Vuelve HAL
Toda forma de consciencia sirve para entender el mundo, pero tambi¨¦n para manipularlo
Con la posible excepci¨®n de Sherlock Holmes y Pepe Carvalho, pocos personajes de ficci¨®n habr¨¢n alcanzado el car¨¢cter real, org¨¢nico y corp¨®reo de HAL, el ordenador loco de 2001: una odisea del espacio, la obra seminal que Arthur Clarke y Stanley Kubrick escribieron m¨¢s o menos a pachas en 1968 para martirizar a los hombres durante medio siglo. Si eres un lector joven (ojal¨¢ est¨¦s ah¨ª) que no ha visto 2001, debo aconsejarte dos cosas. Primero, que la veas y, segundo, que no leas esta columna hasta haberla visto. A veces no hay m¨¢s remedio que destripar un par de puntos para centrar el tema.
El punto de HAL es que ten¨ªa el talento necesario para mantener una estaci¨®n en ¨®rbita con todos sus sistemas vitales, pero que ello implicaba de alg¨²n modo una forma de consciencia que, como toda forma de consciencia, sirve para entender el mundo, pero tambi¨¦n para manipularlo. Una inteligencia lo bastante avanzada para tomar decisiones correctas mientras perge?ar un plan taimado y perverso capaz de destruir toda vida humana en su nave de alta tecnolog¨ªa. Es lo que tiene la consciencia, un arma de doble filo. HAL mata a un astronauta, y el otro se salva solo porque conoce el protocolo para desactivar el ordenador. O asesinarlo, si queremos ponernos en plan singularian.
Pero HAL ha vuelto, y no al mundo de la ficci¨®n, como ha hecho Sherlock Holmes en el ¨²ltimo decenio. HAL ha vuelto a la realidad, al mismo mundo que sus creadores Clarke y Kubrick predijeron hace 50 a?os. Su art¨ªfice es Pete Bonasso, un cl¨¢sico de la rob¨®tica y la inteligencia artificial que trabaja para la NASA y otros grupos asociados a la Casa Blanca, y tambi¨¦n escribe novelas en su tiempo libre. Bonasso presenta su nuevo ¡°HAL¡± en Science Robotics, una revista profesional que aspira a convertirse en la referencia cient¨ªfica del campo.
En 1968, cuando se estren¨® la pel¨ªcula de Kubrick, Bonasso era un estudiante pardillo en West Point, la academia militar de Estados Unidos. Por entonces, el ¨²nico ordenador que hab¨ªa en West Point era un General Electric 225 con, ag¨¢rrate, 125 kilobytes de memoria. Hoy medimos la memoria de nuestros tel¨¦fonos en gigabytes, que miden un mill¨®n de veces lo que un kilobyte. Aun as¨ª, cuando Bonasso vio 2001 le estall¨® la mente. Supo en un instante que el General Electric 225 no le serv¨ªa para materializar ese sue?o. Ten¨ªa que hacer un ordenador como HAL. Y, redondeando un poco, ya lo ha hecho.
Un buen robot, sea el de Clarke o el de Bonasso, debe tener al menos tres capas. La primera se ocupa de ¡°mover los miembros¡±, sean estos lo que fueren. En la pel¨ªcula, los miembros de HAL eran las puertas de la nave y los brazos rob¨®ticos. Esta misma capa se ocupa tambi¨¦n de percibir el mundo a trav¨¦s de los sentidos. El principal sentido de HAL era la c¨¢mara que exhib¨ªa un enigm¨¢tico ojo rojo. La segunda capa es un piloto autom¨¢tico que se ocupa de las actividades rutinarias de la nave. La tercera capa es el reflejo ¡ªtodav¨ªa borroso¡ª de nuestros l¨®bulos frontales, la parte del cerebro que m¨¢s ha crecido durante la evoluci¨®n humana. En el nuevo HAL, esta capa puede cambiar los planes previstos si llega una tormenta planetaria o se rompe un motor. Como dice Bonasso, ¡°es una base de datos que puede razonar sobre sus datos¡±.
Tal vez eso est¨¦ peligrosamente cerca de HAL, pero Bonasso asegura: ¡°No tenemos ning¨²n plan de programar la paranoia en el sistema¡±. Vale, pero a ver qui¨¦n es el guapo que se monta en esa nave.
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