Elogio de la diferencia
El verdadero reto reside en estar abierto a dejarnos seducir por los argumentos del otro
?Por qu¨¦ reivindicar la comunicaci¨®n como valor democr¨¢tico? La pregunta apareci¨® al revisar el discurso de Navidad del presidente alem¨¢n, Frank-Walter Steinmeier, y su llamada sosegada al di¨¢logo y la comunicaci¨®n tras reconocer que ¡°los alemanes hablamos cada vez menos los unos con los otros. Y todav¨ªa menos escuchamos al otro¡±. Es obvio que podr¨ªa estar hablando de nosotros los espa?oles, as¨ª que reformular¨¦ la pregunta: ?c¨®mo y por qu¨¦ reivindicar el di¨¢logo cuando todos clamamos por el respeto de aquella o esta l¨ªnea roja? Porque lo curioso de la intervenci¨®n de Steinmeier es que no apelaba al consenso o la unidad nacional como generadores de entendimiento, sino precisamente a las diferencias espec¨ªficas de sus conciudadanos.
La conversaci¨®n p¨²blica evoca siempre un mundo com¨²n sin el cual no es posible dilucidar nuestro futuro, y para ello es imprescindible, como se?al¨® Steinmeier, ¡°reaprender el arte de la discusi¨®n y aceptar nuestras diferencias¡±. Para que una conversaci¨®n se produzca, parec¨ªa decirnos, es necesario reconocer al otro y hacerse cargo de ¨¦l, porque es precisamente ese reconocimiento el fundamento indispensable de las relaciones ¨¦ticas que establecemos con nuestros semejantes. Y se trata de un ejercicio desinteresado, o gratuito si lo prefieren, un acto de generosidad que deber¨ªamos hacer sin esperar nada a cambio. Porque en alg¨²n momento hemos olvidado que conversar es hacer un regalo: al entregarlo, no esperas que quien lo recibe te ofrezca algo a cambio, pues convertir¨ªamos el gesto hermoso de la d¨¢diva en un mero y fr¨ªo intercambio mercantil. Y sin embargo, al regalar algo, siempre se genera un v¨ªnculo c¨¢lido, de compromiso y acercamiento.
Lo mismo sucede con una conversaci¨®n genuina: no buscamos encontrar cosas en com¨²n con nuestro interlocutor, no es un juego de reciprocidad. El verdadero reto reside en estar abierto a escuchar algo distinto a nuestros puntos de vista, a dejarnos seducir por los argumentos del otro. Pero la arquitectura comunicativa de nuestras sociedades nos a¨ªsla cada vez m¨¢s en nichos o burbujas, agrupados como bolas de billar; lejos de persuadirnos, reconocernos e interactuar, chocamos frontalmente o rodamos en el gran tablero cada una por nuestro lado. Perdemos as¨ª eso que Rorty llamaba ¡°el poder de conversar y tolerar, de considerar las posturas de otra gente¡±. Y es esto, antes que cualquier idea de inter¨¦s nacional, lo que hace posible construir un mundo com¨²n. Y por eso hemos de elogiar lo distinto, aunque compartir nos exponga y nos sintamos incompletos. Porque sin diferencias, no habr¨¢ nada que compartir. @MariamMartinezB
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