El ADN ya no es lo que era
Cuando una convicci¨®n contradice a un dato, siempre gana el segundo
Ahora que el ADN se ha convertido en la met¨¢fora oficial de lo estable o lo inmanente y todo el mundo dice, por ejemplo, que el sufrimiento est¨¢ en el ADN del Atleti, el salero est¨¢ en el ADN de los sevillanos y hacer pa¨ªs est¨¢ en el ADN de General Motors, ahora que un concepto estrella de la ciencia ha conseguido de manera ins¨®lita hacerse un hueco en la caja de herramientas del hablante y el tertuliano, el charcutero y el locutor, como tal vez solo el agujero negro y los universos paralelos hab¨ªan logrado antes, justo ahora, vamos a tener que renunciar al chascarrillo, o al menos modificarlo hasta dejarlo irreconocible. Porque estamos descubriendo que el ADN cambia durante la vida, y sobre todo en el cerebro, y adem¨¢s en respuesta al entorno, empezando por los cuidados maternos. Decir que el sufrimiento est¨¢ en el ADN del Atleti ya no es decir nada, porque el ADN del Atleti puede cambiar, y el sufrimiento paliarse.
Fred Gage y su equipo del Instituto Salk de California llevan un decenio investigando los genes saltarines que se mueven por el cerebro en desarrollo (su nombre t¨¦cnico es transposones). Sabemos que la mitad del genoma humano consiste en residuos f¨®siles de antiguos transposones, que son segmentos de ADN que codifican su propia replicaci¨®n y movilidad de un sitio a otro del genoma, y por tanto pueden experimentar crecimientos explosivos en ciertas fases de la evoluci¨®n. No sabemos qu¨¦ significa esto. Gage, sin embargo, descubri¨® en la d¨¦cada pasada que todav¨ªa hay un transpos¨®n activo en el genoma humano (se llama LINE-1) y que salta de un lado a otro mientras el cerebro va creciendo y madurando. Su lugar favorito es el hipocampo, una zona cerebral esencial para la formaci¨®n de memorias y tambi¨¦n para su recuperaci¨®n.
Los ¨²ltimos resultados de Gage, obtenidos en ratones, son a¨²n m¨¢s interesantes. Se sabe que los cuidados que recibe un rat¨®n reci¨¦n nacido tienen efectos profundos en su desarrollo psicol¨®gico. Cuando la madre le presta atenci¨®n, su estr¨¦s se reduce, mientras que la indiferencia materna incrementa su ansiedad, y estos efectos pueden durar toda la vida. Los cient¨ªficos han demostrado ahora que la indiferencia de la madre conduce al movimiento y la acumulaci¨®n de transposones en las neuronas del hipocampo; esto no ocurre en el resto del cerebro, ni en otros tejidos como el coraz¨®n. Se trata de un fen¨®meno gen¨¦tico muy espec¨ªfico y su correlaci¨®n es perfecta con el grado de cuidados maternos. El ADN cambia en respuesta a la experiencia durante el desarrollo del cerebro. Todo esto es verdaderamente asombroso. No solo porque contradice algunas de nuestras convicciones m¨¢s arraigadas, sino porque apunta a un mecanismo esencial para que el cerebro en maduraci¨®n responda al entorno.
La movilidad de los transposones est¨¢ tambi¨¦n detr¨¢s de algunas enfermedades que afectan al cerebro, como el s¨ªndrome de Rett, que genera deficiencias de comportamiento, lenguaje y actividad motora, la esclerosis lateral amiotr¨®fica y la demencia frontotemporal. Y hay indicios de que otras condiciones mentales m¨¢s comunes, como el autismo y la esquizofrenia, tienen una relaci¨®n profunda con los cambios en el genoma durante el desarrollo del individuo, sean o no debidos a transposones. Los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos han fundado una iniciativa para investigar esos cambios (Brain Somatic Mosaicism Network).
Cuando una convicci¨®n contradice a un dato, siempre gana el segundo. Est¨¢ en el ADN de la ciencia.
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