Ciudades libres
Gobernar una urbe consiste en ordenar el caos. En la Roma antigua ya exist¨ªan restricciones de tr¨¢fico
En 1960 el 33,61% de los habitantes de la Tierra viv¨ªan en ciudades, seg¨²n datos del Banco Mundial. En 2017, alcanzaron el 54,82%. Y todo indica que este porcentaje seguir¨¢ creciendo. Pero incluso cuando la mayor¨ªa de la poblaci¨®n viv¨ªa y mor¨ªa en el campo, las grandes ciudades dirig¨ªan los destinos del mundo. As¨ª lo explic¨® por ejemplo Fernand Braudel en su cl¨¢sico El Mediterr¨¢neo y el mundo mediterr¨¢neo en la ¨¦poca de Felipe II, uno de los libros de historia m¨¢s bellos e interesantes del siglo XX. "Las ciudades son los motores de la econom¨ªa. Los Estados que las acogen deben acomodarse a ellas y soportarlas", escribe Braudel, quien dedica unas p¨¢ginas maravillosas a N¨¢poles en el siglo XVI, im¨¢n de miles de personas que emigraban desde el campo y a la vez un tremendo e ingobernable caos. Las ciudades siempre han planteado las mismas ventajas y los mismos problemas, entre ellos la gesti¨®n de los desechos, la contaminaci¨®n y las aglomeraciones.
En el siglo XIX, con la revoluci¨®n industrial, algunas se convirtieron en irrespirables, y en los sesenta, con el boom del coche, se llenaron de veh¨ªculos, que ahora la mayor¨ªa de las grandes urbes luchan por expulsar y regular. Por eso resultan tan extra?as las propuestas de la oposici¨®n municipal en Madrid que se centran en devolver el tr¨¢fico a todos los rincones del centro o en laminar carriles bici. Hablan de la libertad para circular, pero en realidad la libertad para moverse en las ciudades siempre ha dependido de tratar de ordenar el tr¨¢fico. En la Roma antigua ya exist¨ªan restricciones: la carga y descarga se realizaba de noche, porque de d¨ªa hubiese bloqueado sus calles.
La movilidad requiere, adem¨¢s, que se pueda respirar y, naturalmente, un buen transporte urbano. En Detroit, s¨ªmbolo de la ruina urbana, barrios enteros se despoblaron y solo se quedaron en ellos los que no ten¨ªan ning¨²n sitio al que ir. Uno de aquellos habitantes encontr¨® un empleo que le permiti¨® salir de la miseria, pero no de la pobreza. Al no tener coche, deb¨ªa caminar dos horas por la ma?ana y dos por la noche para llegar al autob¨²s m¨¢s cercano y as¨ª poder acudir a su trabajo. Pod¨ªa ir con su coche donde le diese la gana, claro, pero al no tenerlo se encontraba varado. La libertad en las ciudades depende de la capacidad para derrotar el caos que generan.
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