Julen o la desgracia que nos hace a todos buenos
No hay brujas, ni gigantes, ni madrastras, ni manadas en el nuevo suceso global y, mientras disimulamos el morbo, sacamos brillo a la compasi¨®n
Tienen los sucesos un halo de repugnancia tan aguda y que compite tan frontalmente con la perplejidad que nos provocan que el resultado es de una atracci¨®n irresistible. Las reglas del periodismo nos hablan del peso de la proximidad (?cu¨¢ntos muertos deber¨ªan producirse en una inundaciones en China para despertar el mismo inter¨¦s que la desgracia de ayer de cuatro personas en Asturias?) y tambi¨¦n de una compasi¨®n creciente cuanto m¨¢s vulnerable es la v¨ªctima: la mujer frente al hombre, el anciano frente al joven, el ni?o frente al adulto e, indiscutiblemente, el beb¨¦ frente al ni?o y todos los dem¨¢s.
Por ello y por otros motivos, la desgracia de Julen, el peque?o de dos a?os atrapado en un pozo, ha adquirido una dimensi¨®n de espect¨¢culo e inquietud global que nos tiene a todos pegados ante las pantallas, que cataliza mitos ancestrales, terrores de infancia y de parentalidad, y que nos permite unirnos, y por tanto redimirnos tambi¨¦n colectivamente como sociedad capaz de compartir al menos la solidaridad: los mineros de Asturias son recibidos como h¨¦roes, los operativos de rescate son jaleados a su paso, los ingenieros se desvelan y los vecinos preparan buenamente comidas para todos.
No hay brujas, ni gigantes, ni asesinos, ni madrastras, ni manadas, ni conspiraciones en el nuevo suceso global y, mientras disimulamos el morbo, sacamos brillo a la compasi¨®n y eso nos tranquiliza.
El bilba¨ªno Iv¨¢n Repila narr¨® con pulso firme en El ni?o que rob¨® el caballo de Atila (Seix Barral) el desvelo de dos hermanos peque?os que caen en un pozo y se van viendo consumidos, olvidados del mundo, en su destino compartido. Es buen momento para recuperar esa peque?a novela, tan magn¨¦tica como escalofriante, que no solo retrata la imposible supervivencia bajo tierra sino la crueldad del abandono, el olvido, la desigualdad, la competencia y el peligro de muerte que encierra la vida en cada uno de sus vericuetos.
Julen es hoy nuestro minero atrapado, dicen los asturianos en Total¨¢n, Julen es de todos, dicen los rescatadores y todos somos sus padres, decimos todos en un grito colectivo. La maldad, la desigualdad, la crispaci¨®n y el enfrentamiento que vivimos a diario se han puesto en pausa mientras la desgracia nos permite demostrar que, por una vez, todos podemos ser buenos. O, por lo menos, parecerlo.
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