Shereen El Feki: Hablemos de sexo en el mundo ¨¢rabe
Esta investigadora de ra¨ªces egipcias ha asumido la misi¨®n de estudiar la sexualidad de los ¨¢rabes. Si cambia la intimidad, defiende, la pol¨ªtica ir¨¢ detr¨¢s
SE PUEDE DECIR que Shereen El Feki es una beneficiada indirecta del movimiento #MeToo. Desde que estall¨®, le cuesta mucho menos explicar su misi¨®n en la vida: contar el mundo ¨¢rabe a trav¨¦s del sexo, usar lo que pasa entre las s¨¢banas para analizar lo que ocurre en la sociedad. ¡°Ahora todo el mundo ha entendido que hay una relaci¨®n muy clara. Solo hay que ver el caso ?Brett Kavanaugh¡±, dice en referencia al juez del Tribunal Supremo estadounidense acusado de abusos sexuales.
Esta canadiense de 50 a?os, hija de una profesora galesa y un neurocirujano egipcio, se siente c¨®moda en los espacios h¨ªbridos. Estudi¨® Inmunolog¨ªa en Toronto y Cambridge, y trabaj¨® como periodista de salud para The Economist. En 2013 public¨® Sex and the Citadel (Vintage), un ensayo ensamblado a base de entrevistas con cientos de personas en Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica que pronto se convertir¨¢ en una serie documental para la BBC. Desde entonces, est¨¢ centrada en estudiar la masculinidad. Bajo el paraguas de las Naciones Unidas, analiza qu¨¦ significa ser hombre hoy en Egipto, Kuwait, Marruecos o los territorios palestinos.
Quiz¨¢ por su identidad dual, El Feki, musulmana practicante, est¨¢ acostumbrada a hacer traducciones simult¨¢neas. No solo de lenguas, sino de conceptos: ¡°Los occidentales se olvidan de que la revoluci¨®n sexual no fue un helic¨®ptero que despeg¨® del tab¨² y lleg¨® al aire libre en segundos. Se necesit¨® una pista de despegue muy larga, siglos de evoluci¨®n socio?econ¨®mica y cultural que empezaron en la Ilustraci¨®n. A veces se piensa: ¡®Nosotros forjamos la revoluci¨®n y ahora le toca al resto del mundo ponerse al d¨ªa¡¯. Pero no funciona as¨ª. En el mundo ¨¢rabe no se puede empujar demasiado hacia delante porque entonces viene una fuerza que te devuelve para atr¨¢s¡±, asegura durante una visita reciente a Barcelona, invitada por el IEMed, para participar en la Bienal del Pensamiento.
La palabra ¡°revoluci¨®n¡± no aparece en su libro y tampoco es partidaria de ¡°represi¨®n¡± al hablar de las mujeres. ¡°Es un marco mental que arrebata a las ¨¢rabes su capacidad de acci¨®n. Hay controles y restricciones, pero muchas veces consiguen lo que quieren dando un rodeo. Este ejemplo es superficial pero interesante: en las capitales ¨¢rabes hay un mont¨®n de tiendas de lencer¨ªa picante. En ning¨²n otro lugar del mundo he encontrado un sujetador que cuando lo aprietas toca ¡®El viejo McDonald tiene una granja¡¯. Esas tiendas est¨¢n llenas de mujeres con hiyabs y niqabs comprando. Sorprendida, pregunt¨¦ a una amiga, y me dijo: ¡®Ser¨ªa una verg¨¹enza que le dijera a mi marido que quiero hacer el amor, pero si me pongo este conjunto rojo entiende el mensaje¡±.
De hecho, sus estudios demuestran que empieza a haber una brecha insalvable entre ¡°unas mujeres j¨®venes mucho m¨¢s abiertas que sus madres y abuelas, y unos hombres j¨®venes m¨¢s conservadores que sus padres y abuelos¡±. Estos dos grupos resultan, en el sentido m¨¢s literal, imposibles de casar. ¡°Y puesto que el matrimonio es el ¨²nico contexto social aceptado para la sexualidad, encontramos a mujeres sin una vida sexual ni rom¨¢ntica, en una adolescencia perpetua¡±, y a hombres frustrados.
Con todo, insiste El Feki, los cambios est¨¢n llegando y pueden lograr objetivos m¨¢s importantes que el placer: ¡°Relajarse en el sexo est¨¢ relacionado con relajarse en todo lo dem¨¢s. Hace mil a?os ya se hizo. No idealizo esos tiempos, pero cuando la civilizaci¨®n ¨¢rabe estaba en su apogeo era mucho m¨¢s relajada en cuanto a su sexualidad. En un famoso manual er¨®tico del siglo X se recog¨ªan hasta 1.083 verbos que significaban ¡®hacer el amor¡±. Hoy, en cambio, sus entrevistados prefieren hablar con ella en franc¨¦s, ingl¨¦s o hebreo porque en su lengua les falta vocabulario. El que tienen a mano es demasiado m¨¦dico, religioso o callejero. ?Le cuesta mucho que se abran? ¡°En absoluto. Lo dif¨ªcil es hacerles callar¡±.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.