?Solos y felices?
La cultura actual de la felicidad condena las emociones negativas y estigmatiza la soledad. La literatura de autoayuda, que parte de la idea de que el car¨¢cter es moldeable, se presenta como el remedio
La modernidad tard¨ªa est¨¢ creando dos fen¨®menos interrelacionados que apuntan en direcciones opuestas: el aumento de la soledad y del suicidio y el imperativo cultural de la felicidad. El primero ha llevado en Reino Unido a la creaci¨®n de una secretar¨ªa de Estado. En Espa?a hay 10 suicidios diarios y el Gobierno prepara un plan para remediar cuesti¨®n tan alarmante. La escasa informaci¨®n solo se?ala que se produce entre mayores, personas sin techo y mujeres maltratadas. Pero Espa?a arroja cifras alt¨ªsimas de consumo de ansiol¨ªticos y antidepresivos en toda la poblaci¨®n. Luego la depresi¨®n y el suicidio constituyen un horizonte posible en todo el espectro social. Vienen a la mente la crisis econ¨®mica y la devastaci¨®n que conlleva. Pero m¨¢s all¨¢ de ella hay que analizar nuestra cultura.
Otros art¨ªculos de la autora
La sociolog¨ªa cl¨¢sica ¡ª?mile Durkheim¡ª teoriza tres tipos de suicidios. El llamado altruista era propio de sociedades tradicionales donde las normas de la comunidad ten¨ªan un peso excesivo: as¨ª, la mujer hind¨² se suicidaba cuando enviudaba. Los otros dos tipos, el ego¨ªsta y el an¨®mico, interesan m¨¢s aqu¨ª porque son el producto de una individuaci¨®n desintegrada, y de momentos de perturbaci¨®n del orden colectivo y de crisis econ¨®mica, respectivamente. En ambos, los individuos pierden los lazos sociales y se hallan insertos en una cultura individualista que avanza desde los albores de la sociedad industrial.
El aumento actual del suicidio es propio de una sociedad de solitarios, de hombres y mujeres en una precariedad de v¨ªnculos estables y nutrientes. La sociedad individualizada crea instituciones zombis, que no est¨¢n ni vivas ni muertas porque permanecen, pero que han perdido sus contornos y la certeza que anta?o prove¨ªan. Entre ellas destacan el matrimonio y la familia. A pesar de estar sumidas en continua mudanza, matrimonio y pareja contrarrestan el caos normativo de la modernidad l¨ªquida. Fuera de ellas es el desierto emocional y sexual, la soledad, la depresi¨®n y el abismo del suicidio. Dentro, el colch¨®n econ¨®mico en tiempos de crisis, el salvavidas afectivo, la energ¨ªa emocional que nos dan los otros y que nos mantiene como seres vinculados. La literatura contempor¨¢nea muestra tal paisaje. Las novelas del ¨²ltimo Philip Roth narran las vidas sin esperanza de ancianos rodeados de soledad, enfermedad y muerte. En Ampliaci¨®n del campo de batalla, Houellebecq profundiza en una depresi¨®n y divide al mundo entre quienes tienen una vida sexual y quienes no. En Sumisi¨®n describe c¨®mo un profesor universitario, expulsado de su trabajo y por ende desinstitucionalizado, se encuentra repentinamente solo. Tambi¨¦n el cine refleja la soledad contempor¨¢nea: The Visitor, La cour, Annalisa y sobre todo la excelente Her, donde un holograma encantador es la ¨²nica compa?¨ªa de un joven, completamente solo, que se enamora de la c¨¢lida voz de su ordenador, a falta de lazos estables. En ese futuro cercano de una sociedad tecnologizada no existen ni amigos ni familia ni pareja. La compa?¨ªa del ordenador est¨¢ programada para durar brevemente: el tiempo de sufrir una profunda decepci¨®n, dolor y de pensar en acabar esa vida tan miserable.
Solo el individuo es responsable tanto de hacerse como de deshacerse a s¨ª mismo
La modernidad tard¨ªa engendra soledad en una vida m¨¢s larga y con un ocio ¡ªy desempleo¡ª que se extienden en el tiempo. Pero adem¨¢s ha creado un mandato cultural bifronte: el imperativo de la felicidad, de ser ¡°positivos¡± a toda costa. Por una parte, ofrece un camino a seguir que da sentido a una vida secularizada. Por otra, se impone como una nueva ideolog¨ªa que agudiza la desdicha. El imperativo de la felicidad forma parte del credo estadounidense basado en un voluntarismo radical por el cual con esfuerzo y determinaci¨®n todo se puede conseguir: ¨¦xito y bienestar. Tambi¨¦n ser feliz. El voluntarismo se une a un individualismo que proclama el valor de la independencia por encima de la interdependencia y que condena la dependencia, del Estado y del pr¨®jimo. El credo americano anida en la literatura de autoayuda desde su fundaci¨®n. Desde los pasados noventa, la psicolog¨ªa positiva en su vertiente cient¨ªfica y popular es el estandarte de dicha ideolog¨ªa. Se difunde por la autoayuda y ha penetrado el sentido com¨²n actual con gran ¨¦xito.
