El indispensable di¨¢logo
Se imponen, cada vez m¨¢s, los bajos y ego¨ªstas instintos, azuzados por indeseables a los que solo interesa su propia riqueza
?Puede alguien imaginar, por anodino que resulte, un mundo sin di¨¢logo?
Si adem¨¢s, ese mundo en el que vivimos es cada d¨ªa m¨¢s complejo y las relaciones entre los pa¨ªses chocan m¨¢s y m¨¢s con intereses y dificultades, ?qu¨¦ posibilidades de vivir en paz, de avanzar, de progresar de crecimiento del ser humano, de justicia social, de la convivencia pac¨ªfica y gratificante tenemos? ?C¨®mo puede trasmitirse el conocimiento, la empat¨ªa, el bienestar y el progreso sin di¨¢logo?
Desgraciadamente, y cada vez m¨¢s, el di¨¢logo es sustituido por la imposici¨®n, la intransigencia, el ego¨ªsmo y el desprecio al otro.
No nos preocupamos del bien com¨²n, sino del nuestro particular; no nos preocupan las costumbres, las necesidades o los sufrimientos de otros, sino el nuestro propio; nosotros primero, pese a quien pese y pase lo que pase. Y es un terrible error, porque hasta del m¨¢s insignificante tenemos algo que aprender y algo que aportarle.
El di¨¢logo es lo que hace la vida posible, lo que permite que los pueblos progresen, lo que contribuye a la paz, lo que hace al ser humano m¨¢s sabio y mejor. Es, en suma, parte indispensable en la vida de los humanos.
Por desgracia, se imponen, cada vez m¨¢s, los bajos y ego¨ªstas instintos, azuzados por indeseables a los que solo interesa su propia riqueza, gentes que envenenan a la gente sencilla, poco instruida, que se traga inocentemente mentiras que van siempre destinadas a asustarles, a que teman peligros inexistentes, a robarles la tranquilidad, sustituy¨¦ndolo por el temor.
Cu¨¢nto mejor nos ir¨ªa si aprendi¨¦ramos de todo lo que viene de los dem¨¢s, si tuvi¨¦ramos conciencia ciudadana, si nos escuch¨¢ramos a nosotros mismos y aprendi¨¦ramos a rechazar a los catastrofistas y a los que, de forma torticera y ramplona, pretenden manejarnos a su antojo.
Esta tribuna es una colaboraci¨®n de un lector en el marco de la campa?a ?Y t¨² qu¨¦ piensas?. EL PA?S anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas ser¨¢n seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicaci¨®n.
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