Un di¨¢logo brutal
LO BUENO de esta fotograf¨ªa es que se aprecia en ella que la llamada ¡°caja esc¨¦nica¡± de los teatros es literalmente, y sin g¨¦nero de dudas, una caja donde los actores representan nuestra vida como en la caja de zapatos los gusanos de seda representan la suya. No se trata de una met¨¢fora, pues, ya que no hay artificio alguno en llamar a las cosas por su nombre. Pero si el descubrimiento produce tanto asombro, es porque a veces nos despertamos con la idea de que tambi¨¦n la existencia aut¨¦ntica, la de los lunes y los martes, se desenvuelve en el interior de sucesivas cajas, aunque no las percibamos como tales. De hecho, una vivienda es una caja y un armario es una caja, lo mismo que un vag¨®n de metro, un zapato o un autom¨®vil son cajas de distinta naturaleza. Tambi¨¦n, por cierto, un ata¨²d es una caja.
Si uno pasea de noche por las calles de un pa¨ªs fr¨ªo, con pocas horas de sol, en las que las ventanas de los edificios carecen de cortinas, se admira al observar las escenas dom¨¦sticas que se suceden en el interior de la caja de la cocina, de la caja del dormitorio o de la caja del sal¨®n. All¨ª, bajo la luz amarillenta de las l¨¢mparas, vemos aut¨¦nticas representaciones teatrales en las que hasta los papeles, aunque los actores lo ignoren, est¨¢n asignados de antemano. La fascinaci¨®n que produce una escena teatral, en fin, no es muy distinta de la que proporciona una escena de la vida.
Cajas.
F¨ªjense, por ¨²ltimo, en el drama que sucede dentro de la caja tor¨¢cica, donde los pulmones y el coraz¨®n, actores natos, mantienen un di¨¢logo brutal que dura hasta la muerte.
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