Re?idos somos m¨¢s fuertes
La pol¨ªtica cre¨ªble nace de las tensiones y las diferencias entre los socios de la Uni¨®n Europea, no de la unanimidad
"?A qui¨¦n tengo que llamar si quiero hablar con Europa?¡±, se cuenta que suspir¨® en una ocasi¨®n Henry Kissinger, el gran anciano de la pol¨ªtica exterior estadounidense. Aunque ap¨®crifa, la cita es, al menos, una invenci¨®n lograda, ya que ilustra la que pasa por ser la gran debilidad de Europa.
Efectivamente, ?a qui¨¦n hay que llamar? La respuesta es menos evidente que nunca. ?A Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisi¨®n? No le queda mucho en el cargo. Es verdad que Donald Tusk posee el t¨ªtulo de jefe del Consejo de la Uni¨®n Europea, pero no tiene derecho al voto en el club de los jefes de Gobierno. La presidencia propiamente dicha cambia cada seis meses. En cuanto a la primera ministra rumana, Viorica Dancila, actualmente en el cargo, parece que a la mayor¨ªa de los no rumanos les es desconocida o profundamente indiferente.
Podr¨ªamos decir, entonces, que quien quiera llamar a Europa tiene que marcar el n¨²mero de uno de los miembros de la Uni¨®n realmente poderosos. Pues no, tampoco. Las ambiciones europeas de Emmanuel Macron se esfuman ante los chalecos amarillos, Angela Merkel empieza a estar fuera de combate dentro de su propio partido, y de Theresa May mejor ni hablar.
Los profetas de la decadencia de Europa o de su derrumbe inminente ¡ªcuyo n¨²mero aumenta a diario¡ª pueden alegar innumerables razones adicionales para su pesimismo. En las cuestiones m¨¢s importantes, ya sea el Brexit, la disputa por los refugiados, la crisis de Ucrania, la crisis del euro, el gas ruso o la par¨¢lisis econ¨®mica, la Uni¨®n Europea transmite una sensaci¨®n de ausencia de contenido conceptual, desuni¨®n y discordia.
Desde Suiza, la flaqueza de Europa se contempla o bien con preocupaci¨®n, o bien alegr¨¢ndose del mal ajeno, dependiendo de la postura ante el acercamiento a su enorme vecino y, con diferencia, principal socio comercial.
La factura de la brecha entre lo que la Uni¨®n Europea pretende y su realidad es el crecimiento de los partidos antieuropeos
Sea como sea, el caos europeo recuerda a la situaci¨®n en el propio pa¨ªs. Tambi¨¦n en ¨¦l los debates ¨¦picos acerca de los principales problemas suelen acabar en tablas sin soluci¨®n. En Suiza, las pol¨¦micas sobre la emigraci¨®n, la financiaci¨®n del Estado de bienestar, la digitalizaci¨®n o el futuro del clima son igualmente perpetuas. Y cuando, tras ¨¢speros enfrentamientos, se llega a una soluci¨®n pol¨ªtica, la sociedad puede echarla por tierra en un refer¨¦ndum.
Ahora bien, la experiencia de Suiza, con sus centenarias estructuras de gobierno asamblearias y sus 170 a?os de Estado federal, es que el conflicto no tiene por qu¨¦ desembocar en par¨¢lisis. Ni siquiera hace falta entenderse bien. En contra del t¨®pico de la confederaci¨®n perfectamente cuatriling¨¹e, las regiones cultivan a diario una vecindad indiferente antes que una colaboraci¨®n entusiasta.
Esta es la raz¨®n de que el pa¨ªs no destaque por sus propuestas visionarias. En cambio, de manera parad¨®jica, el tira y afloja produce una y otra vez soluciones que sorprenden por su solidez y, sobre todo, por su amplia aceptaci¨®n. El hecho de que, en apariencia, nada se mueva o, como mucho, lo haga poco a poco, proporciona a Suiza una estabilidad de la que ella misma se maravilla, y por la que espera ser admirada por los dem¨¢s.
Trasladado a la Uni¨®n Europea, se podr¨ªa decir que su problema no es el exceso de disputas, sino la falta de ellas. Mucha gente percibe la promesa de una ¡°Uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha¡± como una amenaza. La factura de la brecha entre lo que la UE pretende y su realidad es el crecimiento de los partidos antieuropeos desde el Mediterr¨¢neo hasta el Danubio.
Tendemos a olvidar que la Uni¨®n Europea resulta convincente justamente all¨ª donde, tras duras negociaciones, llega a soluciones que solo una uni¨®n de pa¨ªses es capaz de proponer, pero que, al mismo tiempo, producen beneficios para las ciudadanas y los ciudadanos de cada uno de los Estados miembros. Entre ellas destaca el mercado ¨²nico. Otras son los proyectos educativos y de investigaci¨®n conjuntos, as¨ª como, ¨²ltimamente, la respuesta colectiva a los ataques de los gigantes de Internet estadounidenses contra nuestros datos personales. Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa haya tambi¨¦n una pol¨ªtica com¨²n en materia de seguridad y emigraci¨®n. Otras cuestiones se pueden seguir confiando a los pa¨ªses miembros.
Al igual que ocurre con la jefatura de la Uni¨®n Europea, en Suiza, el Consejo Federal que preside el Gobierno de la naci¨®n tambi¨¦n cambia peri¨®dicamente. Este cambio constante propicia una estabilidad que los hombres fuertes como Trump, Putin o Xi Jinping solo aparentan. El futuro de la Uni¨®n Europea estar¨ªa en peligro si fuese posible localizar al verdadero poder en un ¨²nico n¨²mero de tel¨¦fono.
Edgar Schuler es jefe de Opini¨®n del Tages Anzeiger en Z¨²rich.
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