Confusi¨®n

El mayor castigo que sufre la humanidad es el de la confusi¨®n de lenguas que se produjo al pie de la torre de Babel. Desde entonces estamos condenados a no entendernos por el hecho de poder dar a una misma palabra un significado distinto. Por ejemplo, que conquistador para unos sea sin¨®nimo de h¨¦roe y para otros de genocida, que el soldado y el terrorista coincidan en la misma persona, que unos llamen v¨ªctima a lo que otros llaman verdugo, que un patriota pueda ser a la vez un idealista, un rom¨¢ntico y un fascista. Estar dispuestos a matarse para imponer el significado de la palabra libertad, Constituci¨®n, democracia, pueblo, naci¨®n, independencia, Espa?a, Catalu?a, interpretadas por cada bando a su conveniencia, en esto consiste el castigo de Babel, la tr¨¢gica ceguera de la historia. Si las unidades de medida, un litro, un metro, un kilo, una yarda, una libra, un gal¨®n, cada uno las entendiera y aplicara a su antojo de forma distinta, sin duda la cat¨¢strofe econ¨®mica y social ser¨ªa inenarrable. Por fortuna, en esto no hay discusi¨®n, cosa que no sucede con las palabras confusas, ambivalentes que lanzan los pol¨ªticos, algunas llenas de mesura destinadas al cerebro y otras cargadas de odio y fanatismo que van a parar a los intestinos. Por desgracia, entre Espa?a y Catalu?a ya solo rige la tercera ley de Newton: por cada acci¨®n se produce una reacci¨®n igual y opuesta, en este caso impulsada por las palabras intestinales que lanzan por la boca los radicales de ambos bandos, y, en ellas, la palabra guerra se emite ya sin pudor para sustituir a las formas enmascaradas de sacrificio, conflicto o confrontaci¨®n eslovena. Seg¨²n la copla lorquiana, primero jaleo, despu¨¦s alboroto y finalmente vamos al tiroteo, o sea, vamos alegremente con la forma est¨²pida de b¨²falos ciegos a la guerra civil como si se tratara de un evento deportivo.