Desde M¨²nich
El multilateralismo es el mejor medio para mantener la paz desde hace 80 a?os

La paz generalizada de la que ha gozado la mayor parte del planeta desde el final de la II?Guerra Mundial se debe, en gran parte, a la concepci¨®n de las relaciones internacionales como un sistema donde los pa¨ªses dialogan permanentemente ¡ªaunque sea para lanzarse acusaciones¡ª, pertenecen a los mismos foros de ¨¢mbito mundial y en muchas ocasiones cooperan en objetivos comunes. Es lo que se conoce como multilateralismo. Un sistema que, con sus fallos, ha ayudado a evitar la repetici¨®n de un conflicto a escala global.
Sin embargo, los nacionalismos y los populismos han introducido una nueva forma de entender las relaciones entre pa¨ªses y el papel que estos juegan en el mundo. Se trata de un discurso agresivo que considera el di¨¢logo como una se?al de debilidad o, en el mejor de los casos, como una p¨¦rdida de tiempo. Los foros internacionales son vistos como organismos incompetentes, cuando no foco de corrupci¨®n, mientras que los tratados internacionales de car¨¢cter multilateral se consideran ataduras en vez de los cimientos de un sistema de paz y prosperidad comunes.
Por eso ha estado particularmente certera la canciller alemana, Angela Merkel, durante la celebraci¨®n este fin de semana de la Conferencia de Seguridad de M¨²nich al advertir que estas estructuras que apuntalaban el mundo que conocemos ¡°se han roto en peque?os pedazos¡± y recordar lo que muchos de los detractores del multilateralismo escatiman a sus audiencias: que esas estructuras con las que se rige la convivencia de la comunidad internacional son fruto ¡°de los horrores de la guerra¡±. Una contienda de la que este pr¨®ximo septiembre se cumplir¨¢n 80 a?os de su inicio.
En estas ocho d¨¦cadas abundan los ejemplos de las grav¨ªsimas consecuencias humanas y materiales que tiene el abandono de esta v¨ªa de cooperaci¨®n. Guerras, hambrunas o cat¨¢strofes medioambientales han multiplicado su letal efecto como consecuencia de la falta de di¨¢logo o, simplemente, por no recurrir a los organismos internacionales y acatar los compromisos comunes.
En un momento de la historia lleno de incertidumbre donde las sociedades del planeta afrontan una serie de desaf¨ªos comunes de la m¨¢xima urgencia ¡ªcomo por ejemplo el cambio clim¨¢tico¡ª resulta que el sistema de cooperaci¨®n internacional se resquebraja bajo la presi¨®n de un discurso demag¨®gico. Este promete a sus electorados ponerlos a salvo de todos sus problemas rompiendo el trenzado del di¨¢logo que ha costado d¨¦cadas levantar y construyendo barreras f¨ªsicas. Un canto de sirena cortoplacista mortal para la estabilidad mundial que ya ha resucitado viejas amenazas que parec¨ªan, por lo menos aparcadas, como la proliferaci¨®n nuclear.
En M¨²nich, voces europeas han propuesto acertadamente una redefinici¨®n de ese sistema multilateral. No para enterrarlo definitivamente como pretende la actual Administraci¨®n de Donald Trump, sino para hacer que el di¨¢logo, la cooperaci¨®n y la existencia de foros comunes donde exponer las diferencias siga siendo la red que proteja al mundo de una escalada sin control que desemboque en una cat¨¢strofe mundial como la historia ya nos ha ense?ado en varias ocasiones.
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