Error de Borrell
La falta administrativo-financiera exige explicaci¨®n, mesura y proporcionalidad
El hoy ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, cometi¨® un notorio error ¡ªe incurri¨® en una falta administrativa¡ª, hace tres a?os, al vender un peque?o paquete de acciones de Abengoa, empresa de la que era consejero.
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Esa venta fue pol¨¦mica. Se produjo poco antes del derrumbe de la cotizaci¨®n de la empresa. Y ha generado ahora, cuando se ha hecho p¨²blica la sanci¨®n de 30.000 euros dictada por la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores, una fuerte reacci¨®n pol¨ªtica: por el relieve personal de Borrell, por el perfil del ministerio que dirige y porque el caso orilla, como otros anteriores, con la exigencia de ejemplaridad a la que deben sujetarse gobernantes y opositores.
Por estas especiales exigencias, el error debe ser detallado. No basta aducir que el protagonista ha renunciado a recurrir al organismo superior para no entrar en conflicto de inter¨¦s ya que tendr¨ªa que dirimir el caso el Gobierno al que pertenece. Si ha habido error hasta llegar a la falta administrativa, se precisa un examen y una cr¨ªtica ¡ªtambi¨¦n pol¨ªticos, no solo personales¡ª que lo subsane.
Es preciso evaluar con rigor las circunstancias del caso. Su cuant¨ªa es limitada (vendi¨® 10.000 acciones por 9.030 euros); el paquete no era suyo, sino de su exesposa, aunque ¨¦l era quien lo gestionaba. Incluso as¨ª, parece fuera de duda que Borrell dispon¨ªa de informaci¨®n privilegiada en el momento de vender, lo que objetivamente puede ser causa de sanci¨®n. Pero tambi¨¦n parece evidente que al no haber vendido su, mucho m¨¢s cuantioso, paquete personal de acciones en Abengoa (unos 380.000 euros), no us¨® directamente para s¨ª tal informaci¨®n.
Tambi¨¦n en esa tesitura es factible argumentar que la falta por la que se le sanciona entra?a una posible quiebra de confianza: pudo haber usado o podr¨ªa usar esa informaci¨®n relevante en otra ocasi¨®n, incluso en asuntos m¨¢s significativos. Pero el hecho de que no la utilizase simult¨¢neamente con su capital personal deslegitima esa sospecha.
De manera que no parece haber en este caso m¨¢s que el error detectado y la falta sancionada. Inferir de esa torpeza un grave tr¨¢fico de influencias o la predisposici¨®n a provocar severos perjuicios a terceros aparece como una presunci¨®n de culpabilidad administrativo-pol¨ªtica exagerada. Y exenta de la debida proporcionalidad: no conviene matar las moscas a ca?onazos. O dicho de otra manera, las sanciones deben ser pertinentes seg¨²n la gravedad de las conductas que contrarrestan. Resulta dif¨ªcil mantener un criterio al mismo tiempo riguroso, equilibrado y proporcional en un asunto relacionado con las tan caldeadas exigencias ¨¦ticas de los actores pol¨ªticos, ya que en muy poco tiempo hemos pasado oficialmente de la complacencia al calvinismo.
Coincidan o no con estas apreciaciones los rivales de Josep Borrell, algunos de los cuales se han aprestado a exigir una dimisi¨®n inmediata, ser¨ªa ¨²til que se cerciorasen de su propia credibilidad antes de lanzar seg¨²n qu¨¦ propuestas. La confusi¨®n entre moralizar la vida p¨²blica y hacer pol¨ªtica con la moral terminar¨¢ convirtiendo este pa¨ªs en una ci¨¦naga.
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