J¨¹rgen Habermas: ¡°?Por Dios, nada de gobernantes fil¨®sofos!¡±
A punto de cumplir 89 a?os, el fil¨®sofo vivo m¨¢s influyente del mundo est¨¢ en plena forma. El viejo profesor alem¨¢n, disc¨ªpulo de Adorno y superviviente de la Escuela de Fr¨¢ncfort, mantiene un pulso de hierro en sus juicios sobre las cuestiones esenciales de ahora y de siempre, que sigue destilando en libros y art¨ªculos. Los nacionalismos, la inmigraci¨®n, Internet, la construcci¨®n europea y la crisis de la filosof¨ªa son algunos de los temas tratados durante este encuentro en su casa de Starnberg.
EN TORNO AL LAGO de Starnberg, a unos 50 kil¨®metros de M¨²nich, se arraciman sucesivas hileras de chalets estilo alpino. La ¨²nica excepci¨®n a la apabullante dosis de melancol¨ªa, madera oscura y flores en los balcones surge en forma de un bloque blanco y compacto de esquinas suaves, con ventanas grandes y cuadradas como ¨²nica concesi¨®n a la sobriedad. Es el racionalismo hecho arquitectura en el pa¨ªs de Heidi. La Bauhaus y su modernidad rabiosa en medio de la Baviera eterna y conservadora. Una min¨²scula placa blanca sobre una puerta azul confirma que ah¨ª vive J¨¹rgen Habermas (D¨¹sseldorf, 1929), sin duda el fil¨®sofo vivo m¨¢s influyente del mundo por trayectoria, obra publicada y actividad fren¨¦tica aun hoy, cuando falta mes y medio para que cumpla 89 a?os. Su esposa desde hace m¨¢s de 60 a?os, la historiadora Ute Wesselhoeft, recibe en el peque?o vest¨ªbulo y solo tarda unos segundos en girar la cabeza y exclamar: ¡°?J¨¹rgen, los se?ores de Espa?a han llegado!¡±. Ambos habitan esta casa desde 1971, cuando Habermas pas¨® a dirigir el Instituto Max Planck de Ciencias Sociales.
¡°No puede haber intelectuales comprometidos?si ya no hay lectores a los que seguir llegando con argumentos¡±
El disc¨ªpulo y asistente de Theodor Adorno, adem¨¢s de miembro insigne de la segunda generaci¨®n de la Escuela de Fr¨¢ncfort y antiguo catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad ?Goethe de Fr¨¢ncfort avanza desde su estudio, una coqueta leonera de papeles y libros en estado de caos cuyos ventanales dan a un bosque. Da la mano con fuerza. Es muy alto, camina muy recto y tiene una espectacular mata de pelo blanco como la nieve. Saluda afable e invita a sentarse en uno de los grandes sof¨¢s. La estancia est¨¢ decorada en tonos blancos y arena y acoge una peque?a colecci¨®n de arte moderno que incluye pinturas de Hans Hartung, Eduardo Chillida, Sean Scully y G¨¹nter Fruhtrunk, y esculturas de Oteiza y Mir¨® (esta ¨²ltima simboliza el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales recibido en 2003). Se abre imponente al visitante la biblioteca de Habermas, que aloja viejos vol¨²menes de Goethe y de H?lderlin, de Schiller y de Von Kleist, y filas enteras de obras de Engels, Marx, Joyce, Broch, Walser, Hermann Hesse y G¨¹nter Grass, entre otra infinidad de escritores y pensadores.
El autor de obras imprescindibles del pensamiento, la sociolog¨ªa y la ciencia pol¨ªtica del siglo XX como Historia y cr¨ªtica de la opini¨®n p¨²blica, Conocimiento e inter¨¦s, El espacio p¨²blico, Discurso filos¨®fico de la modernidad o Teor¨ªa de la acci¨®n comunicativa intercambia con El Pa¨ªs Semanal impresiones acerca de algunos de los temas que le han preocupado durante seis d¨¦cadas y le siguen preocupando. Con una excepci¨®n: el entrevistado prefiri¨® esquivar toda cuesti¨®n relacionada con el pasado nazi de su pa¨ªs y con su propia experiencia al respecto (fue miembro de las Juventudes Hitlerianas ¡ªcomo tantos compatriotas suyos, obligado¡ª). Habermas est¨¢ enfadado. ¡°S¨ª¡, sigo enfadado con algunas de las cosas que ocurren en el mundo. Eso no es malo, ?no?¡±, bromea.
