Sobre la democracia en Europa
Sin el renacimiento democr¨¢tico, las "¨¦lites dirigentes" seguir¨¢n aisl¨¢ndose de la experiencia infinitamente rica y diversa de las vidas de las personas que ser¨¢n presas de los demagogos
?Puede continuar la "construcci¨®n" europea seg¨²n su actual evoluci¨®n? Desde el a?o 2005 y el fracaso del proyecto de Tratado constitucional, Europea se ha venido desmoronando, pero nada parece capaz de despertar a sus l¨ªderes de su sue?o dogm¨¢tico. Nada, ni los repetidos fracasos electorales, ni la fractura econ¨®mica entre pa¨ªses de la zona del euro, ni el rescate por los contribuyentes de los banqueros irresponsables, ni la agon¨ªa que tuvo que soportar Grecia, ni la incapacidad de encontrar una respuesta com¨²n a los flujos migratorios, ni el Brexit, ni la d¨¦bil respuesta a los dictados norteamericanos impuestos sin tener en cuenta los tratados, ni el incremento de la pobreza, de las desigualdades, de los nacionalismos y de la xenofobia, han logrado abrir un debate democr¨¢tico a escala europea sobre la profunda y preocupante crisis que atraviesa la Uni¨®n Europea y c¨®mo resolverla.
Naturalmente, a falta de un espacio de debate p¨²blico europeo las pol¨ªticas de la Uni¨®n solo puede debatirse a escala nacional. Y puesto que ¨¦ste no es el nivel en el que se deciden las pol¨ªticas europeas, no hay otro remedio que debatir sobre si esas pol¨ªticas europeas deben ser "soportadas", pese a ser disfuncionales, o abandonarlas. Albert Hirschman demostr¨® en un libro famoso que los miembros de una instituci¨®n en crisis o en declive disponen de tres opciones: pueden criticarla para reformarla desde dentro (voice), pueden abandonarla (exit), o no pueden ni criticarla ni abandonarla, aunque est¨¦n insatisfechos, sino permanecer por lealtad (loyalty) (Albert O. Hirschman, Exit, Voice and Loyalty. Response to Decline in Firms, Organizationsand States, Harvard Univ. Press, 1970). Dado que los ciudadanos europeos no tienen poder de voto sobre los verdaderos ¨®rganos decisorios de la Uni¨®n Europea (Comisi¨®n, Tribunal de Justicia, Consejo, Banco Central) se sienten privados de ¡°voz¡± y obligados a elegir entre el abandono o la lealtad. Por ello los "debates" sobre la Uni¨®n Europea en los Estados miembros son invariablemente enfrentamientos caricaturescos entre los "pro" y "anti" europeos. Todos los que critican el funcionamiento de la UE son calificados de "anti¡±. Su n¨²mero aumenta d¨ªa a d¨ªa, engrosado por el crecimiento de los partidos y gobiernos etnonacionalistas.
Consideramos que esa l¨®gica binaria es falsa y suicida. No es cierto que no haya otra alternativa m¨¢s que apoyar ciegamente a las instituciones europeas o rechazarlas por completo. Este falso dilema entre ¡°eur¨®latras¡± y ¡°euronihilistas¡±, que impide concebir cualquier posibilidad de reforma democr¨¢tica de la Uni¨®n Europea, solo conduce a su lenta descomposici¨®n, generando tensiones y violencias identitarias en ese proceso de destrucci¨®n. Sin embargo, resulta m¨¢s necesario que nunca la solidaridad europea para hacer frente a la interdependencia de los Estados en ¨¢reas tales como el medio ambiente, la migraci¨®n, las nuevas tecnolog¨ªas o los equilibrios geopol¨ªticos en el mundo. No somos "expertos" que decimos a los pueblos o a sus dirigentes qu¨¦ hacer. Somos investigadores de diversas opiniones pol¨ªticas que, estudiando el funcionamiento de la Uni¨®n Europea desde la perspectiva de diferentes Estados miembros, compartimos el mismo diagn¨®stico alarmante sobre su funcionamiento.
