Un d¨ªa de vacaciones
En varios pa¨ªses de Europa las elecciones al Europarlamento parecen poco importantes porque no est¨¢n destinadas a elegir Gobierno, pero en mayo de 2019 las cosas ser¨¢n muy diferentes
En Italia por lo menos, pero creo que lo mismo ocurre en otros pa¨ªses, las elecciones europeas siempre han sido percibidas como una especie de d¨ªa de vacaciones. Parecen poco importantes, por no estar destinadas a elegir Gobierno alguno, y de esa manera, se ven como una oportunidad para otorgar nuestro voto a un candidato simp¨¢tico, pero de una lista no determinante, algo que uno no puede permitirse en las elecciones nacionales, ante el chantaje del llamado voto ¨²til. Esta vez, sin embargo, en mayo de 2019, las cosas ser¨¢n diferentes: con independencia de la opci¨®n elegida, el voto europeo se ha vuelto extremadamente importante para todos.
La causa de esta desorientaci¨®n es el nuevo espectro que recorre el continente: el soberanismo
Ello no se debe a una renovada confianza en la Uni¨®n Europea, sino m¨¢s bien, por el contrario, al crecimiento de quienes hoy la detestan y conf¨ªan en que, gracias a los votos obtenidos, pueda configurarse un Parlamento que decrete su fin. Y, a la inversa, para aquellos que quieren reafirmar que, en cambio, es digna de ser salvada.
La cuesti¨®n de los emigrantes ¡ªasociada al feminismo¡ª se ha convertido en todas partes en asunto de divisi¨®n
Entre estos ¨²ltimos hay muchos votantes que, en realidad, querr¨ªan cambiar Europa y que creen que mantenerla con vida resulta esencial. Son votantes de izquierda en un sentido amplio, aunque pocos de ellos sigan perteneciendo a un partido: y es que nunca como ahora, por todas partes, se ha visto el paisaje pol¨ªtico de ese signo arrasado por un tsunami como el que ha modificado recientemente su fisonom¨ªa. Quebrando partidos y diferenciando culturas y valores que hasta ahora los hab¨ªan mantenido unidos.
La causa de esta desorientaci¨®n es el nuevo espectro que recorre el continente: el soberanismo, que, m¨¢s que una vuelta al amor patrio, se caracteriza por el odio hacia quienes no forman parte del vecindario. Los soberanistas han encontrado sus referencias decididamente en la derecha, m¨¢s o menos en todas partes, a pesar de que muchos siempre hab¨ªan votado a la izquierda: ha ocurrido en Italia, est¨¢ ocurriendo en Francia, en Alemania, en Dinamarca, etc¨¦tera. Ahora, con el ¨¦xito de Vox en Andaluc¨ªa, tambi¨¦n ha ocurrido en Espa?a, un pa¨ªs que parec¨ªa resistir.
Menos claro es c¨®mo votar¨¢ un no soberanista de izquierdas. En Francia, el Partido Socialista ha ca¨ªdo catastr¨®ficamente hasta el 6% y, adem¨¢s, su secretario, Hamon, est¨¢ construyendo como alternativa una nueva lista, Generations; el Partido Comunista, despu¨¦s de haberse emparentado con M¨¦lanchon en la Unione de Gauche y al no poder seguirlo en Francia Insumisa debido a su acentuado trumpismo, se ver¨¢ obligado a presentarse por su cuenta, bien consciente de no tener muchas esperanzas de ¨¦xito.
El elector alem¨¢n tambi¨¦n se halla sumido en dificultades, porque el SPD se muestra cada vez m¨¢s erosionado por los cantos de sirena racistas y, de hecho, en cada proceso electoral sufre un derrumbe, y Die Linke, una de las formaciones europeas m¨¢s importantes a la izquierda de la socialdemocracia, ha visto nacer en su propio seno un movimiento (aunque todav¨ªa no un partido alternativo) llamado Aufstehen, (Alzarse), dirigido por su propia l¨ªder en el Bundestag, la muy popular Sarah Wagenknecht, un movimiento similar al de M¨¦lanchon.
