Una crisis diplom¨¢tica
Macron dice basta al apoyo del Gobierno italiano a los ¡®chalecos amarillos¡¯
La convivencia empieza a degradarse cuando se quiebran las leyes, escritas y no escritas. Una regla no escrita en la diplomacia consist¨ªa en que un Estado no trabajaba en favor de la ca¨ªda del Gobierno de un pa¨ªs amigo. Es lo que vienen haciendo, desde hace semanas, los dos hombres fuertes del Gobierno italiano, Matteo Salvini y Luigi Di Maio, al apoyar a un sector del movimiento de los chalecos amarillos en su esfuerzo por derribar al presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron. El jueves Macron dijo basta y llam¨® a consultas al embajador franc¨¦s en Roma. Fue un gesto dr¨¢stico. Pero marc¨® con claridad los l¨ªmites a las fr¨ªvolas provocaciones de unos l¨ªderes nacionalistas y populistas que socavan el esp¨ªritu y la letra de la Uni¨®n Europea, un club donde las diferencias se resuelven por la negociaci¨®n y por los cauces institucionales, y no mediante la agitaci¨®n, a veces violenta, como ha ocurrido con los chalecos amarillos.
La ¨²ltima vez que Par¨ªs retir¨® a su embajador en Roma fue en 1940, despu¨¦s de que Italia, entonces gobernada por el dictador Benito Mussolini, declarase la guerra a Francia. La reconciliaci¨®n en la posguerra y la integraci¨®n europea garantizaron d¨¦cadas de paz y prosperidad. Francia e Italia crearon la Comunidad Europea del Carb¨®n y del Acero (CECA), embri¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) que alumbrar¨ªa la Uni¨®n Europea. El choque franco-italiano, que ven¨ªa gest¨¢ndose desde que en junio Salvini y Di Maio llegaron al poder, revela la fragilidad del proyecto com¨²n. Supone un aviso de hasta d¨®nde puede llegar la fractura entre los defensores los valores liberales y democr¨¢ticos de los fundadores como los franceses Robert Schuman y Jean Monnet o el italiano Alcide de Gasperi, y los partidarios del repliegue nacional, el cierre de las fronteras y el autoritarismo.
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Una opci¨®n es intentar cerrar la fractura pactando con los extremistas y asumiendo sus programas. Macron ha optado por la v¨ªa contraria: la del cord¨®n sanitario y la polarizaci¨®n. El presidente franc¨¦s piensa en las elecciones europeas de mayo y en su principal rival en Francia, Marine Le Pen, jefa del Reagrupamiento Nacional, heredero del partido ultraderechista Frente Nacional. La campa?a para las europeas, as¨ª como la competici¨®n interna en la coalici¨®n italiana, tambi¨¦n explican el reciente viaje de Di Maio a Francia para reunirse con miembros destacados de los chalecos amarillos.
Esta crisis es mucho m¨¢s que una escaramuza electoralista. Enfrenta a quienes respetan las normas y a quienes las vulneran. El problema va m¨¢s all¨¢ de la relaci¨®n entre Francia e Italia, y de la UE. Donald Trump estableci¨® unos precedentes que han fructificado. La descalificaci¨®n y la mentira no son nuevos en las democracias, pero el presidente de EE UU legitim¨® su uso a ojos de imitadores y disc¨ªpulos. Hoy se ven los resultados. Que los gobernantes de Italia jaleen a quienes en Francia llaman a la insurrecci¨®n parece aceptable, y no deber¨ªa serlo. La Europa de los Salvini, Di Maio y Le Pen amenaza con barrer a la de Schuman, Monnet y De Gasperi. La retirada del embajador franc¨¦s, una advertencia al Gobierno italiano sobre los costes de esta deriva, era un gesto necesario.
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