Su presupuesto es que el car¨¢cter es moldeable y ofrece el cambio del yo para conseguir la felicidad. Es un proyecto privado, propio de una cultura individualista que ha dejado atr¨¢s los colectivos, el llamado programa de emancipaci¨®n. La oferta del cambio interno no es poco en una sociedad secular y desencantada. La literatura de consejos quiere construir un yo fuerte y autosuficiente e instaura un c¨®digo fr¨ªo con la autosuficiencia y el distanciamiento como valores centrales. La felicidad es cuesti¨®n de t¨¦cnicas.
Seg¨²n el cognitivismo sociol¨®gico, el pensamiento domina la emoci¨®n: cambie su ¡°estilo negativo¡± de pensar por uno ¡°positivo¡± y ser¨¢ feliz. La voluntad ha de vencer a la necesidad, en forma de herencia gen¨¦tica y de circunstancias sociales: no busque reconocimiento, sea usted la fuente de su propia val¨ªa, no se compare con los dem¨¢s; afirme el ¡°aqu¨ª y el ahora¡± y deje de lamentarse por su pasado, no tema al futuro, aunque sea incierto; sustituya a los amigos o amores que pierda; c¨¦ntrese en su interior, ¨²nico ancla de seguridad. Un mercado creciente de bienestar subjetivo le espera. Y si la dicha es cuesti¨®n de m¨¦todo, alcanzarla depende de uno. Solo el individuo es responsable tanto de hacerse como de deshacerse a s¨ª mismo. Vuelve el budismo light de los sesenta, ahora llamado mindfulness, que ayuda a ser feliz. A aprender a suspender el deseo, la tristeza, el yo mismo. En la respiraci¨®n est¨¢ la clave de su vida. L¨ªderes morales como David Lynch o Martin Scorsese practican la meditaci¨®n, que se est¨¢ extendiendo en los colegios como parte de una educaci¨®n para ser feliz.
Carecemos en Espa?a de tradici¨®n asociativa, sea c¨ªvica, pol¨ªtica o de autoayuda; solo tenemos redes sociales
La cultura actual de la felicidad condena las emociones y actitudes ¡°negativas¡± ¡ªtristeza, duda, queja¡ª mientras que la soledad se estigmatiza. Si uno carece de lazos sociales ser¨¢ por su culpa, por su estilo negativo. Por carecer de flexibilidad, valor ya incontestable, y no poder adaptarse al mercado, al trabajo, a los otros. La soledad se ha convertido en la nueva cara del fracaso y ha de ocultarse, porque la depresi¨®n que puede conllevar es contagiosa y ¡°t¨®xica¡±, seg¨²n el credo positivo. La psicolog¨ªa popular recomienda la interacci¨®n social como un recurso, los otros renovados: redes sociales, p¨¢ginas de encuentros, grupos de intereses comunes.
Pero hay que recordar que en Espa?a carecemos de tradici¨®n asociativa, sea c¨ªvica, pol¨ªtica o de autoayuda. Tenemos solo las redes sociales, hechas de contactos inestables y ef¨ªmeros, guiados por una l¨®gica mercantil donde todos somos intercambiables en una ilusi¨®n de infinitas opciones. La adaptaci¨®n a las nuevas formas de integraci¨®n social es signo de ductilidad, de ¡°estar abiertos¡± a ese interior pl¨¢stico y optimista. El imperativo de la felicidad hace responsables de la desdicha. El ascenso de la ideolog¨ªa positiva deja m¨¢s solos a los que fracasan en el cambio del yo. Y con la suspensi¨®n de las causas sociales de la soledad ¡ªy del suicidio¡ª avanza el progreso de la conciencia psicol¨®gica, el declive de las instituciones y la colonizaci¨®n de la moral por parte de la cultura psicoterap¨¦utica.
Helena B¨¦jar es catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa y autora de Felicidad: la salvaci¨®n moderna.
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