La ¡®tercera dimensi¨®n¡¯ de la democracia
Los consejos propuestos por Rosa Luxemburgo deber¨ªan poder actuar hoy como una red complementaria de la democracia delegada. Ayudar¨ªan a los partidos pol¨ªticos a corregir su alejamiento de la sociedad
Aunque nunca falta quien diga: ¡°Otro m¨¢s, esto no hay quien lo aguante¡±, celebrar los aniversarios como se hace cada vez m¨¢s a menudo no es mala cosa: permite avivar recuerdos que, de lo contrario, corren el riesgo de perderse por falta de atenci¨®n. Especialmente interesantes han sido los de estos ¨²ltimos tres a?os, 1967, 1968 y 1969, que han propiciado sugestivas intersecciones: entre la Revoluci¨®n rusa y la cubana, entre el nacimiento de Marx y el asesinato de Rosa Luxemburgo. Todo ello, de una manera u otra, entrelazado con el fant¨¢stico 68 estudiantil (cuyos 50 a?os acabamos de celebrar), una insurrecci¨®n impulsada por la b¨²squeda de una manera diferente de pensar acerca de c¨®mo construir ¡°otro mundo posible¡±. Y que consigui¨® romper los estrechos confines de las ortodoxias imperantes entonces.
En particular, Rosa Luxemburgo, ampliamente recordada por EL PA?S, tuvo una estrecha relaci¨®n con el 68 italiano, pues, para un gran parte de este movimiento, la her¨¦tica hero¨ªna espartaquista se convirti¨® en un valioso punto de referencia. Por muchas razones, pero sobre todo por una esencial: con sus precoces cr¨ªticas al grupo bolchevique por haber reprimido de forma demasiado expeditiva la libertad de opini¨®n con la idea de que lo que no estaba de acuerdo con las decisiones del partido era solo una expresi¨®n del enemigo de clase, no relanzaba de manera plana la alternativa del parlamentarismo liberal, sino que se?alaba una hip¨®tesis nueva y sugestiva: la de los consejos. Es decir, dar vida a una tercera dimensi¨®n dentro de la cual cobrara cuerpo la dial¨¦ctica Estado-partido-sociedad: los consejos, no como s¨®viets insurreccionales, ni como titulares de un exclusivo poder deliberativo, sino como formas permanentes de democracia directa, ejercicio desde abajo de un poder capaz de dar expresi¨®n a la sociedad civil, en expl¨ªcita y abierta dial¨¦ctica con las dem¨¢s instituciones.
Existe hoy una multiplicaci¨®n de referendos, no solo abrogativos como en Italia, sino tambi¨¦n propositivos
?Puede resultar ¨²til hoy esta tesis de Rosa Luxemburgo, no solo para quienes siguen consider¨¢ndose comunistas, sino para todos aquellos que, en n¨²mero cada vez mayor, asisten alarmados al creciente deterioro, por todas partes, pero en Italia en particular, del modelo de democracia representativa del que hemos disfrutado durante muchas d¨¦cadas? Yo creo que s¨ª. Ese modelo bas¨® su fuerza, de hecho, en los grandes partidos de masas que caracterizaron la vida pol¨ªtica de posguerra. Porque esas organizaciones han sido el indispensable canal de comunicaci¨®n entre ciudadanos e instituciones, han permitido una participaci¨®n pol¨ªtica incisiva (si bien a trav¨¦s de la representaci¨®n parlamentaria), han sido n¨²cleos de crecimiento cultural, de experiencia c¨ªvica, fuente de conciencia y de un h¨¢bito de razonar en clave de ¡°nosotros¡± y no con el mezquino ¡°yo¡± umbilical.
Esos partidos ya no existen, o est¨¢n en declive, y, en cualquier caso, se han vuelto terriblemente impopulares, porque por todas partes han consumado su divorcio de la sociedad, sin capacidad ya de relacionarse con sus respectivos territorios. Como alternativa, se nos presenta hoy, a cargo de nuestros 5 Estrellas,la multiplicaci¨®n de referendos, ya no solo abrogativos como hasta ahora en Italia, sino tambi¨¦n propositivos; la democracia digital, es decir, el recurso al s¨ª o al no del ordenador, a los automatismos de los algoritmos de las plataformas. Todas ellas formas con las que se corre el riesgo de asesinar a la democracia por ¡°exceso de democracia¡±, como he visto que dicen en Francia aquellos que se oponen a los chalecos amarillos, quienes invocan tambi¨¦n, al igual que en Italia los seguidores de Beppe Grillo, la democracia directa. Todos, en efecto, exaltan el ombligo hasta alturas estelares, porque esa opini¨®n que llega con un clic, o mediante un plebiscito referendario, carece de una confrontaci¨®n colectiva, de una asunci¨®n com¨²n de responsabilidad hacia la propia comunidad, a la que la confusi¨®n de los medios sociales no aporta, desde luego, correctivos; todo lo contrario.
