Dos exposiciones se preguntan qu¨¦ es 'lo espa?ol', y tampoco aqu¨ª nos ponemos de acuerdo
?D¨®nde acaba lo t¨ªpico y empieza lo t¨®pico? Pilar Albarrac¨ªn subvierte el clich¨¦ con humor, mientras una muestra de dise?o de moda hilvana las piezas de sus vitrinas con los conceptos "tradici¨®n y religi¨®n"
"El problema de los clich¨¦s no es que contengan falsas ideas, sino m¨¢s bien que son articulaciones superficiales de ideas muy buenas", afirmaba Alain de Botton en su libro C¨®mo cambiar tu vida con Proust. Siguiendo este principio, quiz¨¢ sea en su superficialidad donde radique la principal ventaja y tambi¨¦n el principal inconveniente de los t¨®picos. La primera es que bien utilizados permiten explicar la realidad de forma muy eficaz. El segundo, que utilizarlos bien es algo muy dif¨ªcil, as¨ª que por lo general de su mano se cae sin remedio en la banalidad.
Coinciden en Madrid dos exposiciones que comparten la falta de prejuicios a la hora de echar mano del sano y reconfortante clich¨¦ espa?ol, tan en boga ¨²ltimamente en nuestro convulso panorama pol¨ªtico.
Que me quiten lo bailao ¡ªen Tabacalera Promoci¨®n del Arte¡ª es una retrospectiva de media carrera de la artista andaluza Pilar Albarrac¨ªn (Sevilla, 1968), que re¨²ne unas 60 piezas de sus 25 a?os como creadora, entre instalaciones, fotos y performances en v¨ªdeo. Lo que caracteriza todo el trabajo de Albarrac¨ªn es que trata sobre temas universales ¡ªla identidad, la necesidad de afirmaci¨®n personal, la vulnerabilidad del individuo, las dificultades sociales de la mujer¡ª utilizando todo el repertorio de arquetipos que suele atribuirse a lo andaluz o, por extensi¨®n, a lo espa?ol.
Casi siempre desde un agudo sentido cr¨ªtico ¡ªen el v¨ªdeo Viva Espa?a la artista es acosada por la persecuci¨®n callejera de una banda que toca el conocido pasodoble¡ª, o incluso tr¨¢gico ¡ªen Lunares, un vestido de flamenca blanco se va aderezando con los c¨ªrculos rojos de la sangre que ella misma hace emerger al herirse con un alfiler¡ª, y siempre ir¨®nico. El t¨®pico queda subvertido por un sentido del humor entre pop y dada¨ªsta que le da la vuelta para revelar nuevas ideas y significados originalmente no previstos.
Este principio se lleva al l¨ªmite a la entrada misma de la exposici¨®n, donde Albarrac¨ªn nos planta un enorme paso de Semana Santa ¡ªuno de los clich¨¦s andaluces par excellence¡ª invertido, en aparente equilibrio sobre el extremo de la cruz que parece descargar en el suelo todo el peso del mamotreto. La pieza es enorme por sus dimensiones f¨ªsicas, pero resulta dif¨ªcil expresar tanto sobre religi¨®n y sociedad con tal econom¨ªa de medios expresivos. Con su visi¨®n t¨ªpicamente posmoderna, que con una mano ensalza lo mismo que con la otra agita burlona, Albarrac¨ªn realiza as¨ª un limpio ejercicio de iron¨ªa cr¨ªtica.
De la ambivalencia de los arquetipos a la extrema literalidad
En cambio, no cabe apreciar intenci¨®n ir¨®nica en la afirmaci¨®n "Tradici¨®n y religi¨®n son, quiz¨¢s, las principales fuentes que definen la esencia de lo espa?ol. Ambas han convivido siempre unidas, conformando la idiosincrasia de nuestro pa¨ªs", que se inscribe en una de las paredes de Modus. A la manera de Espa?a, en la Sala Canal de Isabel II. Organizada por la Consejer¨ªa de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, la muestra re¨²ne un conjunto de trajes de pr¨ºt-¨¤-porter y alta costura de distintos modistas ¡ªla mayor¨ªa espa?oles y de las ¨²ltimas d¨¦cadas¡ª junto a un pu?ado de trajes regionales y otras piezas de vestuario, y unas pocas pinturas y fotograf¨ªas.
