La ambici¨®n de las mujeres
Los prejuicios sexistas, las dudas infundadas sobre el liderazgo y las cargas familiares limitan la evoluci¨®n profesional femenina
Hace unos d¨ªas asist¨ª a una conferencia sobre la presencia de las mujeres en los consejos de administraci¨®n. En ella los ponentes afirmaban que para mejorar la econom¨ªa se necesitan m¨¢s mujeres en puestos de liderazgo, y que en Espa?a las empresas tienen por delante un largo recorrido para que se pueda hablar de una igualdad efectiva.
Durante el descanso, un director de Recursos Humanos me quiso convencer de que si hay un escaso porcentaje de altas directivas es por culpa de las mismas mujeres, por su falta de ambici¨®n, y porque probablemente ello se deb¨ªa a una cuesti¨®n cultural. Le expliqu¨¦ entonces que las mujeres no son menos ambiciosas que los hombres, sino que a lo largo de su vida encuentran muchos obst¨¢culos para desarrollar plenamente sus aspiraciones.
Para empezar, el hecho de que las mujeres expresen poco sus ambiciones no significa que no las tengan, sino m¨¢s bien que no cuentan con un entorno propicio para hablar de ello. Desde la m¨¢s tierna infancia tanto los ni?os como las ni?as est¨¢n expuestos a unos comportamientos estereotipados que ellos terminan por asimilar. Por eso aunque los beb¨¦s no entiendan lo del color rosa o azul, a partir de los cinco a?os ya empiezan a darse cuenta que no se les trata igual y que existen diferentes expectativas en funci¨®n de su sexo. Esta diferente actitud tiene un impacto nefasto en las perspectivas y ambiciones de las chicas. Una investigaci¨®n de la Universidad de South Carolina en 2007 demostr¨® que desde los cinco a?os los ni?os empiezan a elegir los juguetes seg¨²n el g¨¦nero, y lo hacen presagiando la aprobaci¨®n de los padres. Es a esta edad cuando las chicas abandonan sus sue?os de ser presidentas, astronautas o directivas de empresa.
Todav¨ªa hay directivos que consideran que solo las mujeres deben beneficiarse de las normas laborales de conciliaci¨®n
A medida que las ni?as van creciendo, la presi¨®n social sigue aumentando, lo que tendr¨¢ un impacto en sus expectativas y en su comportamiento en el entorno laboral. Aunque hoy en d¨ªa hay m¨¢s y m¨¢s mujeres que rompen el molde e intentan alcanzar sus ambiciones profesionales, con frecuencia se duda de su capacidad de liderar o, todav¨ªa peor, se las critica por poseer unas cualidades que se aprecian en un hombre. Cuando un hombre pasa muchas horas en el trabajo se le considera un trabajador dedicado y fiel y, por lo contrario, si lo hace una mujer la pregunta es quien estar¨¢ cuidando de sus hijos. Cuando de un hombre se dice que es asertivo, de una mujer se habla de que es agresiva.
En 2015 un grupo de cient¨ªficos de la Universidad de Yale present¨® los resultados de su investigaci¨®n, y afirmaron que las mujeres en puestos directivos tardaban bastante m¨¢s que los hombres en ganarse el respeto de sus subordinados. Mientras se da por hecho la capacidad del hombre para ser un buen l¨ªder, se cuestiona la misma capacidad en las mujeres y se les exige demostrarla constantemente. Y aunque se pretenda que los nuevos modelos de liderazgo se basan m¨¢s en cualidades tradicionalmente atribuidas a las mujeres, como la empat¨ªa o la capacidad de colaborar, el concepto de think manager, think male de Virginia Schein sigue siendo parecido al de los a?os 70.
Adem¨¢s de a estos prejuicios sexistas, las mujeres tambi¨¦n tienen que enfrentarse a otra importante dificultad: la carga del trabajo dom¨¦stico que casi siempre recae sobre ellas. En 2016 McKinsey public¨® un informe que demostraba la relaci¨®n directa entre la implicaci¨®n en las tareas dom¨¦sticas con una menor predisposici¨®n a aceptar una promoci¨®n, que normalmente implica muchas m¨¢s horas en el puesto de trabajo. Aunque seg¨²n el estudio lo importante no era tanto el sexo de la persona como la carga del trabajo en casa, las persistentes desigualdades en cuanto a la divisi¨®n de responsabilidades dentro de la pareja hacen que el rechazo de una promoci¨®n por temas familiares sea un problema femenino. En Espa?a las mujeres, todav¨ªa vistas como las vestales del hogar familiar, trabajan en las labores dom¨¦sticas una media de 3 horas m¨¢s al d¨ªa que los hombres. Un hecho desproporcionado que representa semanalmente 21 horas m¨¢s de carga para atender a los cuidados y las labores de casa, totalmente necesarios para mantener el bienestar de la familia y que no est¨¢n remunerados.
Si bien es cierto que un n¨²mero cada vez mayor de hombres quiere implicarse m¨¢s en las tareas dom¨¦sticas, con frecuencia deben hacer frente a la incomprensi¨®n, cuando no a la incredulidad, de sus jefes. Aunque en muchas empresas existen normas escritas para facilitar la conciliaci¨®n, todav¨ªa hay directivos que consideran que solo las mujeres deben beneficiarse de estas. Esta mala interpretaci¨®n de la igualdad de g¨¦nero impide la corresponsabilidad y tiene el efecto perverso de reforzar la desigualdad en el ¨¢mbito familiar y laboral.
Despu¨¦s de reflexionar sobre estas cuestiones a ra¨ªz de mi encuentro con aquel directivo que cre¨ªa que las mujeres son menos ambiciosas, me pregunto: ?c¨®mo es que, a pesar de todo, las mujeres siguen siendo tan ambiciosas?
Ewa Widlak es consultora en diversidad de g¨¦nero y comunicaci¨®n y fundadora de Widlak Strategies.
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