Otra cosa son los ¡°consejos¡± sugeridos por Rosa Luxemburgo, una hip¨®tesis que por lo dem¨¢s recuper¨® y en la que profundiz¨® nuestro Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la c¨¢rcel. Y que hoy podr¨ªa representar una valiosa sugerencia para responder de manera razonable a una exigencia de participaci¨®n que no encuentra ya canales de expresi¨®n en nuestro reseco ordenamiento pol¨ªtico.
A pesar de la crisis de los partidos y de la desconfianza en las instituciones, sigue habiendo en Italia (y no solo all¨ª) movimientos de notable vivacidad que luchan por temas espec¨ªficos, pero importantes, y tal vez cabr¨ªa intentar proporcionarles un cauce a trav¨¦s de formas consolidadas, articulaciones de la democracia al nivel de la sociedad, capaces de asumir la responsabilidad de la gesti¨®n de ciertos segmentos de la vida colectiva. De consejos, en definitiva, como una red complementaria de la democracia delegada.
Las decisiones a escala municipal est¨¢n condicionadas en gran medida por las de ¨¢mbito mundial
En Italia, los Consejos de F¨¢brica y m¨¢s tarde de Zona, nacidos de los movimientos de lucha pos-68, representaron una experiencia muy positiva. Podr¨ªan haber sido una importante herramienta para reducir el autorreferencialismo de los partidos y ayudarlos a corregir, antes de que fuera demasiado tarde, su involuci¨®n burocr¨¢tica y su alejamiento de la sociedad. Desafortunadamente, a los partidos de la izquierda les despertaban temor y los movimientos eran demasiado d¨¦biles para apoyarlos. Hoy tal vez fuera posible, y no solo en Italia, relanzar esa hip¨®tesis, para garantizar esa famosa ¡°tercera dimensi¨®n¡± a la que alud¨ªa Rosa Luxemburgo, ¨²til para revivir a los partidos, que incluso ella consideraba instrumentos indispensables para la unificaci¨®n y construcci¨®n de una visi¨®n del mundo.
Tambi¨¦n la atenci¨®n prestada por mucha gente en el ¨¢mbito municipal de la democracia, hoy muy fuerte en Italia (las ¡°redes de alcaldes¡± se extienden por doquier), pero, tambi¨¦n en este caso, no solo en nuestro pa¨ªs, tiene aspectos positivos y peligrosos a la vez. Es cierto que las ciudades se han convertido en la ¨²nica ¨¢gora que a¨²n sobrevive entre el desinter¨¦s generalizado por la pol¨ªtica, pero ser¨ªa ¨²til recordar a quienes tanto entusiasmo muestran por este modelo, que, as¨ª como los ¡°soberanismos¡± desean regresar a los Estados nacionales deshaci¨¦ndose de entidades institucionales superiores, el municipalismo se arriesga a¨²n m¨¢s a reforzar la ilusi¨®n de poder volver al modelo de ciudad Estado de los siglos XV y XVI. A diferencia de entonces, nos guste o no, incluso las decisiones tomadas a escala municipal est¨¢n condicionadas en gran medida por las que se toman en el ¨¢mbito mundial, y renunciar a construir instrumentos democr¨¢ticos en ese terreno para poder controlarlos supondr¨ªa el suicidio de la democracia.
Sea cual sea la opini¨®n que nos despierte cuanto Rosa Luxemburgo nos ha legado, creo que a quienes vivimos 100 a?os despu¨¦s de su muerte nos toca comprender que la crisis de nuestro modelo tradicional de democracia es grave. Y que se necesitan nuevas soluciones, y urgentes, para que no prevalezca un peligroso plebiscitarismo, o la muerte de toda participaci¨®n democr¨¢tica, reemplazada por un Ejecutivo fuerte que no responda ante nadie.
Luciana Castellina es periodista y escritora.
Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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