El 5% de todo lo que existe
Si incluso de la realidad f¨ªsica m¨¢s fundamental desconocemos el 95%, ?qu¨¦ no ignoraremos de la evoluci¨®n biol¨®gica y sus criaturas?
Lord Kelvin, el de los grados Kelvin, decret¨® a finales del siglo XIX que todos los principios generales de la f¨ªsica ya hab¨ªan sido descubiertos, y que solo quedaba pulir los detalles. Kelvin todav¨ªa estaba vivo cuando, en los primeros a?os del siglo XX, Max Planck y Albert Einstein descubrieron la mec¨¢nica cu¨¢ntica y la relatividad, los dos cimientos de la f¨ªsica actual. La an¨¦cdota es seguramente falsa, pero ese falso Kelvin fue v¨ªctima de lo que podr¨ªamos llamar la falacia del fin del mundo: la tendencia a creer, de una forma solo vagamente consciente, que el mundo ha culminado con nosotros, que hemos presenciado todo lo importante durante nuestra vida y que despu¨¦s no deber¨ªa ocurrir nada rese?able, aunque solo sea por deferencia al finado.
No es dif¨ªcil ver hoy a j¨®venes, o m¨¢s bien exj¨®venes, que viven sumergidos en la falacia del fin del mundo. Creen, por ejemplo, que el mundo se divide entre nativos digitales y todos los dem¨¢s, como si los sistemas electr¨®nicos que usan hoy fueran a durar eternamente, como si no supieran que ellos mismos ya han dejado de ser nativos respecto a los ¨²ltimos algoritmos del aprendizaje de m¨¢quina y la inteligencia artificial. Han crecido rodeados de una tecnolog¨ªa que crece exponencialmente y no han percibido lo que eso significa para ellos: que se van a quedar obsoletos a¨²n m¨¢s deprisa que nosotros, los nativos anal¨®gicos. Como el falso lord Kelvin, creen que todo lo importante ya ha ocurrido durante sus vidas, y que el mundo acabar¨¢ con ellas. En una singularidad, por supuesto, pero acabar¨¢. (La singularidad, seg¨²n los tecnoprofetas, es el punto de no retorno en que las m¨¢quinas superar¨¢n a los humanos).
Un cient¨ªfico actual puede creer que el mundo va a acabar. Seg¨²n los c¨¢lculos de Martin Rees, que ha sido astr¨®nomo real de Reino Unido y presidente de la Royal Society de Londres, nuestras probabilidades de haber colonizado otro planeta antes de que nos acabemos de cargar este no pasan de un modesto 50%. Nuestra subsistencia como especie depende, literalmente, de tirar una moneda al aire. Lo que no puede creer un cient¨ªfico actual es que el conocimiento est¨¦ a punto de llegar a su culminaci¨®n. Nadie puede pensar eso seriamente.
Todo lo que vemos es solo el 5% de lo que existe. Esa es la materia ordinaria, la que constituye nuestros cuerpos y nuestras mentes, la naturaleza y la geolog¨ªa de la Tierra, los planetas y las estrellas incontables en el cielo nocturno (escribo desde Madrid, as¨ª que esto ¨²ltimo ha sido una licencia po¨¦tica). Otro 25% de lo que existe es la ya famosa materia oscura, que nadie sabe lo que es, pero cuya existencia estamos forzados a aceptar debido a sus efectos gravitatorios. Y el 70% restante es la a¨²n m¨¢s enigm¨¢tica energ¨ªa oscura. Seg¨²n la cosmolog¨ªa reciente, esta es la energ¨ªa que hace que el cosmos se expanda de forma acelerada, en contra de la gravedad que generan todas sus galaxias, que deber¨ªa hacer que se contraiga. Si incluso de la realidad f¨ªsica m¨¢s fundamental desconocemos el 95%, ?qu¨¦ no ignoraremos de la evoluci¨®n biol¨®gica y sus criaturas, del cerebro y las sociedades de cerebros? De la Bolsa, de la ruina, de la tristeza.
Los astrof¨ªsicos de medio planeta est¨¢n, en el barullo de sus laboratorios o en el silencio profundo de sus sondas espaciales, empe?ados en arrojar luz sobre la energ¨ªa oscura. Esto no acabar¨¢ nunca.
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