Paz lejana
Si las tropas de EEUU abandonan Afganist¨¢n sin un acuerdo de paz, condenar¨¢n al pa¨ªs a un nueva guerra civil
La retirada de las tropas de Estados Unidos de Afganist¨¢n no significa la paz. M¨¢s bien puede indicar todo lo contrario. Es una buena noticia que se trate de buscar una salida negociada a un conflicto que ha destrozado el pa¨ªs centroasi¨¢tico y que se prolonga, en diferentes fases, desde hace 40 a?os, provocando un sufrimiento humano imposible de medir. Pero si las tropas estadounidenses desplegadas desde 2001 abandonan el pa¨ªs sin un acuerdo de paz claro con los talibanes, que incluya a su vez un pacto entre las milicias radicales y el Gobierno afgano, el pa¨ªs se ver¨¢ inmerso con toda seguridad en otro conflicto interno en el que solo habr¨¢ de nuevo un perdedor: la poblaci¨®n civil.
La guerra comenz¨® en Afganist¨¢n en 1979, cuando entr¨® el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico para defender a un Gobierno t¨ªtere comunista, mientras la CIA pon¨ªa todos los medios posibles a disposici¨®n de muyahidines, m¨¢s o menos radicales, que acabar¨ªan en algunos casos por volverse contra sus financiadores, como ocurri¨® con Osama Bin Laden. Sin embargo, cuando la URSS se retir¨® en 1989, el pa¨ªs cay¨® en una guerra civil mucho peor que todo lo que se hab¨ªa vivido hasta entonces. Los talibanes salieron victoriosos y a finales de los a?os noventa se hicieron con el 90% del territorio, condenando a los afganos, y sobre todo a las afganas, a un r¨¦gimen de terror y sometimiento.
Fueron expulsados del poder en 2001, tras el 11-S, no por las atrocidades que comet¨ªan, sino por dar refugio al organizador de aquellos atentados, Bin Laden. Desde entonces, EE?UU ha combatido una guerra que no puede ganar ni perder, apoyando en Kabul a un Gobierno d¨¦bil que no controla una parte importante del territorio bajo su responsabilidad. Los talibanes tampoco se han mostrado capaces de ganar, aunque s¨ª de provocar un da?o constante e indiscriminado contra los civiles, a golpe de atentados y matanzas. Como en Duelo a garrotazos, de las pinturas negras de Goya, es una guerra en la que los combatientes est¨¢n condenados a hacerse da?o eternamente, sin victoria, ni derrota.
Por eso tiene sentido que se intente buscar un acuerdo de paz, aunque haya que negociarlo con unos actores tan siniestros como los talibanes. Pero si la Administraci¨®n de Trump se deja llevar por el ego¨ªsmo, el cortoplacismo y la informaci¨®n defectuosa, como ha sucedido en Siria, la retirada ser¨ªa el primer acto de un nuevo conflicto, al que ahora se sumar¨ªa el ISIS. Exigir a los talibanes que no vuelvan a albergar a terroristas en su territorio tiene sentido, pero una salida sin un acuerdo global de paz convertir¨ªa a Afganist¨¢n en un peligroso foco de inestabilidad, regional y global, y al pueblo afgano en v¨ªctima de una guerra eterna.
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