Tras los pasos del tit¨¢nico viaje que confirm¨® que la tierra era redonda
En el quinto centenario de la primera circunnavegaci¨®n del globo terr¨¢queo, he ido hasta el estrecho que Magallanes descubri¨® y que lleva su nombre para comprobar sobre el terreno c¨®mo de dura fue la haza?a
En muchas calles del centro de Punta Arenas hay instaladas cuerdas. Y no es una performance del centro local de arte contempor¨¢neo. Es para ayudarte a caminar los d¨ªas en que el viento sopla fuerte. Que en estas latitudes extremas de la Patagonia son casi todos. D¨ªas como hoy, de 45 nudos, en los que para doblar desde la plaza de Armas por la calle presidente Pedro Montt tengo que inclinarme hacia adelante cual hipotenusa de cartab¨®n para que el hurac¨¢n no me venza. Las banderas, los ¨¢rboles de la plaza y los cables el¨¦ctricos se agitan como pompones de cheerleaders mientras que all¨¢, al final de la calle, el estrecho de Magallanes ¡ªque en este punto es tan ancho como un mar¡ª aparece encrespado de remolinos n¨ªveos, que m¨¢s parece un reba?o de ovejas al trote que la superficie marina. El Ventus Australis, el barco en el que navego por aguas patag¨®nicas, ha necesitado dos remolcadores para amurarse al ¨²nico pantal¨¢n del puerto de Punta Arenas en medio de semejante vendaval. Y me pregunto, mientras trato de no ser arrastrado por ¨¦l, c¨®mo pudieron atravesar estas complicadas aguas hace 500 a?os las tres naves de Fernando de Magallanes con aquellos rudimentarios aparejos.
Este 2019 vamos a hablar mucho de Magallanes, porque conmemoraremos el quinto centenario del inicio de un viaje que cambiar¨ªa la historia del mundo. El que vendr¨ªa a confirmar lo que muchos barruntaban ya desde Arist¨®teles o desde Erat¨®stenes de Cirene, pero que nadie hab¨ªa podido demostrar emp¨ªricamente: que la tierra era redonda.
El 20 de septiembre de 1519 part¨ªa de Sanl¨²car de Barrameda la expedici¨®n liderada por el portugu¨¦s Fernando de Magallanes y patrocinada por la corona espa?ola ¡ªque entonces reposaba sobre la cabeza de un joven Carlos I¡ª, compuesta por cinco naves y un objetivo comercial: encontrar un paso por el sur del reci¨¦n descubierto continente americano para llegar a las islas de las especias. El resultado de la aventura es de sobra conocido: solo una de las embarcaciones, La Victoria, y 18 de los 239 hombres que partieron lograron regresar a Sanl¨²car salvos (que no sanos), tres a?os despu¨¦s. Magallanes muri¨® a manos de ind¨ªgenas en la isla de Mact¨¢n (Filipinas) y al frente de la fam¨¦lica expedici¨®n ven¨ªa un piloto de Getaria llamado Juan Sebasti¨¢n Elcano. Fueron los primeros hombres que circunnavegaron la tierra demostrando para la ciencia ¡ªaunque no era su objetivo inicial¡ª que en efecto viv¨ªamos en un planeta redondo.
El hito geogr¨¢fico m¨¢s famoso que nos leg¨® aquella expedici¨®n fue el estrecho hoy llamado de Magallanes, el primer paso oce¨¢nico descubierto que comunicaba el Atl¨¢ntico con el Pac¨ªfico. Una v¨ªa de agua trascendental para las comunicaciones futuras que, sin embargo, no era nada f¨¢cil de atravesar. El Ventus Australis o cualquier barco moderno puede salvar hoy sus 330 millas n¨¢uticas de longitud en menos de 24 horas. Pero Magallanes y su flota necesitaron 36 d¨ªas. Y pudieron considerarse afortunados, siendo una navegaci¨®n de descubierta. Durante siglos, bien conocido y cartografiado ya el estrecho, las naves de vela tardaban mucho m¨¢s por la complejidad del escenario, por las dos angosturas que casi los estrangulan y por los fort¨ªsimos vientos que baten la zona. A Garc¨ªa Jofr¨¦ de Loayza le cost¨® cuatro meses atravesarlo en 1526. Y el famoso capit¨¢n franc¨¦s Louis Antoine de Bougainville, nada sospechoso de impericia marinera, necesit¨® 52 jornadas en 1767. Solo un marino lo hizo m¨¢s r¨¢pido y ostent¨® el r¨¦cord de la traves¨ªa hasta que se inventaron los barcos de vapor: Francis Drake ¡ªsir para unos; pirata para otros¡ª, que en 1578 lo atraves¨® como el rayo en solo 16 d¨ªas. Y es que la codicia por el oro ajeno daba alas a los corsarios.
