirve ¡ªdisc¨²lpenme, met¨¢foras¡ª para pensar en estos ¨²ltimos 10 a?os. El mundo tal y como lo hab¨ªan dispuesto para quienes rond¨¢bamos los veintitantos se derrumb¨®: entre los escombros quedaron sepultadas la clase media y los derechos sociales; la leyenda del empleo estable y el ahorro y la vida tranquila, casi un cuento de buenas noches en nuestro imaginario. Ocurri¨® para todas, para todos, de cualquier edad, no de cualquier origen; pero arras¨® con quienes viv¨ªan lejos de los privilegios, y golpe¨® con crudeza a quienes empez¨¢bamos a caminar.
Los pasos atr¨¢s nos llevaron atr¨¢s, y atr¨¢s nos hemos quedado. Una d¨¦cada despu¨¦s del inicio de la crisis, tengo la sensaci¨®n de que no se trata de un simple ciclo: quienes pagan hoy menos que anteayer no pagar¨¢n m¨¢s cuando recuperen sus ingresos ¡ªsi es que bajaron: quienes viv¨ªan muy bien apenas lo notaron, igual que un guisante bajo el colch¨®n¡ª, y quienes exigen hoy m¨¢s no exigieron menos cuando el presupuesto no alcanzaba. Tampoco me refiero a que antes todo marchase mejor, sino a que ahora casi nada marcha como debiera.
Quienes se exiliaron para ganarse la vida fueron dibujados como amantes de la aventura, no como seres adultos en busca de oportunidades
Nos hemos curtido en la precariedad: en el trabajo basura, en el paro, en la vida adolescente tres lustros m¨¢s tarde de lo que nos corresponder¨ªa. Compartimos piso a destiempo, invertimos nuestro sueldo en infraviviendas que nos escandalizaban poco antes de todo. Hemos aceptado trabajos por debajo de nuestra formaci¨®n o capacidad, durante m¨¢s horas de lo estipulado, y hemos trabajado gratis, sin cotizar, como falsos aut¨®nomos. Acepta esta beca, porque aprender¨¢s. Encadena con esta otra, por acumular curr¨ªculos. Y la de despu¨¦s, por si surge alguna oportunidad, porque mejor en una oficina ¡ªaunque no cobres¡ª que de brazos cruzados. Nuestras condiciones laborales empeoraron con respecto a las de las generaciones anteriores, las de los hermanos de los que hered¨¢bamos la ropa, la de los padres y las madres que nos insist¨ªan en que estudiar nos resolver¨ªa el futuro. El mileurista es, por afortunado, un animal mitol¨®gico: cobramos menos en peores condiciones. El consuelo de tontos con su mal de muchos, claro, porque la situaci¨®n se expande al resto de la sociedad, pero nosotros lamentamos lo que hemos conocido.
Nos enfrentamos ¡ªmillennials, tachados con la Y, bumeranes, ni?os perdidos¡ª a una sociedad que nos ha infantilizado: quiz¨¢ la falta de oportunidades ¡ªtoca gan¨¢rselas, gener¨¢rselas, claman los gur¨²s: fracasa otra vez, tus errores son tus medallas y dem¨¢s parloteo que te empuja hacia el fondo cuando ya te has hundido¡ª averg¨¹ence menos si parecemos no merecerlas. Nos cuentan que quienes tenemos treinta y tantos a?os, veintimuchos, consumimos nuestra vida frente a una pantalla, sin m¨¢s aspiraciones que clicar en titulares llamativos o comunicarnos de like en like: quien hace algo, quien logra algo, destaca m¨¢s por rareza que por m¨¦rito. Nos restan madurez, capacidad de decisi¨®n. Quienes se exiliaron para ganarse la vida se dibujaron ¡ªen discursos pol¨ªticos, en simp¨¢ticos programas de televisi¨®n¡ª como amantes de la aventura, no como seres adultos en busca de una oportunidad que aqu¨ª les faltaba. Nuestra di¨¢spora se transform¨® en una fotograf¨ªa pixelada que informaba a trav¨¦s de las redes sobre en qu¨¦ ciudad remota levantaba su vida, fregando qu¨¦ v¨¢ter o aprendiendo cu¨¢l idioma de pa¨ªs con estad¨ªsticas felices. Nos han vendido que si este fin de semana nos quedamos en casa ¡ª?tenemos casa!¡ª no evitamos gastar el dinero que nos falta, sino que practicamos una tendencia de lifestyle llamada nesting. Los anglicismos lo suavizan todo.
Nos levantamos entre los escombros. Se levantaron los movimientos sociales, la empat¨ªa, la conciencia de que lo com¨²n importa y que desde lo com¨²n se construye. Se levanta el feminismo, desde luego, concebido como una gran lucha por la igualdad y contra la discriminaci¨®n, que incluye el g¨¦nero pero tambi¨¦n la raza, la clase social... Las voces las recuperamos; nos liberamos del disfraz, empezamos a llamarnos por nuestros nombres verdaderos. Abandonamos el refugio de los ni?os perdidos. ?Nos permitir¨¢n levantar nuestra casa propia?
Elena Medel es escritora y editora. Su libro m¨¢s reciente es Todo lo que hay que saber sobre poes¨ªa (Ariel, 2018).
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