Profesor Habermas, se habla mucho de la decadencia de la figura del intelectual comprometido. ?Considera justo ese juicio? ?No es a menudo un mero tema de conversaci¨®n entre los propios intelectuales? Para la figura del intelectual, tal como la conocemos en el paradigma franc¨¦s, desde Zola hasta Sartre y Bourdieu, fue determinante una esfera p¨²blica cuyas fr¨¢giles estructuras est¨¢n experimentando ahora un proceso acelerado de deterioro. La pregunta nost¨¢lgica de por qu¨¦ ya no hay intelectuales est¨¢ mal planteada. No puede haberlos si ya no hay lectores a los que seguir llegando con sus argumentos.
?Puede pensarse que Internet ha acabado por diluir esa esfera p¨²blica que quiz¨¢ garantizaban los grandes medios tradicionales y que eso ha afectado a la repercusi¨®n de los fil¨®sofos y los pensadores? S¨ª. Desde Heinrich Heine, la figura hist¨®rica del intelectual ha ganado altura de la mano de la esfera p¨²blica liberal en su configuraci¨®n cl¨¢sica. Sin embargo, esta vive de unos supuestos culturales y sociales inveros¨ªmiles, principalmente de la existencia de un periodismo despierto, con unos medios de referencia y una prensa de masas capaz de dirigir el inter¨¦s de la gran mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa hacia temas relevantes para la formaci¨®n de opini¨®n pol¨ªtica. Y tambi¨¦n de la existencia de una poblaci¨®n lectora que se interesa por la pol¨ªtica y tiene un buen nivel educativo, acostumbrada al conflictivo proceso de formaci¨®n de opini¨®n, que saca tiempo para leer prensa independiente de calidad. Hoy en d¨ªa, esta infraestructura ya no est¨¢ intacta. Si acaso, que yo sepa, se mantiene en pa¨ªses como Espa?a, Francia y Alemania. Pero tambi¨¦n en ellos el efecto fragmentador de Internet ha desplazado el papel de los medios de comunicaci¨®n tradicionales, en todo caso entre las nuevas generaciones. Antes de que entrasen en juego estas tendencias centr¨ªfugas y atomizadoras de los nuevos medios, la desintegraci¨®n de la esfera ciudadana ya hab¨ªa empezado con la mercantilizaci¨®n de la atenci¨®n p¨²blica. Estados Unidos y su dominio exclusivo de la televisi¨®n privada es un ejemplo espeluzante. Ahora, los nuevos medios de comunicaci¨®n practican una modalidad mucho m¨¢s insidiosa de mercantilizaci¨®n. En ella, el objetivo no es directamente la atenci¨®n de los consumidores, sino la explotaci¨®n econ¨®mica del perfil privado de los usuarios. Se roban los datos de los clientes sin su conocimiento para poder manipularlos mejor, a veces incluso con fines pol¨ªticos perversos, como acabamos de saber a trav¨¦s del esc¨¢ndalo de Facebook.
