El modelo esloveno
El se?or Torra seguramente piensa que, para una causa como es la liberaci¨®n de la patria sacrosanta, 18 muertos son poca cosa. El resto, para ¨¦l, no cuenta; los 44 del ej¨¦rcito yugoslavo ser¨ªan, aqu¨ª, ¡°espa?oles¡±
Seg¨²n informa la prensa, con unanimidad no desmentida por nadie, el president, Quim Torra, en Bruselas, en la presentaci¨®n del Consell per la Republica, ha dicho que ¡°los eslovenos decidieron autodeterminarse y tirar hacia adelante en el camino de la libertad con todas su consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir libres¡±. Es una vieja idealizaci¨®n del caso esloveno, aparecida ya antes en el independentismo catal¨¢n, y que, en efecto, transcurrido ya alg¨²n tiempo desde el momento culminante del proc¨¦s en septiembre-octubre de 2017, pudo ser el modelo en el que pensaron, sobre todo en la extra?a declaraci¨®n de independencia con suspensi¨®n inmediata de sus efectos.
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No es ocioso, por tanto, reflexionar sobre las similitudes y diferencias entre el caso esloveno y el catal¨¢n. Era, recordemos, 1990-1991, en el contexto de la guerra del Golfo, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la descomposici¨®n del bloque sovi¨¦tico, con previsible e inminente derrumbamiento de la URSS. Tambi¨¦n se ve¨ªa muy achacosa Yugoslavia, una rara amalgama pol¨ªtica creada despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial y mantenida unida tras la Segunda bajo la mano firme del mariscal Josif Broz Tito, que hab¨ªa logrado rodearse de una imagen aceptable en Occidente, pretendiendo encabezar un socialismo autogestionario, aunque, en realidad, era un dictador como cualquier otro y Occidente le apoyaba por su rivalidad con Stalin. En cualquier caso, Tito hab¨ªa muerto en 1980.
El proceso esloveno se inici¨® en septiembre de 1989, cuando su Parlamento aprob¨® una nueva Constituci¨®n para la rep¨²blica, en un clima de alta emocionalidad y fervorosos cantos del himno nacional. La Constituci¨®n se asemejaba a la b¨¢vara, pero con importantes diferencias, como la negativa a reconocer la preeminencia de las leyes federales sobre las eslovenas y la consagraci¨®n del derecho a no contribuir a las cargas fiscales colectivas de la federaci¨®n yugoslava.
Durante los meses siguientes, el Parlamento sigui¨® aprobando la legislaci¨®n de un nuevo Estado independiente y reforzando, sobre todo, las unidades de Defensa Territorial, unas fuerzas militares existentes en cada uno de los Estados de la Federaci¨®n Yugoslava, controladas y financiadas por ellos mismos. Estas unidades, compuestas por unos 20.000 hombres, recibieron armas del mercado ilegal internacional, muy activo en todo el este europeo ante la crisis de la URSS.
En junio de 1991 se declar¨® efectiva la independencia. Y comenz¨®, como era de esperar, la guerra
Pese a que la intenci¨®n desafiante era clara, el Tribunal Constitucional yugoslavo decidi¨® no actuar, alegando que la independencia eslovena no hab¨ªa sido declarada y que, por tanto, no se pod¨ªa pronunciar sobre algo no acontecido. Esta decisi¨®n fue propuesta por un magistrado esloveno que presid¨ªa, por rotaci¨®n, pero los dem¨¢s, sorprendentemente, le apoyaron. Parece que los mecanismos montados por Tito pose¨ªan un automatismo paralizador, y que solo funcionaron mientras ¨¦l tomaba las decisiones. Ni siquiera la propia Liga de Comunistas de Yugoslavia hizo nada por detener la defecci¨®n eslovena.
En diciembre de 1990, el Gobierno esloveno realiz¨®, por fin, un refer¨¦ndum para la independencia, en el que particip¨® el 93% de la poblaci¨®n, del que se pronunci¨® afirmativamente un 95%. La independencia fue, en efecto, declarada a continuaci¨®n, pero suspendida durante un per¨ªodo de seis meses, pensado para negociar con Belgrado.
Transcurridos los seis meses, y sin haber negociado nada, en junio de 1991 se declar¨® efectiva la independencia. Y comenz¨®, como era de esperar, la guerra. El ej¨¦rcito federal moviliz¨® sus unidades blindadas, pero sin un objetivo claro. Porque Belgrado estaba tambi¨¦n dividido y paralizado. Algunos de los dirigentes serbios pensaban en simple demostraci¨®n de fuerza, limit¨¢ndose a tomar los puestos fronterizos eslovenos, y otros en una operaci¨®n de castigo en toda regla, conquistando los centros de poder y deteniendo a las autoridades de Liubliana. Y en el propio ej¨¦rcito ocupante hab¨ªa eslovenos o croatas, poco motivados para disparar. Milosevic, en definitiva, no se emple¨® a fondo, en parte porque Eslovenia ten¨ªa relativamente poco inter¨¦s para ¨¦l y en parte porque estaba negociando con el croata Tudjman sus futuras independencias y el reparto de Bosnia.
