Llega el rascacielos desgastado
Jean Nouvel inaugura en Marsella una torre de viviendas que combina los tres colores de la bandera francesa desdibujados en la fachada
Jean Nouvel (Fumel, Francia, 1945) es un artista metido a arquitecto. Es tan artista que por no soportar la sensaci¨®n de parecer ¡°un pintor dominguero¡± mantuvo su pasi¨®n en secreto hasta que, cerca de cumplir setenta a?os, comenz¨® a exponer sus esculturas en galer¨ªas de arte como Gagosian o Patick Seguin. Con todo, su estudio catalog¨® de ¡°dise?os¡± esa serie de Morioirs y tr¨ªpticos coloreados que se vendieron en galer¨ªas de arte, pero es evidente que esas obras se mov¨ªan en la fina l¨ªnea que a veces separa la escultura del dise?o. O de la arquitectura.
Tal vez por eso, no es la primera vez que Nouvel utiliza la fachada de uno de sus edificios como si esta fuera lienzo. A veces lo ha logrado consiguiendo efectos de Op Art, como en la de la Torre Agbar de Barcelona. Otras, con mano de orfebre, como en la celos¨ªa que viste su torre de oficinas en Doha, y otras m¨¢s con un riesgo m¨¢s discutible ¡ªcomo ocurre en el Hotel Fira Renaissance de Barcelona donde las fachadas blancas est¨¢n agujereadas por ventanas con forma de palmera y las laterales incorporan estampados de dif¨ªcil clasificaci¨®n¡ª.
Nouvel suele asegurar que no le gustan los rascacielos aterrizados, que ¨¦l trabaja con el contexto y que el color le sirve para dialogar con un entorno siempre cambiante. As¨ª suced¨ªa, efectivamente, en la Torre Agbar, que cambiaba de color alcanzando un efecto inquietante para unos y glamuroso para otros. Y as¨ª ocurre, de nuevo, en La Marseillaise, un rascacielos de 135 metros de altura que convive con el pionero que Zaha Hadid levantara para la naviera CMA CGM en el Puerto industrial de Marsella.
En plena reconversi¨®n de zona portuaria al nuevo barrio de negocios de la segunda ciudad francesa, Les Quais d¡¯Arenc ya han vivido varias transformaciones. Pasaron de ser una zona de veraneo en el siglo XIX a convertirse en un vecindario popular para terminar formando parte del puerto, ya en el siglo XX. All¨ª, en un ¨¢rea urbana en transformaci¨®n, Nouvel ha echado mano de los colores franceses que, asegura, sirven para retratar tambi¨¦n el lugar. As¨ª, el azul, -atenci¨®n no del mar sino del cielo-, se combina con el blanco de los macizos del parque natural de Colanques y con el rojizo de los tejados de la vieja Marsella. El resultado es un inmueble que se desdibuja ¡°como los mejores croquis¡±, apostilla el arquitecto. Y es cierto que es justo ese juego crom¨¢tico que se construye y destruye lo que marca la identidad de una torre singular por el uso de la fibra de cemento, las sombras que genera su estructura y el uso de un material industrial ¡ªel Ductal¡ª aplicado aqu¨ª por primera vez a una fachada. Al final, la finura del trabajo del acero ¨Ctambi¨¦n marca de la casa del estudio de Nouvel- es lo que contrasta, y casi parece contradecir, la gran marca que deja la escala del edificio en una ciudad m¨¢s extendida que crecida que todav¨ªa vive a ras de suelo.
Por eso, la pintura como ligera mancha, o velo, se convierte en este edificio en un acabado m¨¢s resistente al paso del tiempo y m¨¢s capaz de diferenciarse en un entorno en el que se van sumando rascacielos urbanos. Como unos viejos vaqueros, el nuevo rascacielos de Nouvel llega sin oler a nuevo. Aparece en un enclave donde ya parece pertenecer. Y desdibuja su solidez cambiando de color como respuesta al clima, a la luz y el momento del d¨ªa.
Esa idea de la fachada como lienzo es la respuesta de este arquitecto a ¡°los muros cortina demasiado brillantes que proliferan por todas las ciudades del mundo¡±. Ese recurso, que, en esta ocasi¨®n, tan bien ha sabido trabajar Nouvel, contrasta con la desnudez, cruda y sin embargo sensual que el proyectista reserva para sus interiores donde el m¨¢ximo confort se al¨ªa con la expresividad de los materiales sin pulir que ¨¦l llama ¡°hormig¨®n desarmado¡±.
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