¡°La ¨²nica forma de hacer frente?a las oleadas mundiales?de emigraci¨®n ser¨ªa combatir?sus causas econ¨®micas?en los pa¨ªses de origen¡±
?No cree que Internet, m¨¢s all¨¢ de sus indiscutibles ventajas, ha forjado una especie de nuevo analfabetismo? Usted se refiere a las controversias agresivas, las burbujas y los bulos de Donald Trump en sus tuits. De este individuo no se puede decir siquiera que est¨¦ por debajo del nivel de la cultura pol¨ªtica de su pa¨ªs. Trump destruye ese nivel permanentemente. Desde la invenci¨®n del libro impreso, que convirti¨® a todas las personas en lectores en potencia, tuvieron que pasar siglos hasta que toda la poblaci¨®n aprendi¨® a leer. Internet, que nos convierte a todos en autores en potencia, no tiene m¨¢s que un par de d¨¦cadas de edad. Es posible que con el tiempo aprendamos a manejar las redes sociales de manera civilizada. Internet ya ha abierto millones de nichos subculturales ¨²tiles en los que se intercambia informaci¨®n fiable y opiniones fundadas. Pensemos no solo en los blogs de cient¨ªficos que intensifican su labor acad¨¦mica por este medio, sino tambi¨¦n, por ejemplo, en los pacientes que sufren una enfermedad rara y se ponen en contacto con otra persona en su misma situaci¨®n de continente a continente para ayudarse mutuamente con sus consejos y su experiencia. Se trata, sin duda, de grandes beneficios de la comunicaci¨®n, que no sirven solo para aumentar la velocidad de las transacciones burs¨¢tiles y de los especuladores. Yo soy demasiado viejo para juzgar el impulso cultural que originar¨¢n los nuevos medios. Lo que me irrita es el hecho de que se trata de la primera revoluci¨®n de los medios en la historia de la humanidad que sirve ante todo a fines econ¨®micos, y no culturales.
En el paisaje hipertecnologizado de hoy, donde triunfan los mal llamados saberes ¨²tiles, ?qu¨¦ vigencia y sobre todo qu¨¦ futuro tiene la filosof¨ªa? Mire, soy de la anticuada opini¨®n de que la filosof¨ªa deber¨ªa seguir intentando responder a las preguntas de Kant: ?qu¨¦ puedo saber?, ?qu¨¦ debo hacer?, ?qu¨¦ me es dado esperar? y ?qu¨¦ es el ser humano? Sin embargo, no estoy seguro de que la filosof¨ªa, tal como la conocemos, tenga futuro. Actualmente sigue, como todas las disciplinas, la corriente hacia una especializaci¨®n cada vez mayor. Y eso es un callej¨®n sin salida, porque la filosof¨ªa deber¨ªa tratar de explicar la totalidad, contribuir a la explicaci¨®n racional de nuestra manera de entendernos a nosotros mismos y al mundo.
?Qu¨¦ queda de su vieja filiaci¨®n marxista? ?Sigue siendo J¨¹rgen Habermas un hombre de izquierdas? Llevo 65 a?os trabajando y luchando en la universidad y en la esfera p¨²blica a favor de postulados de izquierdas. Si desde hace un cuarto de siglo abogo por la profundizaci¨®n pol¨ªtica de la Uni¨®n Europea, lo hago con la idea de que solamente ese r¨¦gimen continental podr¨ªa domar un capitalismo que se ha vuelto salvaje. Jam¨¢s he dejado de criticar al capitalismo, pero tampoco de ser consciente de que no bastan los diagn¨®sticos a vuelapluma. No soy de esos intelectuales que disparan sin apuntar.
Kant + Hegel + Ilustraci¨®n + marxismo desencantado = Habermas. ?Le sirve esta ecuaci¨®n para despejar la ¡°x¡± de su ideolog¨ªa y de su pensamiento? Si hay que expresarlo en estilo telegr¨¢fico, estoy de acuerdo, aunque no sin una pizca de la dial¨¦ctica negativa de Adorno¡
Usted acu?¨® en 1986 el concepto pol¨ªtico del patriotismo constitucional, que hoy suena casi medicinal frente a otros supuestos patriotismos de himno y bandera. Es mucho m¨¢s dif¨ªcil ejercer el primero que los segundos, ?no? En 1984 pronunci¨¦ una conferencia en el Congreso espa?ol por invitaci¨®n de su presidente, y al acabar fuimos a comer a un restaurante hist¨®rico. Estaba, si no me equivoco, entre el Parlamento y la Puerta del Sol, en la acera de la izquierda. Sea como sea, durante la animada tertulia con nuestros impresionantes anfitriones ¡ªmuchos de ellos eran compa?eros socialdem¨®cratas que hab¨ªan participado en la redacci¨®n de la nueva Constituci¨®n del pa¨ªs¡ª, mi esposa y yo nos enteramos de que en ese local hab¨ªa tenido lugar la conspiraci¨®n para preparar la proclamaci¨®n de la Primera Rep¨²blica espa?ola en 1873. Al saberlo, experimentamos una sensaci¨®n totalmente diferente. El patriotismo constitucional necesita un relato apropiado para que tengamos siempre presente que la Constituci¨®n es el logro de una historia nacional.
