Bendito sea el fruto
Vox est¨¢ en una fase en la que no necesita disimular su machismo radical. De hecho, lo enarbola
Si algo indicaba el domingo por la noche que la contrarreforma ultraconservadora acababa de activarse en Espa?a fue la naturalidad con la que se asumi¨® el posible pacto entre PP y Vox. Susana D¨ªaz, con el semblante cetrino, apenas pod¨ªa asimilar los peores resultados del Partido Socialista en Andaluc¨ªa en democracia y quedaba en manos de Jos¨¦ Luis ?balos, secretario de Organizaci¨®n de los socialistas y ministro de Fomento, dar los bajos datos de participaci¨®n y realizar la primera de las met¨¢foras: ¡°la batalla de la democracia frente al miedo¡±, reclamaba, en un discurso mortecino.
Fue Iglesias y no Teresa Rodr¨ªguez quien abr¨ªa el mel¨®n del feminismo, pocos minutos despu¨¦s de la comparecencia de la candidata de Adelante Andaluc¨ªa. Sus primeras palabras fueron: ¡°Alerta antifascista: quiero hacer un llamamiento al movimiento feminista¡±. No es casual. Le sigui¨® la letan¨ªa ¡°y a las organizaciones de trabajadores, las plataformas de los afectados por la hipoteca, las organizaciones estudiantiles, los movimientos LBTGI y las organizaciones de pensionistas¡±, pero primero nombr¨® al feminismo.
Iglesias apost¨® a que la ¡°reconquista¡± de Abascal, como otros movimientos de ultraderecha en Europa y Am¨¦rica, se basa en el populismo antiestablishment, y por tanto seducen a partir de ser ellos la nueva pol¨ªtica de la que tanto se ha hablado.
Pero Vox tiene una particularidad, al menos en Europa: est¨¢ en una fase en la que no necesita disimular su machismo radical. De hecho, lo enarbola. Su campa?a, la m¨¢s barata de los cinco partidos que obtendr¨¢n representaci¨®n parlamentaria, muestra al hombre espa?ol a caballo, ¡°Andaluc¨ªa por Espa?a¡±, decenas de hombres que son solo uno, cabalgando esa reconquista. Y sus representantes, como Francisco Serrano, hacen gala del su lucha contra ¡°el hembrismo radical¡± y se declaran v¨ªctimas ¡°del yihadismo de g¨¦nero¡±.
Mientras una parte del an¨¢lisis pol¨ªtico se centra en c¨®mo la izquierda no ha sabido capitalizar a la clase obrera empobrecida y harta de la corrupci¨®n, y se ha disgregado ¡°articulando su proyecto en torno a las minor¨ªas¡±, Vox campa a sus anchas con medios propios, donde condenan el aborto y la denominada ¡°ideolog¨ªa de g¨¦nero¡±, contra la que Casado tambi¨¦n hizo campa?a, con un ojo puesto en el mismo voto.
Poco ha ayudado el papel de algunos, no pocos, medios de comunicaci¨®n que se han trabado en el an¨¢lisis de los l¨ªmites y el derecho a la libertad de expresi¨®n para dar p¨¢bulo a opinadores como Jordan B. Peterson, azote de aquella quimera denominada ¡°correcci¨®n pol¨ªtica¡±, inventada por los ultraconservadores, y que en la actualidad tiene la mirilla enfocada hacia otro miedo quijotesco: la desaparici¨®n de la masculinidad. O a¨²n m¨¢s, que el auge del fascismo es, en realidad, culpa de las feministas, que ¡°fuerzan a los hombres a feminizarse¡±.
Los dos partidos que pueden acabar gobernando con la ultraderecha en Andaluc¨ªa tienen en la invenci¨®n del hembrismo una gran baza. La secuencia no escrita de los movimientos de ultraderecha comienza por una izquierda debilitada y el cuestionamiento de los movimientos considerados ¡°identitarios¡±: LGTBI, feminismos, antirracismo. Cuando la ambig¨¹edad y capacidad de fagocitaci¨®n de la pol¨ªtica tradicional por parte del movimiento ultra queda demostrada en los medios y las urnas, solamente entonces, se permitir¨¢ la introducci¨®n de la feminidad, que no feminismo, para dulcificar su imagen.
Quiz¨¢s en ese momento suceda como en Amanecer Dorado, en el que cuando numerosos miembros destacados del partido son encarcelados, sus mujeres ¡ªentre ellas, la hija del l¨ªder Nikos Mijaloliakos¡ª toman las riendas de la formaci¨®n y contin¨²an transmitiendo su mensaje. O como en Estados Unidos, d¨®nde la youtuber ultraderechista Lauren Southern ha conseguido el favor de Donald Trump a trav¨¦s de su cr¨ªtica a las guerras culturales, el feminismo y lo que denomina el ¡°genocidio blanco¡± en Sud¨¢frica. O como en Alemania, d¨®nde la l¨ªder de Alternativa para Alemania hasta 2017, Frauke Petry, dio una imagen aspiracional y menos radical pese a sus declaraciones antisl¨¢micas. O en Austria, donde Barbara Rosenkranz, la Mutterreich (la madre de la Rep¨²blica), la responsable del aumento de fuerza de la formaci¨®n Partido de la Libertad despu¨¦s de la muerte de su fundador, simpatiza con el negacionismo del Holocausto. O en B¨¦lgica, en la que Anke van Dermeersch, del Vlaams Belang, se ha declarado a favor del apartheid de Sud¨¢frica. O, por supuesto, Marine Le Pen, del Frente Nacional, que compar¨® el rezo de la comunidad musulmana en Francia con la ocupaci¨®n de ese pa¨ªs durante el r¨¦gimen nazi y fue la primera en felicitar el domingo por la noche a Vox.
Las mujeres son cruciales para la causa ultraderechista, se consideran s¨ªmbolos aspiracionales y suponen el paso al mainstream de la pol¨ªtica. Una vez ha calado el discurso del fracaso de las identidades fragmentarias y el feminismo que no logra apelar al desencantado obrero de la izquierda ¡ªun discurso que ha calado, insisto, gracias a la opini¨®n¡ª, volver¨¢n a por las mujeres. No a por las feministas, a por las mujeres. El feminismo que ahora debe ser aniquilado ser¨¢ sustituido por la feminidad. Bendito sea el fruto.
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