?A correr!
Hay generaciones y generaciones de mujeres que hemos tomado, con el biber¨®n, el miedo y la cautela hasta interiorizarlos. Pero hemos criado a las siguientes para que se sientan iguales y libres
Hay d¨ªas en los que las palabras nos salen a borbotones. Y otros, en los que nos pesa una fatiga muy antigua y tenemos que hacer un ejercicio de voluntad para volver a decir lo que la piel, el cerebro, el sentido com¨²n y la experiencia llevan siglos dici¨¦ndonos pero que, solo en determinadas circunstancias hist¨®ricas, se convierte en un grito multitudinario. Como ahora. No somos solo un cuerpo disponible. No, las mujeres no somos solo eso, por m¨¢s que hoy nos usen para vender un coche, ma?ana para curar traumas, pasado ma?ana para ganar una apuesta sexual entre amigotes, casi siempre para sostener la fr¨¢gil arquitectura emocional de la vida y siempre para que la rueda gire, porque qu¨¦ ser¨ªa del mundo si hubiera que pagar con dinero el trabajo gratis que hacen las mujeres.
No, nosotras no somos solo un cuerpo disponible. Pero es que ellos no son solo un pene incontrolado. La mayor¨ªa estamos rodeadas de hombres con los que nos tratamos de igual a igual, hombres que domestican el machismo aprendido para convivir con sus amigas, sus novias, sus compa?eras¡ mujeres que marcan claramente el per¨ªmetro de su vida al margen de c¨®mo ellos las vean. Y nos necesitamos todos para desmontar pieza a pieza este Lego de siglos que afecta a la educaci¨®n, a la econom¨ªa, a la cultura y a la manera en que podemos convertir el amor o el deseo en un salvavidas o en una trampa.
Necesitamos a estos hombres para convencer a esos otros hombres que incluso ayer, con el cuerpo semidesnudo de Laura Luelmo reci¨¦n encontrado, nos insultaban en las redes sociales. No basta con que nos muestren su solidaridad, hay que exigirles que se conviertan en voceros y pedagogos de la masculinidad que ellos representan. Que lo hablen, lo discutan, lo analicen, entre ellos.
Hay generaciones y generaciones de mujeres que hemos tomado, con el biber¨®n, el miedo y la cautela hasta interiorizarlos. Pero hemos criado a las siguientes para que se sientan verdaderamente iguales y libres. Son muchas y est¨¢n en todas partes, en la calle, en los centros de trabajo, en los senderos, de d¨ªa y de noche. Y cuando el dolor que estos d¨ªas nos encoge el est¨®mago se diluya, volver¨¢n a las calles y a los senderos, solas o acompa?adas. A correr por el placer de hacerlo. Imparables.
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