O Guardiola o Mourinho
Los dirigentes de ERC tienen que elegir. O el matonismo o la confrontaci¨®n dial¨¦ctica. O el argumento o el insulto
Pocas veces un apellido ha hecho tanta justicia a su due?o como el de Gabriel Rufi¨¢n, el diputado de Esquerra Republicana de Catalunya que se ha hecho famoso en todo el pa¨ªs por su estilo bronco y perdonavidas en sus intervenciones en el Parlamento espa?ol. Satisfecho en su papel, el tal Rufi¨¢n intenta estar a la altura de su apellido a cada momento y para ello no escatima medios: lo mismo muestra una impresora con la que piensa imprimir las papeletas para votar en un refer¨¦ndum ilegal (un diputado, no lo olvidemos) que ense?a las esposas con las que desear¨ªa ver a un presidente de Gobierno o que le gui?a un ojo provocador a una diputada en una comisi¨®n de investigaci¨®n del Congreso. Otra cosa no, pero Rufi¨¢n, como animador de la vida parlamentaria espa?ola, est¨¢ dejando en pa?ales a otros perdonavidas famosos de la pol¨ªtica nacional, como el expresidente Aznar o el anterior portavoz del PP Rafael Hernando.
La ¨²ltima actuaci¨®n de Gabriel Rufi¨¢n ha tenido lugar hace unos d¨ªas y su destinatario ha sido el ministro de Asuntos Exteriores, al que llam¨® fascista delante de todo el Parlamento. La respuesta del interpelado fue acusarlo de ¡°llenar de serr¨ªn y esti¨¦rcol el templo de la democracia¡± en una met¨¢fora que retrotrae al mundo de las caballerizas y los mozos de establo de la novela inglesa decimon¨®nica. Tambi¨¦n al lumpen tabernario, que es en lo que la pol¨ªtica nacional se est¨¢ convirtiendo ya merced a personajes como el tal Rufi¨¢n que confunden la radicalidad ideol¨®gica con el matonismo y la sinceridad a la hora de hablar con la mala educaci¨®n. La ejemplaridad que se espera de los representantes p¨²blicos en cuanto que modelos en los que se fijan sus representados brilla desde hace tiempo por su ausencia, sin entrar a considerar otras cuestiones de fondo. Espero que luego aquellos no se sorprendan si ven que el ejemplo cunde y el insulto y la amenaza se convierten, como ya ocurre, en las dos armas dial¨¦cticas preferidas por los espa?oles.
La pedagog¨ªa de la que tanto se habla por parte de los pol¨ªticos comienza con el comportamiento propio, y en este el lenguaje es fundamental. Si los ciudadanos ven que los que deber¨ªan dar ejemplo de educaci¨®n y buenos modales se comportan como aut¨¦nticos rufianes de taberna, como pijoapartes venidos a m¨¢s, pero con la sonrisa de chulos de verbena intacta (eso s¨ª, con 5.000 euros al mes en la cartera que les pagamos todos los espa?oles, queramos o no), mal van a hacer lo contrario cuando en su trabajo o en el bar discuten del tema que sea. El rufianismo, como la gripe, se contagia pronto, antes incluso en el caso del rufianismo por su capacidad para contaminar esp¨ªritus menos agresivos, pero a los que se desestabiliza por la v¨ªa del insulto, esa navaja dial¨¦ctica que brilla en los ojos antes que en la boca y cuya herida es mayor a veces que las de verdad. Cuando el insulto se lanza en lugares impropios de ¨¦l a¨²n restalla m¨¢s, como pas¨® con los tiros que una partida de guardias civiles dispar¨® contra el techo del Congreso un d¨ªa de ingrata memoria.
Los dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya tienen que elegir. O el matonismo o la confrontaci¨®n dial¨¦ctica. O el argumento o el insulto. O la descalificaci¨®n ideol¨®gica o la personal. O Guardiola o Mourinho. La pol¨ªtica no es el f¨²tbol, pero se pueden llegar a parecer bastante a poco que alguien se empe?e en ello como Gabriel Rufi¨¢n est¨¢ haciendo desde hace tiempo con el aplauso de sus compa?eros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.