Se llama feminicidio
Cuando las mujeres sufren se destruyen la comunidad y la familia
Hay casualidades reveladoras. La misma ma?ana en la que el exaltado Casado instaba a las mujeres a que se dejaran de abortos y se pusieran a la tarea de la procreaci¨®n para engendrar a futuros contribuyentes de la patria, se celebraba en Alicante un encuentro de Mujeres por la Paz, que reun¨ªa a una serie de brillantes, valerosas activistas provenientes de diversos pa¨ªses en los que por conflicto armado o nivel de violencia cotidiana las mujeres se convierten en bot¨ªn de guerra, objeto de venganza, desahogo del odio. Una tras otra enlazaban el relato aterrador del feminicidio, del Congo a El Salvador, de Guatemala a T¨²nez, en el que parec¨ªa que la distancia y las peculiaridades culturales no contaban, ya que los cr¨ªmenes de odio contra las mujeres guardan un pavoroso parecido: una parte de la poblaci¨®n los comete contra la otra. A muchos hombres no les gusta escuchar esto porque se sienten se?alados, se enfurru?an. Tan molesto les debe de resultar reconocer que all¨¢ donde hay violencia es el hombre quien la ejerce, que en este encuentro internacional donde se ten¨ªa la oportunidad ¨²nica de escuchar voces excepcionales la presencia masculina escaseaba, casi brillaba por su ausencia.
Cada una de estas mujeres llevaba consigo su historia personal, consistente en amenazas, exilio y sobresaltos, y tambi¨¦n el testimonio de las v¨ªctimas de su pa¨ªs. Cuando las mujeres sufren se destruye la comunidad, la familia, el lazo social; cuando las mujeres son asesinadas, los ni?os acusan la desgracia; cuando las mujeres son violadas padecen la estigmatizaci¨®n a las que las somete su propia comunidad. ?Por qu¨¦, entonces, si son las que m¨¢s padecen las consecuencias de una cultura abusadora y violenta son excluidas despu¨¦s de los procesos de paz? Las guerras, nos contaban, no se acaban cuando se firman los acuerdos. A veces, como dec¨ªa Fern¨¢n G¨®mez, a la guerra no le sigue la paz, sino la victoria. La verdadera paz se reconstruye muy poco a poco, y si en esa delicada reconstrucci¨®n no se cuenta con las mujeres no hay sociedad que se reponga del trauma.
Me impresionaron todos los relatos. Apunto aqu¨ª uno de ellos por cuanto se relacionaba con el discurso del dirigente sin complejos, Pablo Casado: Morena Herrera es una activista salvadore?a, de enorme prestigio en la lucha feminista, presidenta de la Agrupaci¨®n Ciudadana por la despenalizaci¨®n del aborto en su pa¨ªs. La penalizaci¨®n del aborto, que puede traducirse en 30 a?os de c¨¢rcel, constituye un problema social de primer orden, y es en ese rango de importancia donde han conseguido situarlo las feministas. Las razones son hondas: m¨¢s del 30% de las embarazadas en El Salvador son ni?as entre 9 y 14 a?os. No hay pr¨¢cticamente denuncias por abusos porque la situaci¨®n se asume como un mandato de Dios. Como consecuencia, el aumento de muertes por causa materna entre las ni?as y j¨®venes ha crecido de forma alarmante. Se definen estos fallecimientos con un eufemismo, intoxicaci¨®n por ingesta de determinado producto, pero se trata de suicidios de ni?as angustiadas que no pueden encarar la situaci¨®n y echan mano del matarratas.
En demasiadas ocasiones escuchamos la irritante cantinela de que las mujeres de pa¨ªses privilegiados no deber¨ªamos quejarnos. Nos comparan por tanto con esas otras que viven en pa¨ªses de conflicto para callarnos la boca. Pero nuestra obligaci¨®n es sentirnos concernidas, ya que el elemento esencial de esta violencia es que se ejerce por raz¨®n de g¨¦nero. Si eres mujer y prefieres ignorarlo, eres insensata. Si eres hombre y te sientes atacado, t¨² sabr¨¢s por qu¨¦.
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