La vulnerabilidad como fortaleza
Pol¨ªtica sin hipocres¨ªa. Parece mentira que esto sea lo revolucionario.
Dec¨ªa Michael Walzer, uno de los principales te¨®ricos pol¨ªticos contempor¨¢neos, que si se viaja por Europa el paisaje est¨¢ siempre espolvoreado de peque?os pueblos en los que sobresale la torre de alguna iglesia. El poder tradicional, el religioso, sigue reflej¨¢ndose en los n¨²cleos urbanos de menor tama?o. En los m¨¢s poblados ocurre lo contrario, lo que capta la atenci¨®n son los rascacielos de las grandes empresas y los moles, los grandes centros comerciales. Y dentro de ellos, los gimnasios. Junto al dios del dinero, la diosa salud, fitness o como queramos llamarla, ha suplido ya al dios tradicional.
Quiz¨¢ por eso mismo, nuestros pol¨ªticos contempor¨¢neos apenas se ven obligados a fingir que cumplen con la religi¨®n institucional, pero s¨ª deben mostrarse como fieles seguidores de la nueva divinidad. No hay casi ning¨²n pol¨ªtico a quien no se le haya filmado corriendo, rodeado de guardaespaldas, mostrando al p¨²blico su gran sinton¨ªa con esta nueva diosa del pueblo. Ninguno puede permitirse el lujo de salir fumando; la recomendaci¨®n es que se les vea ejercit¨¢ndose. Recordemos a Clinton, Obama, Zapatero, S¨¢nchez. Incluso aunque las im¨¢genes que se muestren carezcan de credibilidad, como ocurr¨ªa con las del pobre Rajoy, a quien sus asesores conminaban a trotar, con evidente desgana por su parte, por los verdes campos de Pontevedra.
Juventud y salud forman parte del kit imprescindible del nuevo pol¨ªtico. Por eso llama poderosamente la atenci¨®n la foto de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, haciendo ostentaci¨®n de su vulnerabilidad al salir del hospital en el que le curaron de la fractura de su tobillo. No fue ¡°sorprendida¡± haci¨¦ndolo, sino que obedece a un dise?o expl¨ªcito, la voluntad de no ocultar la gravedad de la herida as¨ª como todos los s¨ªntomas de la fragilidad f¨ªsica inherente a su edad. Es un mensaje poderoso, porque funciona como contra-ejemplo del paradigma al que nos tienen acostumbrados los medios, la asociaci¨®n de pol¨ªtica y salud.
Pero, si nos fijamos, todo ello forma parte de la excepcionalidad del personaje. La popularidad de Carmena siempre se sostuvo sobre aparentes paradojas: la persona mayor mimada por los j¨®venes, como ocurri¨® con Tierno en su d¨ªa; o el l¨ªder pol¨ªtico con el suficiente atrevimiento como para concurrir a unas elecciones con su propia lista, desafiando las normas de la fuerza pol¨ªtica que supuestamente le dotaba de apoyo.
En momentos de plena fractura generacional los mensajes que transmite son de una potencia indudable. Primero, el presupuesto de que las ideas o las convicciones pol¨ªticas ¡°no tienen edad¡±. Un progre a?oso no es un ox¨ªmoron, ni tiene por qu¨¦ asociarse a una izquierda trasnochada. De hecho, Carmena se convirti¨® enseguida en un icono de la ¡°nueva pol¨ªtica¡±. Y, en segundo lugar, en tiempos de desconfianza hacia los aparatos partidistas, que para sobresalir en pol¨ªtica no hay que subordinarse necesariamente a la s¨®rdida y disciplinada vida de los partidos. Basta con saber llegar a importantes sectores de la ciudadan¨ªa. Es m¨¢s, que solo as¨ª puede accederse a la autenticidad que se espera de la naturaleza de sus ideas. Lo importante es llevarlas a la pr¨¢ctica, no ocupar los diferentes cargos del Ayuntamiento, los despojos del poder.
La imagen de la supuesta vulnerabilidad de Carmena, al romper con los t¨®picos de la comunicaci¨®n pol¨ªtica al uso, se convierten en lo contrario, en su gran fortaleza. Para qu¨¦ fingir, estoy lesionada y con grandes problemas de movilidad, como dijo expl¨ªcitamente. Pero eso no me impide trabajar ni estar al tanto de los problemas de los ciudadanos. Ni estoy incapacitada ni he perdido las ganas de luchar por mis convicciones. Pol¨ªtica sin hipocres¨ªa. Parece mentira que esto sea lo revolucionario.
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