Tambi¨¦n en Italia, el virus del soberanismo socava la ya resquebrajada izquierda. No son pocos, y pertenecientes incluso a este electorado, los que en este pa¨ªs, tradicionalmente ultraeuropeo, parecen ahora v¨ªctimas del nacionalismo. Una actitud especialmente curiosa en un pa¨ªs en el que, desde su propio nacimiento como naci¨®n, nunca hubo excesivo amor por el Estado italiano, al que se consideraba ileg¨ªtimo, como resultado de la ocupaci¨®n de los odiados Saboya, que hablaban franc¨¦s y no italiano. Ahora parece, en cambio, que si sus vidas las decidieran, como ayer, Gobiernos italianos en lugar de europeos, las cosas ir¨ªan milagrosamente
Pero adem¨¢s de en la cuesti¨®n del soberanismo, las sociedades europeas tambi¨¦n parecen estar divididas en todo lo dem¨¢s: basta con ver el problema del clima. Justo cuando la conferencia de Polonia anuncia las m¨¢s dram¨¢ticas cat¨¢strofes clim¨¢ticas, Par¨ªs se ve invadida por una multitud que protesta ante la imposici¨®n de una tasa para reducir el uso de los autom¨®viles, entre los principales responsables de las emisiones nocivas. Se objetar¨¢ que protestan porque los costes de la hist¨®rica e indispensable transformaci¨®n energ¨¦tica se cargan a espaldas de los m¨¢s pobres, y es un argumento perfectamente aceptable. Pero de las palabras de los manifestantes se desprende que el clima no les importa en absoluto, porque sus problemas son m¨¢s acuciantes.
Lo mismo ocurre con la multitud de turineses que hace unas semanas, convocados por un grupo de amas de casa sin partido, llenaron la Piazza San Carlo como hac¨ªa tiempo que no ocurr¨ªa para reclamar a grandes voces que se complete la l¨ªnea de ferrocarril de alta velocidad Lyon-Tur¨ªn, silenciando el movimiento que desde hace 10 a?os bloquea las obras en virtud de los da?os que provocar¨ªa la excavaci¨®n de un t¨²nel en una monta?a de amianto. Y tambi¨¦n por la constatada inutilidad de unas obras planeadas hace 30 a?os. Y ello porque el ferrocarril ¡ªgritaban¡ª dar¨ªa trabajo, al menos durante alg¨²n tiempo, a unos pocos miles de obreros.
En la misma ciudad, y pocos d¨ªas m¨¢s tarde, se reunieron 400 empresarios italianos, encabezados por el presidente de la confederaci¨®n industrial, quienes expresaron con enojo la misma reivindicaci¨®n: adem¨¢s del tren solicitaron otra serie de t¨²neles, autopistas, ¡°grandes obras¡± sin sentido, vertidos innecesarios de cemento, mientras que lo que en realidad es urgente, en Italia, es cuidar el suelo, pues cada ola de lluvias provoca catastr¨®ficos deslizamientos de tierra. Pero no, lo importante es construir, sea como sea, siempre y de inmediato, y a qui¨¦n le importa si con ello se agrava el drama clim¨¢tico.
En cuanto a la cuesti¨®n de los emigrantes, que no se sabe bien por qu¨¦ se asocian con las feministas, se ha convertido en todas partes en un tema de divisi¨®n. Que parte en dos al tradicional electorado de izquierdas: porque, por un lado, hay una parte de la poblaci¨®n enfurecida que insulta a los negros y a las mujeres que se rebelan, pero, por otro, hay formas extraordinarias y muy variadas de solidaridad con las personas desesperadas que llegan a nuestros pa¨ªses; as¨ª como extraordinarios desfiles de mujeres que afirman el valor de la condici¨®n femenina. Son muchos los ciudadanos, muchas las ciudadanas que votan por los mismos partidos, y ahora se encuentran en frentes opuestos.
?Qu¨¦ consecuencias tendr¨¢ esta desorientaci¨®n general en las elecciones europeas? Los riesgos, para la propia solidez democr¨¢tica de Europa, son grandes, dif¨ªciles de encontrar los remedios. Basta con reflexionar acerca de los efectos del declive de los partidos pol¨ªticos, su pr¨¢ctica desaparici¨®n del terreno. Hay que dejar constancia de que el advenimiento de la tecnolog¨ªa digital, si bien ha dado ciertas ventajas en la propia posibilidad de convocatoria ciudadana, ha atomizado en cambio a¨²n m¨¢s a la sociedad, reduciendo las oportunidades de participaci¨®n real. Sin cuerpos intermedios, formas de democracia organizada que permitan confrontarse a los ciudadanos, adquirir conciencia de los problemas y, por tanto, pensar en t¨¦rminos estrat¨¦gicos y no solo inmediatos, para sentirse as¨ª protagonistas y poder dialogar con las instituciones, nuestros sistemas basados en la democracia representativa delegada est¨¢n abocados a entrar en crisis. Abriendo un vac¨ªo peligroso. Ser¨ªa bueno que lo entendieran Macron y los muchos que aplaudieron su estrategia: derribar los partidos y fortalecer al Ejecutivo, para que el Gobierno sea m¨¢s eficiente. Ahora est¨¢ en la calle, lidiando con los chalecos amarillos. Y har¨ªa bien asimismo en tomar nota el ex primer ministro italiano Matteo Renzi, quien est¨¢ tramando su salida del deteriorado Partido Democr¨¢tico para encontrar algo similar a lo que llev¨® a su amado Macron al poder. Y al derrumbamiento de su popularidad.
Luciana Castellina es periodista y escritora.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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