Y en ese sentido, ?se considera usted un patriota? Me siento patriota de un pa¨ªs que, por fin, tras la Segunda Guerra Mundial, dio a luz una democracia estable, y a lo largo de las subsiguientes d¨¦cadas de polarizaci¨®n pol¨ªtica, una cultura pol¨ªtica liberal. No acabo de decidirme a declararlo y, de hecho, es la primera vez que lo hago, pero en este sentido s¨ª, soy un patriota alem¨¢n, adem¨¢s de un producto de la cultura alemana.
?De qu¨¦ cultura alemana? ?Solo hay una o hay culturas alemanas? Yo me siento orgulloso de esa cultura tambi¨¦n cuando de la segunda o la tercera generaci¨®n de inmigrantes turcos, iran¨ªes, griegos, o de donde quiera que hayan llegado, aparecen de repente en la esfera p¨²blica los cineastas, los periodistas y las locutoras de televisi¨®n m¨¢s fabulosos; los ejecutivos y los m¨¦dicos m¨¢s competentes, o los mejores literatos, pol¨ªticos, m¨²sicos o profesores. Todo ello constituye una demostraci¨®n palpable de la fuerza y la capacidad de regeneraci¨®n de nuestra cultura. El rechazo agresivo de los populistas de derechas contra las personas sin las cuales esa demostraci¨®n habr¨ªa sido imposible es una majader¨ªa.
¡°Macron me inspira respeto porque, en la paralizante escena actual, es el ¨²nico que se atreve a tener una perspectiva pol¨ªtica y que ha demostrado valor¡±
Creo que prepara un nuevo libro sobre la religi¨®n y su fuerza simb¨®lica y sem¨¢ntica como remedio a ciertas lagunas de la modernidad. ?Puede contarnos algo sobre ese proyecto? Bueno, la verdad es que este libro no trata tanto de religi¨®n como de filosof¨ªa. Yo espero que la genealog¨ªa de un pensamiento posmetaf¨ªsico desarrollado a partir de un discurso milenario sobre la fe y el conocimiento pueda contribuir a que una filosof¨ªa progresivamente degradada en ciencia no olvide su funci¨®n esclarecedora.
Hablando de religiones y de guerra de religiones y culturas¡ Teniendo en cuenta el actual nivel de intransigencia y los fundamentalismos de todo corte, ?cree que vamos a un choque de civilizaciones? ?Quiz¨¢ estamos ya inmersos en ¨¦l? En mi opini¨®n, esta tesis es totalmente err¨®nea. Las civilizaciones m¨¢s antiguas e influyentes se caracterizaron por las metaf¨ªsicas y las grandes religiones que estudi¨® Max Weber. Todas ellas poseen un potencial universalista, y por eso se levantaron sobre la base de la apertura y la inclusi¨®n. Lo cierto es que el fundamentalismo religioso es un fen¨®meno totalmente moderno. Se remonta a los desarraigos sociales que surgieron y siguen surgiendo a consecuencia del colonialismo, la descolonizaci¨®n y la globalizaci¨®n capitalista.
Escribi¨® en cierta ocasi¨®n que Europa deber¨ªa fomentar el auge de un islam ilustrado y europeo. ?Cree que lo est¨¢ haciendo? En la Rep¨²blica Federal de Alemania nos esforzamos por incluir en nuestras universidades la teolog¨ªa isl¨¢mica, de manera que podamos formar profesores de religi¨®n en nuestro propio pa¨ªs y no tengamos que seguir import¨¢ndolos de Turqu¨ªa o de otros lugares. Pero, en esencia, este proceso depende de que logremos integrar verdaderamente a las familias inmigrantes. No obstante, esto no alcanza ni mucho menos a las oleadas mundiales de emigraci¨®n. La ¨²nica manera de hacerles frente ser¨ªa combatir sus causas econ¨®micas en los pa¨ªses de origen.
