De Damasco a Caracas v¨ªa Tr¨ªpoli
Europa y el Grupo de Lima afrontan el desaf¨ªo del cambio en Venezuela evitando un ba?o de sangre y el choque entre Washington y Mosc¨²

La crisis venezolana arroja muchas preguntas. Una de ellas es cu¨¢nto sufrimiento debe soportar un pa¨ªs para que la comunidad internacional reaccione. Una segunda plantea la necesidad de medir esa reacci¨®n. Una tercera cuestiona las razones por las cuales las grandes potencias toman cartas en el asunto. No parece que el precio del pollo o la persecuci¨®n de los l¨ªderes de la oposici¨®n haya sido hasta ahora un motivo serio de disputa entre el ruso Vlad¨ªmir Putin y el americano Donald Trump, dispuesto ahora a derrocar a Maduro incluso por la fuerza.
Estados Unidos ya no necesita el petr¨®leo venezolano porque el pa¨ªs es autosuficiente, explicaba recientemente el experto en Am¨¦rica Latina Carlos Malamud, y a Trump le horroriza la inmigraci¨®n, ahora engrosada por el ¨¦xodo venezolano. Mosc¨², mientras tanto, aprovechando la falta de entendimiento de Caracas con Washington y Bruselas, ha reforzado sus lazos con el chavismo hasta convertirse en un inversor de primer orden. Hoy, Rusia surte de armas a Caracas y es el segundo acreedor m¨¢s importante de Venezuela despu¨¦s de China. De modo que, nuevamente, esta crisis convierte a un peque?o pa¨ªs a escala mundial en el campo de batalla de las grandes potencias. Batalla de momento sin un gran ba?o de sangre como viene ocurriendo en Siria, donde tambi¨¦n los viejos contrincantes de la guerra fr¨ªa han chocado; en ese caso con una victoria clara para Mosc¨².
Ha dicho el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, que Estados Unidos est¨¢ desplegando en Venezuela una ¡°pol¨ªtica destructiva¡±. El problema para los que as¨ª piensan es que el objetivo que busca Washington de derrocar a Maduro es compartido por casi todo el resto del continente americano, por una parte sustancial de Europa y, seg¨²n todos los indicios, por la mayor¨ªa social venezolana. Por eso resulta esencial que los aliados de Estados Unidos ¡ªel Grupo de Lima y Europa¡ª logren el mismo objetivo sin el uso de la fuerza. El precedente del derrocamiento armado de Muamar el Gadafi en Libia es un motivo de preocupaci¨®n para los europeos, que con su intervenci¨®n rompieron sus propios principios, y de sobreescenificado esc¨¢ndalo para Rusia.
La situaci¨®n es explosiva. Estamos ante otro enfrentamiento en la c¨²spide y una v¨ªctima a la que todav¨ªa puede aguardarle lo peor: la poblaci¨®n venezolana. Las diplomacias europeas y americanas, que de momento exhiben una positiva prudencia, afrontan un dif¨ªcil desaf¨ªo. Reconocer a Juan Guaid¨® como presidente es solo un primer paso. Queda lo m¨¢s complicado: devolver la democracia a Venezuela sin convertirlo en otra Siria u otra Libia. Prometer una amnist¨ªa a Nicol¨¢s Maduro y los suyos, como ha hecho Guaid¨®, e incluso garantizar su seguridad, como desean algunos actores internacionales, es, por ahora, la ¨²nica esperanza de que el r¨¦gimen chavista abandone el poder sin un ba?o de sangre del que solo Maduro ¡ªy no Pedro S¨¢nchez¡ª ser¨ªa responsable.
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