Me he embarcado en el Ventus Australis para volver a estas aguas y conmemorar el inicio de aquel incre¨ªble viaje. El Ventus es un crucero-expedici¨®n de la compa?¨ªa chilena Australis que hace durante la primavera y el verano austral el recorrido Punta Arenas-Ushuaia y viceversa cargado con 200 cruceristas dispuestos a pagar una generosa cantidad por visitar unos parajes inmaculados, quiz¨¢ los m¨¢s puros que quedan en el continente, a los que no se puede acceder de otra manera que en barco. La ¨²ltima glaciaci¨®n convirti¨® al extremo sur de Am¨¦rica, lo que hoy conocemos como Tierra de Fuego, en un "laberinto" (el primero en usar esta palabra fue Pigafetta, el cronista de la expedici¨®n de Magallanes) de fiordos, senos sin salida, islas, recovecos y estrechos que a¨²n hoy, vistos en el mapa, impresionan. De hecho, lo primero que pienso cuando Adolfo Navarro, el capit¨¢n del Ventus Australis, me ense?a la carta n¨¢utica que manejan en el puente es que Magallanes ¡ªpese a sus desdichas¡ª tuvo una potra de tah¨²r. Porque atinar relativamente a la primera con el paso y salir victorioso por el Pac¨ªfico fue pura chamba. Pod¨ªan haber estado 500 a?os dando bordos por esta mara?a de canales sin haber encontrado a¨²n la salida, como un buque fantasma errante. "Eran viajes largos, no ten¨ªan la tecnolog¨ªa que tenemos ahora, no pod¨ªan navegar de noche y obviamente eran viajes lentos y pesados", me explica el capit¨¢n Navarro, que como toda gente de mar es parco en palabras, cuando le pregunto c¨®mo fueron capaces de hacerlo en el lejano siglo XVI.
Estamos entre los paralelos 53? y 55?, no hay tierra en estas latitudes tan meridionales en ning¨²n otro continente. Por eso la presencia humana es m¨ªnima. Los antiguos habitantes de estas soledades ¡ªlos ona, los yaganes, los alacalufes y los haush¡ª, fueron exterminados sin piedad por el hombre blanco. Desde entonces Chile y Argentina se han aplicado en fundar poblaciones que colonicen su porci¨®n de tierra austral. Pero el clima pone freno a la expansi¨®n humana y, pese a esos intentos, Tierra del Fuego sigue siendo una de las ¨²ltimas zonas impolutas del planeta, un santuario de vida animal que, pese a todas las agresiones del hombre, sigue su curso.
En realidad, los cruceros de Australis son una bicoca para mit¨®manos de la navegaci¨®n, caso de un servidor. Porque sin haberlo planeado, tocan los tres pasos oce¨¢nicos (todos ellos en la Patagonia) que existen entre el Atl¨¢ntico y el Pac¨ªfico al sur del canal de Panam¨¢.
Uno de ellos es el ya mencionado estrecho de Magallanes, que fue el m¨¢s utilizado para viajar entre Europa y la costa oeste de Am¨¦rica hasta la apertura del canal de Panam¨¢. Tanto barco pasaba por aqu¨ª que Punta Arenas ¡ªla ciudad fundada en tiempos de la Rep¨²blica de Chile muy cerca de donde se instal¨® uno de los dos primeros y fallidos intentos de la corona espa?ola por crear asentamientos en el estrecho¡ª fue la ciudad m¨¢s pr¨®spera y rica de la rep¨²blica, a la que lleg¨® la luz el¨¦ctrica antes que a Santiago, la capital.
El otro es el canal de Beagle, m¨¢s al sur que el de Magallanes, descubierto en 1826 por un bergant¨ªn brit¨¢nico, el HMS Beagle, enviado a la zona para cartografiar el laberinto de canales patag¨®nicos a cuyo mando iba un capit¨¢n excepcional, Robert Fitz-Roy. Y como naturalista de a bordo, un novato llamado Charles Darwin. ?Les suena? La cartograf¨ªa que hizo el Beagle entre 1826 y 1835 fue tan exacta que a¨²n hoy es la base de las cartas n¨¢uticas modernas. Y los estudios y observaciones que llev¨® a cabo Darwin en este viaje cimentaron su posterior teor¨ªa de la evoluci¨®n de las especies, que cambiar¨ªa la historia de las ciencias naturales. Para saber m¨¢s del fascinante viaje del Beagle recomiendo la lectura de Hacia los confines del mundo, del brit¨¢nico Harry Thompson, un tocho de 832 p¨¢ginas que se bebe m¨¢s que se lee donde se novelan los dos viajes del bergant¨ªn Beagle en misi¨®n cient¨ªfica por las costas patag¨®nicas.
