Lobos que a¨²llan el odio
Frente al peligro, siempre hacer prevalecer los valores democr¨¢ticos
Hay formas de declamar que no enga?an. Son voces exaltadas que anuncian la ruptura de los consensos, la llegada de tiempos de enfrentamientos sin carteles, y muestran a todos nosotros, sus v¨ªctimas potenciales, horizontes oscuros y tortuosos. Tiempos de cambios abruptos del significado de las palabras, de manipulaci¨®n del sentido de los valores, usando sistem¨¢ticamente mecanismos de exclusi¨®n en pos de la conquista del poder.
En Europa, en Espa?a, imperan ahora estos discursos. No es necesario emprender un profundo an¨¢lisis de teor¨ªa pol¨ªtica para atribuir formalmente a quienes hoy en d¨ªa promueven el odio la calidad de fascistas, neofascistas o solo ignorantes que utilizan su ignorancia, mezcl¨¢ndolo todo ¡ªla inmigraci¨®n, la crisis econ¨®mica, la Uni¨®n Europea, Catalu?a, las identidades¡ª para llegar a su meta. Nos basta saber que lo hacen y el alcance de los da?os que provocan para la paz social. Nos basta entender que han elegido instrumentalizar los prejuicios, las emociones, la inseguridad social y un orden de prelaci¨®n entre las v¨ªctimas, disfrazando sibilinamente su propia responsabilidad en el estado general de desesperanza para volver del rev¨¦s los valores en nuestras democracias.
La extrema derecha ha demostrado hist¨®ricamente, y con creces, aquello de lo que es capaz. En Europa arrastra tras de s¨ª un universo de v¨ªctimas por m¨¦todos heterog¨¦neos, comenzando por sus leyes. Ayer gritaba su rabia frente a los jud¨ªos, los comunistas, los socialistas, los extranjeros y todas las personas, de cualquier color, etnia u orientaci¨®n sexual que etiquetaba como enemigos de la raza o del ¡°sano sentimiento de la naci¨®n¡±; hoy son, entre otros, los inmigrantes, los grupos dirigentes europeos, considerados, todos, invasores o usurpadores. Estos discursos van cobrando forma, paulatinamente, en sectores de la poblaci¨®n todav¨ªa minoritarios.
Ahora bien, en Europa son precisamente los partidos pol¨ªticos cl¨¢sicos, al no enfrentarse contra estos discursos, los que les abrieron en realidad el paso que les permitiera expandirse y pretender conquistar el poder. En Francia, Nicol¨¢s Sarkozy se jactaba de debilitar a la extrema derecha recuperando su ideario; ante eso, prefiriendo el original a la copia, ?Francia lleg¨® a tener a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales! Y, asimismo, Silvio Berlusconi introdujo en la ret¨®rica pol¨ªtica italiana un m¨¦todo espec¨ªfico del antiguo fascismo mussoliniano ¡ªinsultos, mentiras, cinismo moral¡ª que la Liga de Matteo Salvini utilizaba sin tapujos durante a?os: ahora Italia est¨¢ gobernada, en parte, por ella. Ejemplos como estos se extrapolan tambi¨¦n a otras partes de Europa, y sectores de la poblaci¨®n del viejo continente se han rendido a sus t¨¢cticas. Ante ese peligro, los partidos pol¨ªticos precisan asumir sus responsabilidades: deben luchar rotundamente, en un ancho frente democr¨¢tico, contra los partidarios del odio. Hay que erigir una barrera infranqueable entre dem¨®cratas y fundamentalistas identitarios. Nada peor que la complicidad permisiva y moral en este marco. Se puede pagar muy caro. Tiempos de odio que surgen, lobos que a¨²llan: frente al peligro, siempre hacer prevalecer los valores democr¨¢ticos.
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