La raz¨®n principal de la desafecci¨®n creciente de la Uni¨®n Europea es el divorcio entre los valores que proclama y las pol¨ªticas que aplica. Sus valores est¨¢n proclamados por la Carta de los Derechos Fundamentales, seg¨²n la cual: ¡°la Uni¨®n est¨¢ fundada sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, y se basa en los principios de la democracia y el Estado de Derecho". Su fracaso m¨¢s flagrante afecta al principio de democracia, pero tambi¨¦n es obvio respecto del principio de solidaridad.
En 1957 Pierre Mend¨¨s-France pronunci¨® un discurso en el que denunciaba el peligro que la construcci¨®n europea podr¨ªa representar para la democracia. "La abdicaci¨®n de la democracia¡±, dijo, puede producirse de dos maneras, ya sea a trav¨¦s del recurso a una dictadura interna mediante la entrega de todos los poderes a un hombre providencial, o mediante la delegaci¨®n de estos poderes en una autoridad externa que, en nombre de la t¨¦cnica, ejercer¨¢ de hecho el poder pol¨ªtico, porque en nombre de una econom¨ªa sana es f¨¢cil dictar una pol¨ªtica monetaria, presupuestaria, social; en fin, "una pol¨ªtica", en el sentido m¨¢s amplio del t¨¦rmino, nacional e internacional (Pierre Mend¨¨s-France, Discurso de 18 de enero de 1957 en la Asamblea nacional con motivo del debate sobre la ratificaci¨®n del Tratado de Roma,?Journal Officiel de la R¨¦publique Fran?aise, 19 enero 1957, n? 4, p. 166).
Los hechos lamentablemente le han dado la raz¨®n. En 2009, en su decisi¨®n sobre el Tratado de Lisboa, el Tribunal Constitucional alem¨¢n denunci¨® muy claramente la falta de democracia de la UE. Nos record¨® que la democracia es un r¨¦gimen en el que "el pueblo ha de poder designar al gobierno y al poder legislativo por sufragio libre e igual. Este n¨²cleo esencial puede complementarse por la posibilidad de refer¨¦ndums sobre cuestiones sustantivas (...). En una democracia, la decisi¨®n del pueblo es determinante de la atribuci¨®n y de la conservaci¨®n del poder pol¨ªtico: todo gobierno democr¨¢tico conoce el temor a perder el poder en caso de no reelecci¨®n". Nada de esto existe en la Uni¨®n, que no celebra elecciones permitiendo que una oposici¨®n se estructure y gane el poder sobre un programa de gobierno alternativo. En un libro reciente ¡ªtitulado Europa s¨ª, pero ?cu¨¢l?¡ª, un antiguo miembro de aquel Tribunal, el eminente jurista y erudito Dieter Grimm, atribuy¨® el d¨¦ficit democr¨¢tico de Europa a la inclusi¨®n en los Tratados de decisiones de pol¨ªtica econ¨®mica que normalmente deber¨ªan resultar de la deliberaci¨®n (y de la alternancia) pol¨ªtica (Dieter Grimm, Europa ja ¨C aber welches?: Zur Verfassung der europ?ischen Demokratie, Beck, 2016, p. 288).
Esta "hiperconstitucionalizaci¨®n" coloca a la Uni¨®n en contradicci¨®n con los valores y principios que proclama y la abandona a configurarse como lo que J¨¹rgen Habermas ha llamado un "federalismo ejecutivo posdemocr¨¢tico" (J¨¹rgen Habermas, Zur Verfassung Europas suhrkamp 2011, pp. 48-82). Ya en 1939 Friedrich Hayek, uno de los te¨®ricos del neoliberalismo, preconizaba que una Federaci¨®n de Estados basada en ¡°las fuerzas impersonales del mercado" ser¨ªa la mejor organizaci¨®n para proteger esas fuerzas frente a "interferencias legislativas" de los gobiernos democr¨¢ticamente elegidos en sus Estados miembros ¡ªespecialmente en materia monetaria, social, de bienestar y fiscal¡ª , con la ventaja de disolver cualquier tipo de sentimiento de solidaridad, social o nacional (Friedrich A. Hayek, ¡°The Economic Conditions of Interstate Federalism¡±, The New CommonwealthQuaterly, vol. v, n? 2, septiembre, 1939, pp. 131-149).