?C¨®mo se hace eso? No me pregunte c¨®mo conseguirlo sin cambios en el sistema econ¨®mico mundial del capitalismo. Es un problema de siglos. No soy un experto, pero lea el libro de Stephan Lessenich Die Externalisierungsgesellschaft [La sociedad de la externalizaci¨®n] y ver¨¢ que el origen de las oleadas que ahora refluyen hacia Europa y el mundo occidental est¨¢ en estos mismos.
¡°Europa es un gigante econ¨®mico y un enano pol¨ªtico¡±. Firmado, J¨¹rgen Habermas. Nada parece haber ido a mejor tras el Brexit, el auge de populismos y extremismos, los movimientos neonazis, los intentos nacionalistas de escisi¨®n en Escocia o Catalu?a¡ La introducci¨®n del euro ha dividido la comunidad monetaria en norte y sur, en ganadores y perdedores. La causa es que las diferencias estructurales entre las regiones econ¨®micas nacionales no se pueden compensar si no se avanza hacia la uni¨®n pol¨ªtica. Faltan v¨¢lvulas, como por ejemplo la movilidad en un mercado laboral ¨²nico o un sistema de seguridad social com¨²n, y faltan competencias europeas para una pol¨ªtica fiscal com¨²n. A ello se a?ade el modelo pol¨ªtico neoliberal incorporado a los tratados europeos, que refuerza a¨²n m¨¢s la dependencia de los Estados nacionales con relaci¨®n a los mercados globalizados. El elevado desempleo juvenil en los pa¨ªses del sur es un esc¨¢ndalo que clama al cielo. La desigualdad ha aumentado en todos nuestros pa¨ªses y ha erosionado la cohesi¨®n de la ciudadan¨ªa. Entre los que consiguen adaptarse, se extiende el modelo econ¨®mico liberal que orienta la acci¨®n en beneficio propio; entre los que se encuentran en situaci¨®n precaria, cunden los miedos regresivos y las reacciones de ira irracionales y autodestructivas.
?Sigue de cerca el problema catal¨¢n? ?Cu¨¢l es su opini¨®n y su diagn¨®stico? Pero realmente, ?cu¨¢l es el motivo de que un pueblo culto y avanzado como Catalu?a desee estar solo en Europa? No lo comprendo. Me da la sensaci¨®n de que todo se reduce a cuestiones econ¨®micas¡ No s¨¦ lo que pasar¨¢. ?Usted qu¨¦ cree?
Creo que pensar en aislar pol¨ªticamente a una poblaci¨®n de en torno a dos millones de personas con aspiraciones independentistas no es realista. Y desde luego, no es sencillo¡ Est¨¢ claro que eso es un problema, s¨ª. Es demasiada gente.
J¨¹rgen Habermas habla con mucha dificultad debido a un defecto de nacimiento en forma de fisura de paladar y labio leporino. Una peque?a tragedia personal para alguien cuya misi¨®n filos¨®fica primordial ha sido poner en valor el lenguaje y la dimensi¨®n social y comunicativa del hombre como remedio de tantos males (todo ello recogido en su c¨¦lebre Teor¨ªa de la acci¨®n comunicativa). El viejo profesor se muestra realista y resignado cuando, mirando por la ventana, susurra: ¡°Ya no me gustan los grandes auditorios ni los grandes salones. No me entero bien de las cosas. Hay una cacofon¨ªa que me desespera¡±.
Profesor, ?considera los Estados-naci¨®n m¨¢s necesarios que nunca o por el contrario cree de alg¨²n modo que est¨¢n superados? Hum, quiz¨¢ no deber¨ªa decir esto, pero considero que los Estados-naci¨®n fueron algo que casi nadie se cre¨ªa pero que hubo que inventar en su tiempo por razones eminentemente pragm¨¢ticas.
