Estrasburgo
Hasta ahora, o¨ªr nombrar Estrasburgo me evocaba recuerdos felices. Estuve all¨ª primero como estudiante en su universidad, y luego como profesor acompa?ando a mis propios alumnos. Era la ciudad donde Gutenberg invent¨® la imprenta y donde Rouget de Lisle cre¨® La Marsellesa y donde el Parlamento Europeo tiene ahora su sede. Quiz¨¢s por todo ello ha sido ahora objetivo de un terror que busca inestabilizar el Estado de derecho y hollar los s¨ªmbolos de nuestra cultura. El odio, el resentimiento y el fanatismo se dan cita en estos actos de barbarie cuyo resultado pol¨ªtico no es otro que alentar y reforzar al extremismo reaccionario. Con el de Estrasburgo ya son muchos, demasiados, los nombres de ciudades donde viv¨ª o que visit¨¦ distorsionados por la masacre: Par¨ªs, Madrid, Barcelona, Londres... No quiero que esta lista del horror se siga incrementando ni que d¨¦ alas a los nacionalpopulismos rampantes: quiero una Europa y un mundo en el que los nombres de lo bello no se puedan ultrajar.
Pedro Feal Veira
A Coru?a
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