Virtudes y defectos del tercerismo
Los partidarios de la tercera v¨ªa en Catalu?a mantienen la voluntad f¨¦rrea de no resignarse ¡°al fatalismo del conflicto¡±; pero caen en la falacia de que la verdad entre dos extremos se halla siempre en el medio
El lector se habr¨¢ probablemente asustado al encontrarse con el palabro tercerismo, nombre que tal vez no haya o¨ªdo nunca y que hace referencia a la corriente pol¨ªtica y de opini¨®n que, sobre todo en Catalu?a, postula una opci¨®n alejada de los dos bloques que polarizan el debate desde que empez¨® el proc¨¦s, y que abandera la llamada tercera v¨ªa. Los terceristas rechazan la unilateralidad que practic¨® el independentismo, pero consideran que hay una demanda catalana insatisfecha, un encaje territorial mal resuelto en Espa?a, al que hay que dar soluci¨®n a trav¨¦s de una serie de reformas y nuevos acomodos simb¨®licos. Consideran que el secesionismo es una expresi¨®n equivocada a un conflicto de fondo que se abri¨® con la frustrante reforma del Estatuto catal¨¢n en 2006 y particularmente tras la sentencia del Tribunal Constitucional cuatro a?os m¨¢s tarde. En definitiva, no consideran al independentismo como ¡°el problema¡± sino solo como ¡°un s¨ªntoma¡±. Una de las expresiones m¨¢s claras de tercerismo es la nota de opini¨®n (Propuestas para modificar el autogobierno de Catalu?a) que elabor¨® el C¨ªrculo de Econom¨ªa de Barcelona en mayo de 2018 y que desde entonces ha ido difundiendo.
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Antes de entrar a valorar sus defectos, ser¨ªa injusto no destacar sus virtudes. Si alguna cosa sobresale del tercerismo es la buena fe de sus promotores, de la que se deriva una voluntad f¨¦rrea de no resignarse ¡°al fatalismo del conflicto¡±. En un momento de bloqueo y pesimismo, no es poca cosa ese af¨¢n por superar la fractura pol¨ªtica y resta?ar la convivencia entre catalanes. Lo objetable, sin embargo, es que ese laudable deseo suele adoptar la forma, no tanto de un proyecto de futuro como de regreso a un tiempo pasado en el que la hegemon¨ªa del catalanismo no se discut¨ªa, sin extraer tampoco las ense?anzas sobre aquellos errores de la cultura pol¨ªtica catalana que nos han llevado hasta el momento actual. En realidad, situar la sentencia del Constitucional en 2010 como el nudo del problema es abonar la tesis de las causas ex¨®genas, la del separatismo como una reacci¨®n defensiva, cuando el paso del nacionalismo posibilista al soberanismo independentista tiene mucho m¨¢s que ver con la subasta interna entre CDC y ERC bajo los dos tripartitos. A partir de ah¨ª, el tercerismo adopta una equidistancia argumental en relaci¨®n con los hechos acontecidos durante el proc¨¦s que en parte ¡ªy a¨²n sin quererlo¡ª legitima la desobediencia separatista. Aunque censura la ilegalidad de las acciones emprendidas en 2017, critica igualmente el inmovilismo de la pol¨ªtica espa?ola por no haber sabido encauzar unas ¡°aspiraciones leg¨ªtimas¡± expresadas por un ¡°elevado n¨²mero de votantes¡±. Como si se tratase de aplicar a la pol¨ªtica ese conocido principio f¨ªsico newtoniano de que a cada acci¨®n corresponde una reacci¨®n igual y opuesta, el C¨ªrculo concluye que ¡°cuando esas preferencias no encuentran salida por la v¨ªa del di¨¢logo pol¨ªtico y el acuerdo transaccional acostumbran a desbordar la legalidad¡±.
