Mala fama
Como casi todas las cosas buenas, las orqu¨ªdeas requieren constancia y disciplina. A la vez, son los seres vivos m¨¢s agradecidos que conozco
ME LA REGALARON en diciembre de 2017, despu¨¦s de una firma en una librer¨ªa de Granada. Ya era enorme. Sus flores eran las m¨¢s grandes que hab¨ªa visto nunca.
?Y qu¨¦ hago yo con esto?, pens¨¦. Siempre me hab¨ªan gustado las plantas, pero cuando Negr¨ªn, mi gato, lleg¨® a casa, regal¨¦ las pocas que no le hab¨ªa dado tiempo a destrozar. Sin embargo, aquella orqu¨ªdea blanca era tan espec?tacular, tan bonita, que me dio mucha pena desprenderme de ella. En Madrid las puertas del sal¨®n estaban cerradas para proteger el ¨¢rbol de Navidad de Negr¨ªn, al que le gusta tirarse, como si hiciera surf, entre las bolas. Pues me la llevo, pens¨¦ entonces, a lo mejor ni aguanta el viaje¡ Lo aguant¨®.
He tenido que estudiar bastante, pero a m¨ª me gusta estudiar. He visto un mont¨®n de v¨ªdeos de un chico que vive en Ibarra, una ciudad de Ecuador, y se lo sabe todo. He visto otros tantos de una se?ora mexicana que me ha ense?ado, entre otras cosas, que el ajo desinfecta las cuchillas. Pero lo m¨¢s importante que he aprendido es que las orqu¨ªdeas no merecen su mala fama. Uy, son muy delicadas, dice la gente, yo no s¨¦ cuidarlas, a m¨ª se me dan muy mal, no me duran nada¡ Y, sin embargo, hasta hace menos de un siglo, los agricultores de Costa Rica las consideraban una plaga. Las arrancaban sin piedad de los ¨¢rboles, sobre cuyas ramas crec¨ªan, porque conoc¨ªan su ambici¨®n, su voracidad, su capacidad para sobrevivir con muy poco, en cualquier sitio. Lo cierto es que las orqu¨ªdeas son plantas muy duras, longevas y tenaces. Demasiado como para morir con tanta frecuencia en una bolsa de basura.
Como casi todas las cosas buenas de la vida, requieren constancia, eso s¨ª, y mucha disciplina. No pueden prosperar en cualquier lugar. Necesitan luz pero no soportan el sol directo, porque provienen de la selva, donde los rayos jam¨¢s las alcanzan. Un simple visillo, que filtre la luz del sol, o una pared blanca, capaz de hacerla rebotar, son suficientes. Aunque es muy frecuente verlas en mostradores de hoteles y restaurantes dentro de un macetero de cer¨¢mica o metal, son plantas a¨¦reas, que no hacen la fotos¨ªntesis a trav¨¦s de las hojas, sino de las ra¨ªces. Por eso, recubrir sus macetas transparentes con un material opaco, que no deje pasar la luz, es como condenarlas a muerte. Aparte de eso, necesitan humedad, pero no tanta como para pudrirse. Mantenerlas sumergidas en agua, a la larga puede resultar fatal. Es mejor disponer un lecho de piedras en el fondo del macetero y tenerlo siempre cubierto de agua para colocar la maceta encima. As¨ª, basta con regarlas una vez a la semana. Y si se recoge el agua el d¨ªa anterior para que el cloro se evapore por la noche, mucho mejor. Puede parecer un procedimiento demasiado complicado, pero una vez que se establece el protocolo, los cuidados que requiere una orqu¨ªdea no suponen m¨¢s que 15 minutos semanales. El resto del tiempo, solo hay que dejarlas en paz, y esperar.
Las orqu¨ªdeas son los seres vivos m¨¢s agradecidos que conozco, y devuelven cada minuto que se invierte en ellas. Lo s¨¦ porque aquella que me traje de Granada, en el asiento de atr¨¢s del coche, en los ¨²ltimos d¨ªas de 2017, perdi¨® su ¨²ltima flor a primeros de diciembre de 2018. Despu¨¦s de florecer durante un a?o entero, me prepar¨¦ para una larga espera, pero solo fue capaz de estarse quieta 20 d¨ªas. Tres semanas despu¨¦s de podarla, tres protuberancias diminutas, como min¨²scu?los granos verdes, interrump¨ªan ya la lisura de sus tallos. Cuando las vi, me pareci¨® incre¨ªble. No pueden ser brotes, me dije, tan pronto no, en invierno no, pero eso eran. Crecer¨¢n despacio, pens¨¦ despu¨¦s, y que la planta estar¨ªa agotada, cansada de echar flores sin parar, como para empezar de nuevo, pero me equivoqu¨¦. En poco m¨¢s de un mes, los brotes ya son varas que se abren y se dividen, augurando un futuro espectacular, y no pueden imaginarse la ilusi¨®n que me hace. Una planta nueva, cuajada de flores, con una docena de capullos sin abrir, me producir¨ªa mucho menos placer que este asombroso crecimiento que vigilo a diario, y a diario me da milim¨¦tricas alegr¨ªas.
La pr¨®xima vez que les regalen una orqu¨ªdea, acu¨¦rdense de m¨ª, y denle una oportunidad. Ya tiramos demasiadas cosas a la basura.?
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