El verdadero SPD
La formaci¨®n recupera su perfil para ser una alternativa de gobierno en Alemania
El Partido Socialdem¨®crata de Alemania (SPD) acaba de apostar por recuperar su perfil ideol¨®gico para frenar la ca¨ªda libre de apoyos electorales. Los n¨²meros han sido determinantes. En las elecciones generales de 2017 ya cosech¨® el peor resultado con apenas un 20% de los sufragios y las encuestas no indican mejora alguna. El nuevo discurso pretende recuperar una identidad socialdem¨®crata claramente desdibujada tras diez a?os de Gobiernos de coalici¨®n con los cristianodem¨®cratas de la CDU de Angela Merkel.
El nuevo discurso es una apuesta clara por las pol¨ªticas distributivas: el incremento de las pensiones m¨¢s bajas, la subida del salario m¨ªnimo u otras medidas enfocadas a paliar la pobreza infantil o el impulso de la igualdad de oportunidades. Representa, en suma, una enmienda a la totalidad al ¨²ltimo de los grandes programas del SPD, lanzado hace ahora tres d¨¦cadas: la llamada Agenda 2010 del excanciller Gerhard Schr?der, que marc¨® el inicio del declive de la formaci¨®n.
Formar parte de la coalici¨®n de gobierno con Merkel ha sido un ejemplar ejercicio de sentido de Estado de la formaci¨®n socialdem¨®crata, que no ha dudado en anteponer la estabilidad de Alemania al r¨¦dito electoral cortoplacista, pero indudablemente, ha supuesto un gran desgaste. Ahora, la recuperaci¨®n de su identidad y su voluntad de volver a ser una alternativa de gobierno ¡ªen un momento en el que el populismo gana terreno entre la opini¨®n p¨²blica¡ª, es, sin duda, una buena noticia no solo para el sistema democr¨¢tico alem¨¢n, sino para toda Europa. El SPD es el partido m¨¢s importante de la socialdemocracia europea y lo ha sido hist¨®ricamente porque todos los proyectos pol¨ªticos salidos de su maquinaria ideol¨®gica ¡ªdesde el lejano programa de Erfurt (1891) hasta el giro posmarxista del congreso de Bad Godesberg (1959)¡ª, han significado la puesta en marcha de estrategias con capacidad de irradiaci¨®n hacia el resto de los dem¨¢s partidos de la misma tendencia en todo el continente.
Este movimiento no responde a una situaci¨®n meramente coyuntural alemana, sino que est¨¢ sucediendo lo mismo en otros pa¨ªses europeos. Los partidos hist¨®ricos no son inmunes a los cambios en los sistemas pol¨ªticos que han sido provocados por la irrupci¨®n de la ultraderecha. Estas ¨²ltimas son capaces de intoxicar el debate p¨²blico y de marcar la agenda de temas a sus adversarios. Todav¨ªa no se ha encontrado la f¨®rmula que evite que las fuerzas ultras resulten determinantes en la conformaci¨®n de Ejecutivos sin el recurso a los cordones sanitarios o a las coaliciones de gobierno. Estas ¨²ltimas, de hecho ¡ªy como ha sucedido en Alemania¡ª, acaban difuminando el contraste entre los partidos tradicionales. Esta diferencia es necesaria porque ayuda a decidir el voto, a mantener el debate p¨²blico en unos cauces civilizados y a facilitar verdaderas alternancias pol¨ªticas.
La recuperaci¨®n de su perfil genuino por parte del SPD, lejos de generar inestabilidad, tendr¨¢ un efecto beneficioso en la pol¨ªtica alemana, reintroduciendo el debate sobre la multilateralidad como se?a de identidad de la pol¨ªtica internacional, la igualdad o el humanismo. Los votantes tienen que saber qu¨¦ opciones se les presentan y los grandes partidos que han contribuido decisivamente al progreso com¨²n tienen la obligaci¨®n de perfilar programas propios, coherentes con su legado.
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