De hecho, la corrosi¨®n de los sistemas de solidaridad, ya sean los servicios p¨²blicos, el derecho del trabajo o de la seguridad social, es uno de los efectos m¨¢s visibles de la "integraci¨®n europea", y el primer factor de su desintegraci¨®n. Tambi¨¦n aqu¨ª la Uni¨®n Europea ha traicionado sus valores, especialmente desde la proclamaci¨®n del principio de solidaridad por la Carta de los Derechos Fundamentales de la Uni¨®n Europea, que se extiende a la protecci¨®n del medio ambiente, y ha sido uno de los aspectos m¨¢s innovadores de dicha Carta. Pero ya desde finales de los a?os 90, algunos autores (J. Weiler, F. Scharpf) hab¨ªan puesto de relieve la asimetr¨ªa en el proceso de construcci¨®n europea, entre, su capacidad creciente para desmantelar las solidaridades nacionales en nombre de libertades econ¨®micas y su incapacidad para crear solidaridades a nivel europeo que garantizasen a dicha construcci¨®n legitimidad pol¨ªtica y cohesi¨®n social. Con el papel preeminente que ahora se concede en Europa a las "fuerzas impersonales del mercado" la solidaridad debe ser tratada como un obst¨¢culo, que ha ser eliminado o reducido.
Cada vez m¨¢s sometida a los lobbys o grupos de presi¨®n que escapan al control democr¨¢tico, la Uni¨®n Europea sigue organizando la carrera a la baja entre sus Estados miembros en materia de regulaci¨®n del trabajo, del bienestar, de la fiscalidad y de protecci¨®n del medio ambiente. Tras renunciar a edificar una "Europa social" y traicionar su promesa de mejorar ¡°las condiciones de vida y de trabajo, a fin de conseguir su equiparaci¨®n por la v¨ªa del progreso¡±, la Uni¨®n Europea ha rebajado sus ambiciones, conform¨¢ndose con un "pilar de derechos sociales", umbral m¨ªnimo de protecci¨®n destinado a las v¨ªctimas de las "flexibilizaciones de los mercados laborales¡±, que promueve, sin embargo, sin descanso. La ¨²nica solidaridad que ha funcionado eficazmente en Europa es la que ha permitido salvar un sistema bancario en quiebra, inund¨¢ndolo de liquidez seg¨²n un plan de rescate acordado, transfiriendo sus p¨¦rdidas a los contribuyentes europeos y provocando la ca¨ªda de pa¨ªses enteros en la pobreza . Ning¨²n proyecto serio de reforma del sistema bancario se vincul¨® a esas intervenciones y los l¨ªderes europeos ni siquiera pensaron en pedir responsabilidades a los bancos, y en concreto a la Banca Goldman Sachs que, en el caso griego, hab¨ªa contribuido al maquillaje de las cuentas p¨²blicas. Pero no debe olvidarse que muchos l¨ªderes europeos hab¨ªan trabajado para ese Banco en el pasado, que se ha asegurado tambi¨¦n los servicios de un ex Presidente de la Comisi¨®n Europea.
No obstante las ilusiones neoliberales, ninguna sociedad humana puede perdurar sin solidaridad y sin ning¨²n otro proyecto com¨²n que la competencia entre sus miembros. A menos que se instituyan democr¨¢ticamente, las solidaridades resurgen sobre bases identitarias, ¨¦tnicas o religiosas, allanando el camino a los demagogos y a la violencia. En todo el mundo, desde Estados Unidos a la India, el Reino Unido u otros pa¨ªses europeos, los demagogos prosperan denunciando las desigualdades sociales de las que culpan a la presencia de los extranjeros, sin abordar sus causas econ¨®micas reales, ya que comparten el mismo credo neoliberal que sus oponentes partidarios de "las fronteras abiertas¡±. Estos ¨²ltimos consideran el apego a la diversidad de herencias hist¨®ricas y culturales como un arca¨ªsmo y promueven un mundo uniforme y l¨ªquido, del que ser¨ªan los misioneros inspirados.
