Un viejo anhelo
Contra la cultura de la queja, cultivar la solidaridad
Ya asoma por la esquina un nuevo a?o y, como ocurre tantas veces, hay fundadas razones para creer que las cosas van a empeorar. Hay elecciones europeas y la extrema derecha muestra una imponente musculatura. Sus seguidores han perdido los complejos, se gustan a s¨ª mismos y creen en la promesa que reciben de volver a ser grandes de nuevo, de abandonar esa miseria que lleg¨® con la crisis y la globalizaci¨®n, de frenar a los b¨¢rbaros que asoman a las puertas de sus casas. Todo lo malo que nos est¨¢ pasando viene de Bruselas, sostienen, donde gobiernan unas ¨¦lites desconectadas del mundo real. As¨ª que proponen recuperar el poder para el pueblo. Es un mensaje potente. Al otro lado, los partidos que construyeron la Uni¨®n Europea despu¨¦s de la II Guerra Mundial est¨¢n desorientados.
En el tablero del mundo, las naciones m¨¢s poderosas (y otras) interpretan esta nueva partitura con el mismo estilo: un l¨ªder fuerte con un pueblo creyente detr¨¢s. Trump, Xi Jinping y Putin dirigen la orquesta cada cual a su manera pero est¨¢n llenando la atm¨®sfera con una melod¨ªa parecida. Es una que les susurra en el o¨ªdo a sus ciudadanos que van a recuperar el orgullo perdido.
El caso ruso resulta ilustrativo porque no queda lejos la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista. La escritora y traductora Marta Reb¨®n cuenta en su libro En la ciudad l¨ªquida que empez¨® a pasar algunos veranos en San Petersburgo poco despu¨¦s de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica se desmoronara. ¡°La ciudad, en lugar de emerger de las aguas, parec¨ªa un barco a la deriva a punto de hundirse en el Nev¨¢¡±, escribe. ¡°Arrojados al capitalismo sin un manual de instrucciones, quienes un d¨ªa fueron leningradenses parec¨ªan cautivos en una jaula dorada hecha de una profusi¨®n de fachadas barrocas, neocl¨¢sicas, modernistas y estilo Imperio, aderezadas con un sinf¨ªn de columnas, pilastras, frisos y cari¨¢tides¡±.
La imagen muestra el mecanismo que opera en el coraz¨®n del que se siente estafado. El habitante de San Petersburgo estaba tocado por la desesperaci¨®n de un fracaso ¨ªntimo. Reconoc¨ªa en esas imponentes fachadas el rastro del sue?o de esplendor que le hab¨ªan prometido, y en el que hab¨ªa cre¨ªdo, y que encontraba en esos d¨ªas reducido a la asfixiante rutina de luchar por encontrar algo que poder comer.
Activar la tecla del resentimiento es la receta m¨¢s efectiva para los que se quieren conductores de unos pueblos humillados y ofendidos. Pero existen otras alternativas. En su libro, Marta Reb¨®n recoge lo que cont¨® en una entrevista el poeta Joseph Brodsky a prop¨®sito de la ¨¦poca que pas¨® en Nor¨¦nskaia. El r¨¦gimen comunista lo hab¨ªa condenado por ¡°parasitismo social¡± y, tras pasar por distintas c¨¢rceles, termin¨® arrojado a ese pueblo min¨²sculo situado en un rinc¨®n remoto del norte de Rusia. Hac¨ªa tanto fr¨ªo que muchas veces no pod¨ªa salir de casa. Brodsky explica que aquella experiencia le permiti¨® conocer algo muy profundo que lo influir¨ªa el resto de su vida. ¡°Despertarme temprano, a las seis, ir al campo al amanecer, como hacen millones de seres humanos¡±. Y por eso pudo entender ¡°el significado de la vida del pueblo, lo que es, en esencia, la solidaridad humana¡±. No es una mala lecci¨®n. Frente a la cultura de la queja, que termina reclamando un l¨ªder que nos devuelva la grandeza perdida, aceptar que las cosas son muchas veces dif¨ªciles y que el ¨²nico camino es el de la solidaridad, ese viejo anhelo europeo que estuvo tan claro tras la cat¨¢strofe de la guerra y que tan lejano parece ahora.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.