Siempre culpamos a los pol¨ªticos del fracaso en la construcci¨®n europea, pero ?no tenemos los ciudadanos de a pie de la UE nuestra parte de culpa? ?De verdad creemos los europeos en la europeidad? Veamos, hasta ahora, los liderazgos pol¨ªticos y los gobiernos han llevado adelante el proyecto de manera elitista, sin incluir a las poblaciones de los pa¨ªses en estas complejas cuestiones. Tengo la impresi¨®n de que ni siquiera han familiarizado a los partidos pol¨ªticos ni a los diputados de los Parlamentos nacionales con la complicada materia de la pol¨ªtica europea. Bajo el lema ¡°mam¨¢ cuida de vuestro dinero¡±, Merkel y Sch?uble han protegido durante la crisis, de manera verdaderamente ejemplar, sus medidas contra la esfera p¨²blica.
?Conserva Alemania una vocaci¨®n de liderazgo europeo? ?Ha confundido Alemania a veces liderazgo con hegemon¨ªa? ?Y Francia? ?Qu¨¦ papel debe desempe?ar el pa¨ªs que lidera su adorado presidente Macron? Seguramente el problema ha sido, m¨¢s bien, que el Gobierno federal alem¨¢n ni siquiera ha tenido el talento ni la experiencia de una potencia hegem¨®nica. De lo contrario habr¨ªa sabido que no es posible mantener Europa unida sin tener en cuenta los intereses de los dem¨¢s Estados. En las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, la Rep¨²blica Federal ha actuado cada vez m¨¢s como una potencia nacionalista en el terreno econ¨®mico. En lo que respecta a Macron, sigue intentando persuadir a Merkel de que tiene que pensar en su imagen con vistas a los libros de historia.
?Qu¨¦ papel cree que puede jugar Espa?a en la mejora de la construcci¨®n europea? Espa?a simplemente tiene que respaldar a Macron.
En art¨ªculos recientes usted ha defendido con pasi¨®n la figura del presidente Macron, quien, por cierto, es fil¨®sofo como usted. ?Qu¨¦ es lo que m¨¢s le atrae de ¨¦l? ?Cree que es bueno que un l¨ªder pol¨ªtico sea un fil¨®sofo? ?Por Dios, nada de gobernantes fil¨®sofos! No obstante, Macron me inspira respeto porque, en la escena pol¨ªtica actual, es el ¨²nico que se atreve a tener una perspectiva pol¨ªtica; que, como persona intelectual y orador convincente, persigue las metas pol¨ªticas acertadas para Europa; que, en las circunstancias casi desesperadas de la contienda electoral, demostr¨® valor personal, y que, hasta ahora, desde su cargo de presidente, hace lo que dijo que iba a hacer. Y en una ¨¦poca de paralizante p¨¦rdida de identidad pol¨ªtica, he aprendido a apreciar estas cualidades personales en contra de mis convicciones marxistas.
Sin embargo, es imposible por ahora saber cu¨¢l es su ideolog¨ªa¡ en el caso de que la tenga. S¨ª, tiene usted raz¨®n. Hasta la fecha sigo sin ver claramente qu¨¦ convicciones subyacen tras la pol¨ªtica europea del presidente franc¨¦s. Me gustar¨ªa saber si al menos es un liberal de izquierdas convencido¡, y eso es lo que espero.
Esta entrevista, que pudo realizarse gracias a los buenos oficios del profesor y escritor Daniel Innerarity, es un cruce de caminos entre respuestas ofrecidas por escrito e intercambios de impresiones durante aquella ma?ana en Starnberg. Cuando la conversaci¨®n acab¨®, el ¨²nico superviviente de la segunda Escuela de Fr¨¢ncfort desapareci¨® de repente tras la puerta de la cocina de su casa. Volvi¨® dibujando en su cara una sonrisa c¨®mplice, con una botella de Rioja en una mano y otra de Riesling en la otra. Espa?a y Alemania, juntas en casa de Habermas.?