La voluntad que los comisarios expresan en el folleto de la sala es la de realizar un recorrido por la historia de la moda nacional desde el siglo XIX hasta la actualidad a trav¨¦s de prendas en las que se respira "un claro car¨¢cter espa?ol". Y si en la exposici¨®n de Pilar Albarrac¨ªn la sorpresa del visitante surge de la ambivalencia con la que se tratan los arquetipos, en este otro caso procede casi siempre de una extrema literalidad acr¨ªtica. Encontramos aqu¨ª una asombrosa profusi¨®n de lunares, volantes, encajes, mantillas, capas, capotes, chaquetillas toreras y tonos negro cortesano, amarillo albero, rojo pasi¨®n, blanco novicia, azul Inmaculada, marr¨®n carmelita y dorado celestial.
Si ante esto puede alguien pensar que la religi¨®n adopta un papel predominante, desde luego ese alguien acierta. De hecho, toda la exposici¨®n parece guiada por una idea ascensional que lleva al visitante desde la oscuridad de la planta baja (donde apenas resulta posible leer las cartelas) hasta un tercer piso que parece iluminado por el rosicler de las pinturas m¨ªsticas de Zurbar¨¢n, y donde los modelos de Balenciaga, Fortuny ¡ªuna casulla, directamente¡ª o Palomo Spain se nos aparecen llenos de majestad como esperar¨ªamos de los santos en el Para¨ªso cristiano.
Esta es una soluci¨®n que pl¨¢sticamente no carece de cierto br¨ªo, y que nos recuerda al M¨¦rim¨¦e que en 1830 escribi¨® en Cartas de Espa?a sobre el ceremonial religioso que acompa?aba a un reo a muerte en Valencia: "En verdad amo estas ceremonias cat¨®licas y quisiera creer en ellas". Idea que nos da la clave de la exposici¨®n, que de pronto nos parece comisariada por uno de esos viajeros brit¨¢nicos o franceses del siglo XIX que, imbuidos del gusto rom¨¢ntico por el pintoresquismo, contribuyeron a construir esa misma concepci¨®n de lo espa?ol compuesta en dosis id¨¦nticas por pompa cortesana, sobriedad orgullosa, guitarras, volantes, incienso, misterio y fascinaci¨®n, y en la que por supuesto se toma la parte (Andaluc¨ªa) por el todo (Espa?a) en una conveniente sin¨¦cdoque.
Podr¨ªa argumentarse que para sus alucinantes dise?os Balenciaga no solo se bas¨® en el folklore meridional, sino tambi¨¦n ¡ªes un ejemplo¡ª en los gorros e impermeables de los pescadores de la costa vasca, pero convenimos en que este elemento supondr¨ªa dinamitar el esencialismo de la propuesta y adem¨¢s, como se?alaba Hannah Arendt, una de las funciones de los t¨®picos es precisamente defendernos de la realidad.
Por cierto, ya que hablamos vestimentas, en una tercera exposici¨®n, el Pabell¨®n de g¨¦nero que la Sala Alcal¨¢ 31 dedica a la artista catalana Alicia Framis, se conf¨ªa en el poder de unos trajes (denominados anti_dog) para defender a sus portadoras de la violencia de g¨¦nero o el racismo. Es otra forma de pensar en la moda que descarta lo decorativo para emprender la v¨ªa de la cr¨ªtica social de extrema necesidad. Y sin perderse en los t¨®picos, por supuesto.
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