El grito de Teruel
La falta de profesionales deteriora los servicios b¨¢sicos y agrava la fuga de poblaci¨®n joven hacia otras provincias
Veinte a?os despu¨¦s del aldabonazo que represent¨® la movilizaci¨®n de la campa?a Teruel existe, la ciudad volvi¨® a salir el domingo a la calle para pedir una sanidad digna. Una manifestaci¨®n de 10.000 personas en una urbe de 35.000 habitantes es una gran movilizaci¨®n. Lo es sin duda en t¨¦rminos relativos y simb¨®licos, pero en t¨¦rminos absolutos es la mejor met¨¢fora de lo que ocurre en partes cada vez m¨¢s extensas de la Espa?a despoblada: albergan menos habitantes y, por tanto, tienen tambi¨¦n menos fuerza para presionar. La provincia de Teruel ha perdido el 8% de su poblaci¨®n en 10 a?os. Sus dirigentes recuerdan que en 1900 ten¨ªa 246.000 habitantes y, si hubiera crecido lo mismo que la media espa?ola, ahora deber¨ªan ser 615.000, pero apenas llegan a 136.000. Con la p¨¦rdida de poblaci¨®n no solo se merma la capacidad de crecimiento y dinamismo econ¨®mico, sino tambi¨¦n las condiciones para retener o atraer poblaci¨®n: unos servicios p¨²blicos de calidad.
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En este caso Teruel focaliz¨® su protesta en la sanidad, pero el mismo deterioro afecta tambi¨¦n a la educaci¨®n o la cultura. Cuando se entra en la espiral de la despoblaci¨®n, las zonas concernidas pierden atractivo para los profesionales y cada vez cuesta m¨¢s cubrir las plazas. En el caso de la salud se da adem¨¢s la circunstancia de que la mala planificaci¨®n de los estudios de medicina ha dejado varias especialidades sin m¨¦dicos suficientes. El propio Ministerio de Sanidad estima que en toda Espa?a faltan 4.000 profesionales para cubrir los servicios. En estas circunstancias, los hospitales peque?os no pueden competir y son los primeros que se quedan sin doctores.
Cuatro de los 33 servicios del hospital de Teruel carecen del personal adecuado y el resto trabaja con plantillas tan ajustadas que deben asumir una gran sobrecarga en guardias y n¨²mero de pacientes. Se trata adem¨¢s de otro elemento disuasorio para atraer profesionales. Todos estos fallos obligan a derivar con frecuencia pacientes a Zaragoza para visitas o pruebas rutinarias.
La falta o la peor calidad de algunos servicios agrava el ¨¦xodo de la poblaci¨®n joven hacia otras provincias. La que queda es una ciudadan¨ªa envejecida que, precisamente por el hecho de serlo, tiene m¨¢s necesidades de atenci¨®n. Los incentivos que el Gobierno de Arag¨®n ha habilitado para evitar la fuga de profesionales apenas han surtido efecto. La espiral es demasiado fuerte. Existe una Espa?a vac¨ªa, que en Teruel prefieren denominar la Espa?a vaciada, formada por m¨¢s de 10 millones de personas que se consideran ciudadanos de segunda porque no disponen, por poner solo tres ejemplos, ni de buenos trenes, ni de banda ancha, ni de m¨¦dicos suficientes. Revertir esta situaci¨®n exigir¨¢ algo m¨¢s que incentivos, requiere un plan de choque con medidas globales y estructurales.
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