El guardi¨¢n de la conversaci¨®n
Tres invitados sentados a comer en casa de los Habermas equivale a ir directos al grano, es decir, al pensamiento, sin la distracci¨®n de una comida que haya que valorar. Enseguida la conversaci¨®n ocupaba toda la escena, y no el mon¨®logo que pod¨ªamos haber esperado, pues Habermas escuchaba y preguntaba m¨¢s de lo que interven¨ªa. Y eso que seguramente era el ¨²nico all¨ª con verdadero derecho a la grandeza, pero que, tal vez por tenerla, era el m¨¢s curioso de todos. Se ten¨ªa la sensaci¨®n de estar conversando con uno de los m¨¢s grandes, tal vez con el ¨²ltimo de esos intelectuales p¨²blicos que han gozado de una autoridad que en la era de las redes sociales y la inmediatez oportunista comenzamos a echar de menos. Me atrevo a decir que el legado de Habermas no ser¨¢ tanto su inmensa obra escrita como ese aprecio hacia lo p¨²blico y lo com¨²n, que es m¨¢s una virtud c¨ªvica, una actitud intelectual, que una teor¨ªa. Habermas es, antes que nada, un entusiasta de la conversaci¨®n, alguien convencido de que cuanto vale la pena ha sido el resultado de una empresa com¨²n, de lo que hemos dicho y hecho entre todos. Su preocupaci¨®n fundamental ha sido siempre c¨®mo proteger y mejorar ese espacio de la intersubjetividad porque es ah¨ª donde realizamos los verdaderos descubrimientos y, sobre todo, el lugar en el que se edifica la convivencia democr¨¢tica.
Formado en la tradici¨®n de la gran filosof¨ªa cl¨¢sica alemana, a la que quiso someter a la prueba del contraste con otras formulaciones m¨¢s modernas, como las teor¨ªas anal¨ªticas del lenguaje o las formulaciones republicanas de la democracia, Habermas posee una amplia cultura que no es tanto agregaci¨®n de informaciones, sino transversalidad que ha constituido como un di¨¢logo interior. En sus propuestas filos¨®ficas est¨¢n Kant, Marx y Adorno, pero no como piezas mudas de museo, sino como interlocutores a los que se puede poner a hablar con Austin, Derrida y Rawls. La totalidad no est¨¢ construida en la mente de Habermas como un sistema, sino como una conversaci¨®n de muchos interlocutores. Este gusto por las interpretaciones generales del mundo y la cultura es algo que parece extempor¨¢neo en una ¨¦poca de fragmentaci¨®n y especialismo. El primer obst¨¢culo al que ha de hacer frente quien pretenda elaborar algo as¨ª como una teor¨ªa general de las cosas es el escepticismo de quienes lo creen imposible o al menos no tan rentable como saberlo todo de casi nada. Habermas ha resistido siempre la posible acusaci¨®n de que preocuparse por la totalidad era una empresa arrogante o ingenua. Gracias a esa temeridad le debemos algo que, m¨¢s que una teor¨ªa, es un hilo conductor de su visi¨®n del mundo: situar al ser humano que dialoga en el centro de todas las soluciones.
Tal vez esa pasi¨®n por el argumento p¨²blico es lo que explica el sentido de responsabilidad que ha presidido su vida como intelectual p¨²blico. Su tarea como profesor e investigador es inseparable de su intervenci¨®n continua en los grandes debates que han tenido lugar en los ¨²ltimos decenios, ya fuera el uso p¨²blico de la historia, los riesgos de la intervenci¨®n gen¨¦tica o, m¨¢s recientemente, el modo como Europa deb¨ªa resolver sus crisis. Si Voltaire resum¨ªa todos nuestros deberes en que hemos de cultivar nuestro propio jard¨ªn, Habermas parec¨ªa haber traducido esa met¨¢fora en el cuidado de la conversaci¨®n. Nos daba as¨ª la lecci¨®n a los comensales de que el dominio p¨²blico no debe ser imaginado como un gigantesco y solemne debate entre los poderosos de este mundo, sino tambi¨¦n como una charla de sobremesa en la que por cierto no siempre est¨¢bamos de acuerdo.
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