Todos queremos inteligencia emocional
Desde que un psic¨®logo y periodista lo populariz¨® en 1995, este concepto se ha instalado en la sociedad como un factor del ¨¦xito. Sin embargo, los investigadores a¨²n discrepan sobre su validez
HAY PALABRAS y expresiones que usamos con tanta familiaridad que parece que llevan ah¨ª toda la vida. Algunas de ellas han llegado desde la psicolog¨ªa ¡ªansiedad, autoestima, depresi¨®n, trauma¡ª y se han instalado de tal manera en nuestra vida cotidiana que podemos llegar a pensar que hacen referencia a asuntos bien estudiados y conocidos, cuando no siempre es el caso. Hasta 1995 pr¨¢cticamente nadie hab¨ªa o¨ªdo hablar de la inteligencia emocional, un concepto con antecedentes en la literatura, la psiquiatr¨ªa e incluso en una tesis doctoral, y que los investigadores John D. Mayer y Peter Salovey hab¨ªan colocado en la arena psicol¨®gica hac¨ªa un lustro. Pero precisamente ese a?o se publicaba el superventas Inteligencia emocional, que lanzar¨ªa al estrellato a su autor, el psic¨®logo y periodista estadounidense Daniel Goleman, y que convertir¨ªa la expresi¨®n en una noci¨®n cotidiana para millones de personas.
La historia de este concepto se puede contar desde dos perspectivas que contrastan de manera llamativa: la de su desarrollo en el ¨¢mbito cient¨ªfico y la que ha tenido fuera de los muros de las universidades. Entr¨® en las vidas del com¨²n de los mortales como un elefante en una cacharrer¨ªa. En octubre de 1995, la revista Time decid¨ªa llevar en su portada una afirmaci¨®n tan poderosa como pol¨¦mica: ¡°No es tu cociente de inteligencia. No es ni siquiera un n¨²mero. Sin embargo, la inteligencia emocional puede ser el mejor predictor del ¨¦xito en la vida, redefiniendo lo que significa ser listo¡±. Nadie pod¨ªa quedar indiferente ante una idea como esta, que adem¨¢s resultaba muy atractiva e intuitiva para la gente de a pie.
Las universidades tienen problemas para dar una definici¨®n un¨ªvoca y una medida v¨¢lida de esta supuesta inteligencia
Probablemente todos estamos de acuerdo en que las emociones y las relaciones sociales son dos de los asuntos m¨¢s relevantes e influyentes en la vida. Sin embargo, no cont¨¢bamos con un concepto que los vinculase, y entonces apareci¨® Goleman para regalarnos esta f¨®rmula: inteligencia emocional. Adem¨¢s de su funcionalidad y de una cierta desconfianza hacia la noci¨®n tradicional de inteligencia, que es vista como algo poco modificable, se han propuesto otras razones para explicar la enorme difusi¨®n que ha tenido la idea, como son su car¨¢cter optimista, su oferta de habilidades ¨²tiles para las relaciones interpersonales y su uso masivo tanto en el ¨¢mbito de la empresa como por educadores, que han transmitido el mensaje de que para conseguir el ¨¦xito en el mundo moderno lo que hace falta es ¡°conciencia emocional, sensibilidad e inteligencia callejera¡±. Hoy, m¨¢s de 20 a?os despu¨¦s de su irrupci¨®n, seguimos sin saber exactamente cu¨¢l ha sido el secreto de su popularidad, pero es innegable que el concepto lleg¨® para quedarse.
El enorme impacto entre el p¨²blico contrasta con la controversia que la ha acompa?ado en las ciencias sociales. El desacuerdo ha sido la norma entre los investigadores, que han tenido problemas para dar una definici¨®n un¨ªvoca, una medida v¨¢lida de esta supuesta inteligencia y pruebas claras de que el concepto aporte algo nuevo. La disputa lleg¨® a tal extremo que el propio Mayer tuvo que salir p¨²blicamente en 2008 llamando a los investigadores al consenso para poder afrontar las numerosas cr¨ªticas que recib¨ªa.
El tiempo suele poner las cosas en su sitio, pero en el caso de la inteligencia emocional no ha conseguido acabar a¨²n con la pol¨¦mica. Por una parte, encontramos a los defensores del concepto mostrando orgullosos los estudios que la relacionan con un gran n¨²mero de ventajas; entre ellas: mejoras en indicadores de salud, en el desempe?o laboral, en la capacidad de liderazgo, en la creatividad y en la toma de decisiones. Por otra, est¨¢n los detractores del concepto. Entre ellos encontramos a Luis D¨ªaz Vilela, profesor de la Universidad de La Laguna, que afirma tajantemente: ¡°La inteligencia emocional (IE) es un constructo que no aporta nada a lo que ya existe en la psicolog¨ªa cient¨ªfica y tiene graves problemas de validez¡±. Tambi¨¦n a Dimitri van der Linden, investigador de la Universidad de R¨®terdam, que mantiene que no existen diferencias entre la IE y el factor general de personalidad. Y a Andrea Pittarello, de la Universidad de Groningen (Holanda), que ha encontrado en un estudio que una mayor IE puede servir para superar la tensi¨®n entre hacer lo correcto o lo incorrecto y servir como licencia para saltarse las reglas. Mientras los expertos resuelven la disputa, el mercado del crecimiento personal y el management sigue utilizando la idea en cuesti¨®n como un reclamo comercial y no parece importarle demasiado el debate cient¨ªfico en torno a su alcance y sus limitaciones. La participaci¨®n estelar del propio Daniel Goleman en el Being One Forum de 2018, un encuentro donde se dieron cita propuestas pseudocient¨ªficas de toda ¨ªndole, contribuye al desprestigio de un tema que es visto por muchos como algo vinculado a la charlataner¨ªa.
Quiz¨¢ habr¨ªa que haber esperado a tener conclusiones m¨¢s s¨®lidas sobre el concepto antes de comercializarlo, pero tal vez esto sea una utop¨ªa en un mundo con personas proclives a comprar milagros y otras dispuestas a venderlos.?
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