?Qu¨¦ pol¨ªticos queremos?
Si el funcionamiento de los partidos nos ofreciera garant¨ªas de que ser¨¢n siempre fieles altavoces de nuestros intereses, nos despreocupar¨ªamos de las caracter¨ªsticas personales de sus portavoces
C¨®mo queremos que sean nuestros pol¨ªticos? ?Con t¨ªtulos de prestigiosas universidades? ?Conocedores de la Administraci¨®n? ?Reputados profesionales en el ¡°mundo real¡± y que se tomen un descanso para dedicarse al servicio p¨²blico? ?O que sean personas sencillas, que vivan en nuestros barrios y compartan nuestros modos de vida? Es curioso que nos fijemos tanto en estas cuestiones, cuando lo que tienen en com¨²n algunos de los l¨ªderes pol¨ªticos m¨¢s exitosos de nuestro entorno como la democristiana alemana Merkel, el socialdem¨®crata sueco Lofven o el liberal holand¨¦s Rutte no es su formaci¨®n, su trayectoria profesional o su bonhom¨ªa, sino el haber hecho largas carreras pol¨ªticas dentro de sus partidos.
Mi sensaci¨®n es que esta preocupaci¨®n por las caracter¨ªsticas personales de los pol¨ªticos es un s¨ªntoma de uno de los problemas de nuestras democracias: el deterioro de los v¨ªnculos de los ciudadanos con las instituciones. Si confi¨¢ramos en los partidos y Parlamentos y su funcionamiento nos ofreciera garant¨ªas de que ser¨¢n siempre fieles altavoces de nuestros intereses, nos despreocupar¨ªamos de las caracter¨ªsticas personales de sus portavoces. Mi ejemplo favorito es el Partido Comunista Italiano, que alcanz¨® en los a?os setenta del siglo pasado sus mayores ¨¦xitos electorales con un l¨ªder procedente de una familia noble, cercana a la ¨¦lite democristiana del pa¨ªs, y cuya siempre elegante apariencia podr¨ªa chocar con los grupos sociales que el partido aspiraba a representar.
De acuerdo con esta hip¨®tesis, es cuando los ciudadanos perciben que los mecanismos de representaci¨®n est¨¢n da?ados cuando m¨¢s sentido tiene que fijen su atenci¨®n en las caracter¨ªsticas personales de sus representantes, bajo la creencia de que seleccionando mejor a los pol¨ªticos, sus decisiones estar¨¢n m¨¢s alineadas con sus deseos. As¨ª, les exigimos que sean expertos, que est¨¦n cualificados, que sean brillantes, amables, moralmente intachables y cercanos. Una de las consecuencias de esta inflaci¨®n de demandas es que hemos convertido la pol¨ªtica en una profesi¨®n tremendamente exigente desde el punto de vista humano. Para ser pol¨ªtico, uno debe aceptar un escrutinio total de su pasado, una exposici¨®n medi¨¢tica permanente y unos horarios incompatibles con una vida familiar razonable. ?Y si nos estuvi¨¦ramos perdiendo a muchos buenos pol¨ªticos por culpa de todo ello?
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