La apuesta de S¨¢nchez
Su ¨¦xito depender¨¢ de en qu¨¦ medida ese esfuerzo por priorizar la agenda social logre movilizar a sus votantes.
Dentro de unos a?os, los historiadores explicar¨¢n el fin del bipartidismo en Espa?a como el resultado de un s¨²bito proceso de desconexi¨®n entre los representantes pol¨ªticos y los votantes. Bajo el bipartidismo, dos grandes partidos relativamente transversales en t¨¦rminos sociales lograban articular mal que bien las demandas pol¨ªticas de los ciudadanos.
Pero la experiencia de una larga y profunda crisis, sus efectos asim¨¦tricos entre generaciones y la consolidaci¨®n de una sociedad cada vez m¨¢s compleja y plural hicieron que el desencanto de la ciudadan¨ªa se tradujera en oportunidades para nuevos partidos y l¨ªderes.
Es demasiado pronto para hacer juicios sobre c¨®mo el multipartidismo ha afectado a Espa?a. Contra lo que se dice, la fragmentaci¨®n pol¨ªtica no est¨¢ asociada al desgobierno y la par¨¢lisis: ojal¨¢ nos parezcamos m¨¢s a Holanda o Alemania, que cada vez tienen m¨¢s partidos y m¨¢s peque?os, y menos al Reino Unido e Italia, cuya concentraci¨®n del voto en grandes bloques no parece que les est¨¦ sirviendo para mucho.
Si la sociedad espa?ola es compleja, mejor que seamos capaces de convivir pol¨ªticamente con esa pluralidad. Pero para que el multipartidismo no sea disfuncional, los partidos han de aprender a compartir el poder.
Todos nos llenamos la boca sobre la necesidad de grandes pactos de Estado y de nuevos contratos sociales, pero no podemos aspirar a llevarlos a cabo solo con la parte del pa¨ªs que es como yo.
Y podemos escribir miles de columnas criticando el cortoplacismo y la estrechez de miras de nuestros pol¨ªticos, pero la realidad es que nuestros pol¨ªticos solo dejar¨¢n de polarizar y de demonizar a sus adversarios cuando les salga electoralmente a cuenta.
En el contexto actual, lo abierta de la competici¨®n en el campo de la derecha (los flujos de votantes entre Ciudadanos, Patido Popular y Vox son considerables) hace que sea extremadamente complicado para sus l¨ªderes separarse de cualquier estrategia que no implique la permanente deslegitimaci¨®n de sus adversarios.
Impl¨ªcita o expl¨ªcitamente, esta competici¨®n acaba arrastrando a estos partidos a hablar permanentemente de la cuesti¨®n nacional.
En el corto plazo, es una estrategia rentable porque, como hemos visto en Catalu?a, las din¨¢micas de polarizaci¨®n nacional arrinconan a los moderados, que son sus competidores pol¨ªticos. En el largo plazo, el tigre es dif¨ªcil de descabalgar, pero nadie tiene horizontes temporales muy largos.
Pedro S¨¢nchez ha cre¨ªdo que ahora es el mejor momento para enfrentar el riesgo ante el que se enfrenta su partido en este escenario: el que la cuesti¨®n catalana permita a los partidos de derecha hacerse con una mayor¨ªa parlamentaria sin necesidad de moderar sus programas. Primero, porque el juicio mantiene la cuesti¨®n nacional en la agenda. Hay demasiados actores a un lado y otro del conflicto interesados en que as¨ª sea. Y segundo, porque su capacidad para usar la acci¨®n de gobierno para priorizar la agenda social ha dado de s¨ª todo lo que pod¨ªa.
El ¨¦xito de su apuesta depender¨¢ de en qu¨¦ medida ese esfuerzo por priorizar la agenda social logre movilizar a sus votantes.
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