La distinci¨®n que introduce entre principio de legalidad y principio democr¨¢tico, para dar y quitar razones, cuadra mal con la afirmaci¨®n b¨¢sica en todo Estado de derecho de que ¡°si no es legal, no es democr¨¢tico¡±. En 2014, el Tribunal Constitucional calific¨® de aspiraci¨®n leg¨ªtima el deseo de ejercer el llamado ¡°derecho a decidir¡±, pero invit¨® al Parlament a formular una iniciativa de reforma agravada de la Constituci¨®n, cosa que el independentismo no ha hecho nunca pese a no contar tampoco con un apoyo social incontestable o una mayor¨ªa de dos tercios de los diputados. Por tanto, afirmar que esos dos principios no han sido conjugados de forma equilibrada, como hace el C¨ªrculo, no puede m¨¢s que llevarle a sucumbir frente a la falacia de la moderaci¨®n, seg¨²n la cual la verdad entre dos extremos cae siempre en medio. Y de ah¨ª el paso siguiente es considerar que el independentismo es la consecuencia de los defectos del sistema institucional espa?ol en lugar del resultado de una pol¨ªtica labrada por el nacionalismo catal¨¢n durante d¨¦cadas bajo el pujolismo. En definitiva, en la cosmovisi¨®n tercerista se reproducen muchos de los t¨®picos y las recetas equivocadas sobre la crisis catalana que acertadamente ha descrito el ensayista Juan Claudio de Ram¨®n en Diccionario de lugares comunes sobre Catalu?a (2018).
El independentismo tiene que entender que nada es posible sin antes reformar la Constituci¨®n
En realidad, como desminti¨¦ndose de lo anteriormente se?alado en su an¨¢lisis sobre el proc¨¦s, este importante lobby econ¨®mico y empresarial empieza en el terreno propositivo postulando algo que el soberanismo independentista jam¨¢s respet¨®: la citada regla de los dos tercios. Una exigencia que recoge el Estatuto para su propia reforma o la aprobaci¨®n de algunas leyes especiales, como la electoral. En efecto, cualquier propuesta sobre el futuro de Catalu?a no podr¨¢ formularse ni legal ni democr¨¢ticamente sin un consenso que re¨²na como m¨ªnimo ese apoyo. El problema hoy es que el separatismo a lo ¨²nico que est¨¢ dispuesto es a que se formulen dos propuestas antit¨¦ticas que se pongan a votaci¨®n en un refer¨¦ndum. No acepta las reglas de la democracia constitucional porque parte de la premisa de que el pueblo catal¨¢n tiene un derecho previo a la autodeterminaci¨®n. De todos los obst¨¢culos para encontrar un camino de salida este es sin duda el mayor porque es una posici¨®n dogm¨¢tica que le sirve de excusa para justificar los atropellos cometidos durante el proc¨¦s y prolongar su cerraz¨®n.
En cuanto a las soluciones, el tercerismo plantea una propuesta de acomodo de Catalu?a mediante un nuevo Estatuto elevado a ¡°norma suprema del autogobierno¡±, envuelta en ropaje de ¡°verdadera constituci¨®n nacional¡±, aunque sometida parad¨®jicamente a control previo de constitucionalidad por parte del Alto Tribunal espa?ol. Es una f¨®rmula nebulosa pensada para agradar a una parte de los votantes nacionalistas que se han hecho independentistas, pero que carece de practicidad para resolver problemas reales y que no recoge las demandas de los catalanes constitucionalistas. La soluci¨®n a largo plazo no ser¨¢ tratando de forma separada a Catalu?a, sino emprendiendo las reformas necesarias para convertir el modelo auton¨®mico en aut¨¦nticamente federal. Y aunque ese paso no deber¨ªa ser un problema enorme, pues la distancia institucional a recorrer no es tan grande, la din¨¢mica pol¨ªtica lo hace hoy muy dif¨ªcil. Ni la derecha espa?olista ni los partidos soberanistas, incluyendo una parte de la izquierda catalana, est¨¢n por la labor. Son manifiestamente antifederales. La crisis en Catalu?a va para largo porque el independentismo tiene que pasar por un proceso de duelo hasta aceptar las reglas de la democracia constitucional. Y para eso es imprescindible un reconocimiento de errores y un cambio de liderazgos. Entre tanto, el irrenunciable di¨¢logo entre Gobiernos y partidos exige como premisa b¨¢sica el respeto al principio de neutralidad ideol¨®gica de las instituciones catalanas (medios de comunicaci¨®n, escuela, administraci¨®n) porque el conflicto es ante todo entre catalanes.
Joaquim Coll es historiador y coautor de Anatom¨ªa del proc¨¦s (Debate, 2018).
Cualquier di¨¢logo entre gobiernos y partidos exige el respeto a la neutralidad de las instituciones catalanas
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