El Ventus Australis cruza buena parte del canal de Beagle, dejando que los pasajeros nos extasiemos en la borda con la visi¨®n de los enormes glaciares que bajan de la cordillera Darwin: el Romanche, el Italia, el Espa?a, el Francia... Le llaman la Avenida de los Glaciares y es un espect¨¢culo ¨²nico en el mundo. La navegaci¨®n termina (o empieza, seg¨²n el sentido de la traves¨ªa) en Ushuaia, la ciudad grande m¨¢s austral del mundo. Ushuaia es un asentamiento irreal creado por Argentina para colonizar su porci¨®n de la Tierra de Fuego. La peque?a misi¨®n que fundara en 1870 un pastor anglicano, Thomas Bridges, en una rada a la que los abor¨ªgenes yaganes llamaban Ushuaia (bah¨ªa que mira a poniente) hace tiempo que dej¨® de ser ¡ªpara desgracia de quienes viajan en busca de leyendas¡ª un puerto rebosante de naves maltrechas y marinos endurecidos por el alcohol y las tormentas en busca de aceite de ballena o de un viento de popa hacia el Pac¨ªfico. Ushuaia es hoy una ciudad grande y moderna, de m¨¢s de 100.000 habitantes, cuadriculada como un juego de dados sobre un tapete blanco de nieve, en el extremo sur del continente americano. Vive de la pesca, del comercio y cada vez m¨¢s del turismo, pero sigue teniendo ese aire del far-west, de poblado crecido al amparo de alguna fiebre: la del oro, la de la caza de la ballena, la de la piel de foca o la de la promesa de un trabajo bien pagado. Entre las viviendas modernas del centro a¨²n afloran, como islotes de la historia, peque?as casitas de planta baja y vivos colores que un d¨ªa monopolizaron el urbanismo de Ushuaia. Y cuando el sol asoma entre los nubarrones australes, sus policrom¨ªas alegran la ciudad como si un ni?o hubiera dejado escapar un pu?ado de globos de colores. Lo mejor de Ushuaia es el soberbio paisaje de monta?as con nieves casi perpetuas, glaciares y bosques que la rodea, buena parte de ¨¦l protegido bajo la denominaci¨®n Parque Nacional de Tierra de Fuego.
Y ?cu¨¢l es el tercer paso? Pues el m¨¢s m¨ªtico. El cabo de Hornos, el fin de las tierras emergidas de todos los continentes. En 1616, dos navegantes holandeses pusieron proa m¨¢s al sur del estrecho de Magallanes y vieron por fin d¨®nde acababa el continente americano. Era una isla, protegida por un tremendo y negro pared¨®n, a la que llamaron Hoorn, en honor de su localidad natal en el Ijselmeer holand¨¦s. La proverbial incapacidad para los idiomas de los espa?oles termin¨® transformando el top¨®nimo en Hornos. Por supuesto, no hay pantal¨¢n ni puerto en isla de Hornos. Los pasajeros del Ventus Australis solo podemos descender con las lanchas neum¨¢ticas auxiliares a una playa de grandes guijarros, siempre que haga buen tiempo. Por fortuna, hoy lo hace. Y el capit¨¢n ordena iniciar el desembarco.
Como tantos otros lugares de nombre m¨ªtico (Tombuct¨², Pascua, Samarcanda), el cabo de Hornos no tiene nada de especial en cuanto su configuraci¨®n. Es una isla m¨¢s de los cientos de la Patagonia. Herb¨¢cea, barrida por el viento y sin nada vivo que despunte m¨¢s de un metro del suelo. Pero su ubicaci¨®n es m¨ªtica. Y a los viajeros nos chiflan los mitos. Poner un pie en ella es excitante. Y hacerse una foto en el monumento del albatros que corona la isla, en recuerdo de los miles de marinos y tripulante ahogados en sus aguas, es m¨¢s excitante a¨²n.
La primera vez que estuve aqu¨ª vine a vela. Y en la isla viv¨ªan tres militares chilenos que pasaban dos meses manteniendo el faro, la estaci¨®n meteorol¨®gica y el orgullo nacional (la zona estuvo en disputa con Argentina en los 70 y casi les lleva a una guerra). ?Eso s¨ª era una mili jodida, y no la de Regulares en Melilla! Pero desde hace a?os el alcalde del Cabo de Hornos es un marino chileno que tiene que comprometerse a pasar un a?o aqu¨ª con su familia, incluidos los hijos. No es un destierro. Todo lo contrario. Es un honor y cada a?o hay docenas de solicitudes para la plaza. El alcalde actual (enero 2019) se llama Andr¨¦s Morales y lleva en la isla apenas dos meses con su esposa y tres hijos. Le pregunto qu¨¦ tal se lleva eso de ser la familia m¨¢s austral del mundo (en la Ant¨¢rtida est¨¢ prohibido que vivan menores de edad) y me contesta que se vive de una forma peculiar: " Sin tecnolog¨ªa, sin redes sociales, desconectados. Y de una forma muy tranquila, uno disfruta mucho las cosas simples. Puedes disfrutar de la lluvia, del viento, del silencio. Mis hijos lo viven de una manera muy unida entre ellos, antes de llegar ac¨¢ el mayor estaba todo el d¨ªa pegado al celular, mi hija la de en medio, tambi¨¦n. Ahora ellos aqu¨ª juegan, arman rompecabezas, el mayor est¨¢ m¨¢s adicto a la lectura. Es como vivir a la antigua".
Pues mira, solo por eso s¨¦ de muchos padres que se ir¨ªan a vivir al cabo de Hornos. Sin necesidad de ser unos frikis de las historias de navegaci¨®n y de los siglos de los descubrimientos. Como somos otros.
Bienvenidos al a?o Magallanes. En estos meses van a o¨ªr hablar mucho de ¨¦l.
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