Cabe recordar que la sangrienta experiencia de dos guerras mundiales llev¨® a la comunidad internacional a afirmar, sin ambig¨¹edades, en dos textos clave, primero en la Constituci¨®n de la OIT en 1919 y, despu¨¦s, en la Declaraci¨®n de Filadelfia en 1944, que "una paz duradera solo puede ser establecida sobre la base de la justicia social". Una paz duradera fue tambi¨¦n el objetivo perseguido por los fundadores de la Comunidad Econ¨®mica Europea, pero sosten¨ªan que el desv¨ªo econ¨®mico de un mercado com¨²n, que producir¨ªa autom¨¢ticamente un ¡°espacio de libertad, seguridad y justicia, llevar¨ªa por s¨ª mismo a la unificaci¨®n pol¨ªtica de Europa. Lamentablemente este desv¨ªo econ¨®mico se ha convertido en un fin en s¨ª mismo, y la tard¨ªa consagraci¨®n jur¨ªdica de otros valores por los Tratados y las Cartas todav¨ªa no ha logrado anteponer los intereses de la sociedad a los intereses econ¨®micos.
La cuesti¨®n es, pues, saber si los principios de dignidad, democracia y solidaridad consagrados en la Carta y en los Tratados son una fachada, un maquillaje jur¨ªdico destinado a dar rostro humano a las "fuerzas impersonales del mercado", o si a¨²n es posible canalizar esas fuerzas, "incrustar" el mercado en la sociedad europea y subordinarlo a sus principios. Esta es la cuesti¨®n crucial que debemos abordar en las pr¨®ximas elecciones europeas. Confiamos en que todav¨ªa sea posible insuflar nueva vida a la Uni¨®n Europea, manteniendo la primac¨ªa de los ideales que proclama sobre el dogma econ¨®mico y monetario que conduce a su destrucci¨®n.
La Uni¨®n Europea solo recuperar¨¢ su credibilidad y legitimidad si se afirma como una Europa de cooperaci¨®n y no de competencia. Una Uni¨®n basada en la fortaleza de la extraordinaria diversidad de sus lenguas y culturas, en lugar de tratar de aplanarlas o estandarizarlas. Una Uni¨®n de proyectos abierta a la solidaridad continental para enfrentar los desaf¨ªos -y solo estos- que ning¨²n Estado puede afrontar pos s¨ª solo. Una Uni¨®n en la que la solidaridad debe ejercerse tanto internamente, entre los Estados miembro, como externamente, a trav¨¦s de acuerdos de cooperaci¨®n con otros pa¨ªses que comparten objetivos comunes, empezando por nuestros vecinos m¨¢s cercanos. Dado su poder de mercado, solo la Uni¨®n puede combatir eficazmente lo que Franklin Roosevelt llam¨® " dinero organizado", separando la banca minorista de la banca de inversi¨®n y de la banca corporativa y limitando su poder de creaci¨®n de dinero. Solo la Uni¨®n puede obligar a los operadores econ¨®micos, de cualquier nacionalidad, que act¨²an en el continente a cumplir las normas que se enfrentan a graves peligros ecol¨®gicos, a las desigualdades crecientes, y a una competencia destructiva entre reg¨ªmenes fiscales que conduce al deterioro de las instalaciones y servicios p¨²blicos y de las infraestructuras viales y ferroviarias. Solo la Uni¨®n Europea puede crear un marco jur¨ªdico com¨²n que promueva el desarrollo, entre los Estados y el mercado, de la econom¨ªa social y solidaria, de los bienes comunes y de las m¨²ltiples formas de solidaridad civil.
En el ¨¢mbito de la tecnolog¨ªa, solo la Uni¨®n est¨¢ en condiciones de apoyar a las principales empresas europeas comprometidas con la preservaci¨®n de los derechos fundamentales frente a las pr¨¢cticas monopolistas de GAFA en la actualidad y de empresas chinas en el futuro. Solo ella puede organizar una respuesta jur¨ªdica seria a la aplicaci¨®n extraterritorial de la legislaci¨®n estadounidense a las empresas europeas. Y solo ella tiene los medios para concertar alianzas estrat¨¦gicas con los pa¨ªses de ?frica que no los conduzcan a los desastres ecol¨®gicos y sociales del neoliberalismo, sino que les permita definir sus propias v¨ªas de un de desarrollo sostenible basadas en lo mejor de su herencia cultural. La Uni¨®n Europea es la ¨²nica que puede proponer una respuesta equilibrada a la crisis migratoria, sin ceder un ¨¢pice a los demagogos sobre el respeto de la dignidad y de los derechos de los inmigrantes y solicitantes de asilo, y al tiempo contribuir a concretar las medidas que permitan a las personas ¡ªsean senegaleses, italianos, malinienses, tunecinos o griegos¡ª, vivir decentemente de su trabajo en su propios sin tener que exiliarse.
