Arquitectura que no se ve
La recuperaci¨®n al acceso del Castillo de Jorba, en Barcelona, ideada por Carles Enrich, rescata las intervenciones que ordenan, apuntan y limpian redefiniendo lo que puede ser la mejor arquitectura
Hacer nada es hacer arquitectura. No es una boutade. Lo demostraron Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal en una, ya memorable, ¡°no intervenci¨®n¡± sobre la plaza Leon Aucoc de Burdeos. Su propuesta: ¡°cuidado, riego, m¨¢s asientos y mantenimiento¡±, forma ya parte de la historia de la arquitectura m¨¢s cabal. En esa l¨ªnea, resisti¨¦ndose a dise?ar, construir y hacer nada m¨¢s que lo necesario, la intervenci¨®n del equipo de Carles Enrich para recuperar el acceso a la Torre de Vigilancia del Castillo de Jorba, en la comarca barcelonesa de L¡¯Anoia es un ejercicio parecido de orden, se?alizaci¨®n, limpieza y quitarse de en medio.
El castillo, declarado monumento hist¨®rico con grado de protecci¨®n BCIN (Bien Cultural de Inter¨¦s Nacional) mira al municipio desde la cima de una colina ¡ªPuig de la Gu¨¤rdia¡ª de 549 metros de altura. As¨ª, cuando Enrich y su equipo llegaron hasta ¨¦l comprobaron que se trataba de una ruina ¡ªcompleja como casi todas las ruinas¡ª y de un mirador, una atalaya que merec¨ªa la pena convertir en p¨²blica, segura y accesible.
La torre de vigilancia es una ruina sedimentada con muchas ruinas. Ha pasado de ese uso inicial, en el siglo X, a convertirse en capilla o a formar parte del recinto amurallado en el siglo XVI. El castillo ha llegado a ser casa, explica el arquitecto, y de ese uso dom¨¦stico quedan tambi¨¦n vestigios como un horno o un lagar.
La intervenci¨®n de Enrich es m¨¢s poco visible que m¨ªnima, puesto que reutiliza el material de la excavaci¨®n arqueol¨®gica para reconstruir una nueva topograf¨ªa: una secuencia de plataformas que sirven para alcanzar el mirador en cinco tramos. Esos tramos siguen las huellas de un antiguo camino, se acercan al castillo para poder tocarlo.
En este proyecto, el territorio se refuerza con las piedras de derribo, esa reconstrucci¨®n, m¨¢s orogr¨¢fica que arquitect¨®nica, recupera la volumetr¨ªa del castillo, los muros originales. Las piedras que no se utilizan hacen ahora de lindero en espera de una intervenci¨®n posterior.
La intervenci¨®n de Enrich y su equipo es adem¨¢s manual, casi artesana y de km 0. Las manos han sido locales, el paisaje ha cambiado poco, las piedras estaban all¨ª. Ahora se puede subir gracias a una escalera de pelda?os de madera. Y, como si fuera un sitio arqueol¨®gico, una cuerda de algod¨®n, sujeta por varillas corrugadas, marca el tramo visitable y el l¨ªmite como si delimitara un campo de cultivo. Esa marca m¨ªnima denota una confianza en los visitantes y en los usuarios que transmite respeto y carga de responsabilidad.
Babelia
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