Ante la opini¨®n internacional, los eslovenos ganaron la batalla de imagen, pues aparecieron como el heroico David enfrentado con el Goliat serbio y reactivaron los recuerdos del 68 en Praga o el 56 en Budapest. Los europeos se estremecieron ante los tanques en llamas mostrados por sus televisores. A primeros de julio, tras no recibir permiso del Gobierno central para ocupar plenamente Eslovenia, los militares tiraron la toalla. Y termin¨® la Guerra de los Diez D¨ªas, que caus¨®, al final, 44 muertos en el ej¨¦rcito federal, 18 en las fuerzas eslovenas y otros 12 extranjeros, entre ellos alg¨²n periodista. Fue, pues, un conflicto mucho menos sangriento que los que se desatar¨ªan de inmediato en Bosnia, Kosovo y Macedonia. El se?or Torra seguramente piensa que, para una causa tan elevada como es la liberaci¨®n de la patria sacrosanta, 18 muertos son poca cosa. Digo 18 porque el resto, para ¨¦l, no cuenta; los 44 del ej¨¦rcito yugoslavo ser¨ªan, aqu¨ª, ¡°espa?oles¡±, y los espa?oles, seg¨²n escribi¨®, no pertenecen al g¨¦nero humano.
Las potencias occidentales vieron a Eslovenia con complacencia y simpat¨ªa. Alemania y Austria se apresuraron a reconocer su independencia, como reconocieron la de Croacia, sin explicar nunca bien sus motivos. Eslovenia y Croacia eran las zonas yugoslavas m¨¢s afines a los imperios centrales, a los que apoyaron en la Gran Guerra, y entre Serbia y el bloque germano-austr¨ªaco hab¨ªa, en cambio, una hist¨®rica rivalidad para dominar el mundo balc¨¢nico. La diplomacia alemana coaccion¨® adem¨¢s a sus socios europeos, amenazando con disminuir los fondos alemanes a la Uni¨®n Europea (CEE entonces) si esta no reconoc¨ªa tambi¨¦n a Croacia y Eslovenia (cosa que hizo en enero de 1992). Y Europa renunci¨® a aplicar el plan Carrington, que inclu¨ªa una cl¨¢usula de respeto a las minor¨ªas culturales dentro de sus fronteras, con lo que desapareci¨® cualquier incentivo para mantener los v¨ªnculos entre las rep¨²blicas yugoslavas.
El mundo multi¨¦tnico de la antigua Yugoslavia ha pasado a ser hoy una colecci¨®n de feudos monoculturales
Y a partir de ah¨ª fue el caos. Se inici¨® el rosario de guerras, que se prolongaron hasta 2001, y que al final causaron unos 225.000 muertos, aparte de 2,7 millones de desplazados e ingentes p¨¦rdidas econ¨®micas. La antigua Yugoslavia se embarc¨®, as¨ª, en una fren¨¦tica erecci¨®n de fronteras, exactamente al rev¨¦s de lo que estaba haciendo el resto de Europa. Lo que era un mundo multi¨¦tnico, un microcosmos de inmensa diversidad cultural, ha pasado a ser hoy una colecci¨®n de feudos monoculturales.
?Ense?anzas, pues, para el caso catal¨¢n? Lo primero que se le ocurre a uno es de que se trat¨® de una secesi¨®n frente a un r¨¦gimen dictatorial, dirigido por un aut¨®crata como Milosevic, que tiene poco que ver con el r¨¦gimen espa?ol actual. Lo segundo, que los independentistas pose¨ªan ampl¨ªsimo apoyo social demostrado en un refer¨¦ndum realizado con garant¨ªas democr¨¢ticas; hay que tener en cuenta que Eslovenia es una sociedad, rara en los Balcanes, muy homog¨¦nea ¨¦tnicamente, y que Catalu?a es precisamente un ejemplo de sociedad muy diversa, tanto ling¨¹¨ªsticamente como en su apoyo al independentismo. Y tercera y m¨¢s importante diferencia, que todo se decidi¨® por el apoyo internacional, especialmente de una gran potencia como Alemania. Y, en el caso del independentismo catal¨¢n, la carencia de apoyos internacionales es evidente. Ah¨ª es, l¨®gicamente, donde se decidir¨¢ la partida.
Jos¨¦ ?lvarez Junco es historiador.
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