La refundaci¨®n de la Uni¨®n sobre los principios que proclama y las tradiciones constitucionales comunes de los Estados miembro exige, como primera condici¨®n, no s¨®lo la restauraci¨®n, sino la profundizaci¨®n de la democracia en todos los niveles ¡ªlocal, nacional y europeo¡ª de la toma de decisiones pol¨ªtica. En este proyecto se han avanzado ya ideas interesantes por Michel Aglietta y Nicolas Leron que, volviendo a las fuentes de la democracia representativa (no taxation without representation), proponen dotar a la Uni¨®n de recursos presupuestarios propios (gravando las transacciones financieras), destinados a los objetivos de desarrollo sostenible establecidos y supervisados por el Parlamento Europeo. Sim¨¦tricamente los Estados miembros recuperar¨ªan el control de sus propias decisiones presupuestarias, sin las que su vida democr¨¢tica se ve privada de contenido (M. Aglietta y N.Leron, La double d¨¦mocratie. Une Europe politique pour la croissance, Paris, Seuil, 2017. P. 197). Esta desvitalizaci¨®n afecta en cascada a todas las formas de democracia local y social, cuyos recursos son drenados por los gobiernos obsesionados por seguir la gobernanza de las cifras que rige la Eurozona.
Como ha se?alado ?tienne Balibar, no se trata de un retorno o de una restauraci¨®n de las formas tradicionales de democracia, sino de un verdadero renacimiento de la democracia en todos los niveles de la vida pol¨ªtica (E. Balibar, Union Europ¨¦enne. Europe, D¨¦mocratie, Ed. du bord de l?eau, Lormont, 2016, p.326). Sin el renacimiento democr¨¢tico, las "¨¦lites dirigentes" seguir¨¢n aisl¨¢ndose de la experiencia infinitamente rica y diversa de las vidas de las personas que ser¨¢n presa de los demagogos.
Publicado en diversos grandes peri¨®dicos europeos, este texto es el resultado de un debate colectivo, en el marco del Coloquio "Revisiter les solidarit¨¦s en Europe", celebrado los d¨ªas 18 y 19 de junio de 2018 en el Coll¨¨ge de France.
Traducci¨®n de M.E. Casas.?
Firmantes:?
Alain SUPIOT, Profesor, Coll¨¨ge de France
Andrea ALLAMPRESE, Profesor, Universidad de M¨®dena y Reggio Emilia
Irena BORUTA, Profesora, Universidad Cardinal Wyszynski, Varsovia
Maria E. CASAS BAAMONDE, Profesora, Universidad Complutense, Madrid
Christina DELIYANNI DIMITRAKOU, Profesora, Universidad Aristote, Thessalonica,
Franciszek DRAUS, Investigador en ciencias pol¨ªticas, Berlin.
Ota DE LEONARDIS, Profesora, Universidad Bicocca, Mil¨¢n
Paul MAGNETTE, Profesor, Universidad Libre, Bruselas
Antonio MONTEIRO FERNANDES, Profesor, Instituto Universitario de Lisboa
Ulrich M?CKENBERGER, Profesor, Universidad de Hamburgo.
Fernando VASQUEZ, Ex-miembro de la Direcci¨®n de Asuntos sociales de la Comisi¨®n Europea
Laurence BURGORGUE-LARSEN, Profesora, Escuela de derecho de la Sorbona
Ga?l GIRAUD, Director de investigaci¨®n del CNRS
Alexandre MAITROT DE LA MOTTE, Profesor, Universidad Paris-Est Cr¨¦teil
B¨¦atrice PARANCE, Profesora, Universidad UPL Paris 8 Vincennes Saint-Denis
?tienne PATAUT, Profesor, Escuela de derecho de la Sorbona
Claude-Emmanuel TRIOMPHE, Consejero del Alto comisario para la participaci¨®n c¨ªvica.
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