El perd¨®n de los curas
Las acciones delictivas cometidas por religiosos han tener id¨¦ntica respuesta penal a la que corresponda a un sujeto civil

La sucesi¨®n de casos que ahora aparecen m¨¢s a la luz p¨²blica de abusos sexuales, pederastia y otras acciones tipificadas penalmente y cometidos por miembros de la Iglesia cat¨®lica y otras entidades religiosas, ha dado lugar a peticiones de perd¨®n por parte de algunos de sus dirigentes. Ciertamente, no deja de ser un cierto avance en el inveterado cinismo del que tradicionalmente ha hecho gala el comportamiento de la Iglesia de Roma, cuyas se?as de identidad son el oscurantismo y la negaci¨®n de la m¨¢s elemental transparencia en la gesti¨®n de sus asuntos. Por muy revestidos de espiritualidad que les quieran atribuir.
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Hace unos d¨ªas, en ese contexto sobrevenido de actos de contrici¨®n, en una declaraci¨®n p¨²blica con esa voz gangosa y compungida que transpira a tufo de sacrist¨ªa y seminario tan propia de los prelados, el l¨ªder de la comunidad benedictina de Montserrat ped¨ªa perd¨®n ¡°a todas las personas a quienes el conocimiento de estos hechos ha podido escandalizar o hacer perder confianza en instituciones de la Iglesia¡± y se disculpaba ¡°por las cosas que en el pasado no se hayan podido hacer lo bastante bien en Montserrat o hayan facilitado comportamientos indignos¡±. Pero no todo ha sido del mismo arrepentido tenor.
Poco despu¨¦s de lo del abad montserratino, la prensa se hac¨ªa eco de las palabras pronunciadas por el arzobispo de Tarragona, quien mostraba su apoyo a dos p¨¢rrocos de Arbeca (Lleida) y Constant¨ª (Tarragona) que han sido apartados de sus funciones por presuntos abusos sexuales a menores. Argumentaba que los abusos denunciados no eran ¡°tan graves¡± como para que fuesen secularizados y, ¡ªa?ad¨ªa¡ª: ¡°A veces pienso: ?y no hay un mal momento, en un cura?¡±, e insist¨ªa en que ¡°puede haber un mal momento en la vida¡± que lleve a los p¨¢rrocos a ¡°hacer una cosa de la que quiz¨¢s se arrepentir¨¢n toda la vida¡±, en referencia a los abusos de ni?os y j¨®venes. Apostillaba que ¡°para m¨ª, no son unos desgraciados¡± (sic). Semejantes explicaciones, solo pueden entenderse desde la obscenidad ¨¦tica que a la postre expresa la convicci¨®n de impunidad de la que con estos argumentos se sienten depositarios estos individuos, todav¨ªa imbuidos de la misi¨®n de organizar el consentimiento de las personas con su misi¨®n evangelizadora.
La remisi¨®n de pecados conforme a las reglas internas de la Iglesia es una soluci¨®n que no interesa al Estado
Volviendo a la petici¨®n de perd¨®n de los curas. Sin duda, tal actitud puede tranquilizar a su selectiva conciencia y la de sus devotos fieles. Pero no hay que olvidar que todos ellos viven en sociedad, en una sociedad en la que la comisi¨®n de un delito es siempre un asunto de inter¨¦s p¨²blico, como reiteradamente recuerda la jurisprudencia constitucional. Ello comporta que la habitual tendencia que han mostrado de lavar la ropa sucia en casa, en ning¨²n caso vale para aquellos representantes de la Iglesia cat¨®lica o de cualquier otra entidad religiosa que hayan cometido delito. No se olvide que de acuerdo con el art¨ªculo 181 del C¨®digo Penal, la responsabilidad por abuso sexual la comete ¡°el que sin violencia o intimidaci¨®n y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona¡±. Y que tambi¨¦n incurre en dicho tipo penal el que obtenga el consentimiento de la persona ¡°prevali¨¦ndose el responsable de una situaci¨®n de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la v¨ªctima¡±.
Tampoco se ha de olvidar que la existencia de responsabilidad criminal, ya sea como autor o como c¨®mplice que ha cooperado a ello, es cuesti¨®n que en el Estado democr¨¢tico interesa a toda la sociedad. Y de esa responsabilidad no pueden quedar excluidos los comportamientos encubridores de los dirigentes de las diversas iglesias, congregaciones religiosas o institutos de esta naturaleza, en tanto que personas jur¨ªdicas. La actitud de ministros y dirigentes de las iglesias que ante los casos de abusos o pederastia miran para otro lado, no pueden ser un coto vedado a la aplicaci¨®n de la Constituci¨®n y del C¨®digo Penal.
Que en el ¨¢mbito del rito religioso de la Iglesia cat¨®lica, se entienda que tales actos imputados a la cofrad¨ªa de la sotana constituyen un pecado que se redime de acuerdo con sus reglas internas, es una soluci¨®n que no interesa al Estado. Estas reglas privadas deben quedar en todo caso a extramuros de la preceptiva aplicaci¨®n del orden jur¨ªdico democr¨¢tico, del que se ha dotado la ciudadan¨ªa a trav¨¦s de sus representantes en el Parlamento. Como no puede ser de otra manera, las acciones delictivas cometidas por religiosos han de ser objeto de una id¨¦ntica respuesta penal a la que pueda corresponder a un sujeto civil por la comisi¨®n los mismos hechos. Lo contrario ser¨ªa discriminatorio para el resto de presuntos delincuentes que se encuentren en la misma situaci¨®n.
As¨ª lo ha entendido, por ejemplo, la Rep¨²blica Francesa que recientemente ha hecho comparecer a Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, ante el Tribunal Correccional de esta ciudad acusado de ocultar los abusos cometidos por un cura pederasta.
Marc Carrillo es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la Universidad Pompeu Fabra.
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